Puede, les decía el pasado lunes, que Sánchez sea el mejor de los presidentes de gobierno posibles para España; es factible que sus cesiones al independentismo, sus acuerdos con Bildu-etarras, sus indultos a golpistas, y sus pactos con el “comunismo” bolivariano, sean lo que España necesitaba para un futuro seguro y lleno de fundada esperanza; es una posibilidad que las leyes que aprobó para excarcelar a violadores y pederastas, etarras asesinos, o corruptos sentenciados fuesen lo que convenía; que la protección que brinda a quienes ocupan viviendas ajenas, entran en España de forma ilegal, se mofan de nuestra Bandera, se burlan del Himno Nacional, o insultan al Jefe del Estado fueran las más apropiadas para un Estado de Derecho que se precie de serlo; no es imposible que lo que parece sometimiento de la justicia, manipulación del poder judicial, intervencionismo a ultranza, discriminación por sexo, raza o religión, nepotismo, apropiación de los medios públicos de información, espurio manejo de organismos públicos o tergiversación evidente de datos, estadísticas, situaciones o circunstancias, no haya sido lo que parece, si ni lo contrario a lo que pueda aparentar; no hay que descartar que las indiscutibles mentiras, los innegables engaños, las obvias contradicciones, los flagrantes incumplimientos, la prepotencia, el abuso, la exclusión, la mezquindad, la más que evidente vanidad y la incontrovertida soberbia que le han caracterizado y le habitan, no sean lo que la mayoría pensamos que son, si no las herramientas, adecuadas e imprescindibles, para alcanzar una finalidad generosa y necesaria, equilibrada y justa, conveniente para los más y provechosa para todos; ¿por qué no? Hemos de contemplar hasta lo que nos resulta difícil mirar.
De ser todo esto así, de encontrarnos ante una persona excepcional, por su virtud, lo inusual de sus capacidades y la bondad de sus pretensiones; de tener la gran suerte de poder contar con un hombre fuera de lo ordinario -extraordinario-, por su amplitud de miras, lo poco habitual de su coherencia y lo único de su empatía y generosidad; seremos -somos- muy, pero que muy afortunados.
El tiempo me dará o quitará la razón, me temo. Escribo “me temo”, porque, muy a mi pesar -es lo que siento- Sánchez se hará de nuevo con el gobierno, así que durante los próximos cuatro años veremos con la suficiente claridad para no confundirnos, y podremos comprobar de modo fehaciente, que es lo que pasa con España y con nosotros. Puede que lo que quede sean unos cuantos retales deshilachados, difíciles de recomponer, esparcidos en un páramo desolado por la codicia, lúgubre por el odio y oxidado por la falsedad; o puede que nos coloquemos en los puestos de cabeza de la Unión Europea, que el progreso sea una irrefutable realidad, el bienestar de casi todos un presente tangible, y el futuro un mañana esperanzado y deseable. Ya me lo dirán.
Si un servidor estuviese en lo cierto, Dios no lo quiera, lo que se nos viene encima es muy preocupante. Las consecuencias de otros cuatro años -estos con premeditación y alevosía- bajo la bota de un social comunismo tan deplorable, corrosivo y miserable como siempre lo ha sido, no puede llevarnos a nada que no sea el desastre y la ruina, la tragedia y el caos, el enfrentamiento, la violencia y el dolor.
Si soy yo el equivocado, Dios lo quiera, tendremos por delante tiempos de bonanza y desarrollo. A nadie le faltará trabajo, la cesta de la compra será asequible a todos los bolsillos, los suministros básicos -luz, gas, agua-, la gasolina y las comunicaciones tendrán precios razonables, la Justicia será todo lo igual para todos que lo humanamente posible permita, la propiedad privada estará garantizada, las pensiones serán dignas y estarán aseguradas, el gasto Público controlado, habrá armonía e igualdad efectiva entre creencias, razas, sexos y lenguas, en política
estarán sólo los que deban estar, reinará la concordia entre los diferentes pueblos de la gran España, y esta, nuestra noble e histórica nación, se convertirá en un buen lugar en el que vivir, crecer, aprender y educar a nuestros hijos; repito: Dios lo quiera. Mi profundo y craso error sería lo de menos. Estaría encantado de haber sido tan torpe y haberme desviado tanto de lo que creí real. Y, por supuesto que, si este a fuera la situación, tomaría medidas al respecto.
Con lo de “tomar medidas”, me refiero “a mi respecto”. Habiendo, en este caso, sido incapaz de reflejar con acierto la situación política de mi país y las intenciones de Sánchez y sus adláteres, no me quedaría otra -no, si aspiro a ser consecuente- que dedicarme a escribir sobre cualquier asunto … que no sea ni ataña ni siquiera se acerque a “lo político”, sería más que evidente que no serviría para eso. Pero no me importaría, lo daría -mi error- por muy bien cometido. Ya… si eso, el tiempo, y los hechos por venir, dirán.
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