Tierra de nadie

Alberto Núñez Seoane

Hacemos inventario: ¿se va doña Inés?

No, Inés Arrimadas, doña Inés, no se va: le han dado una patada, bien merecida, en el trasero; ¡la han echado!, no la quieren, ¡se va, dice…!

¡Nuestros políticos tienen una hechura de arte …!, por desgracia, no para bien administrar nuestros recursos –qué son nuestros, no ‘de nadie’, como dice la ‘lumbreras’ de Carmen Calvo– ni para ejercer el buen gobierno, si no parar trepar hasta dónde ansían, amarrarse con siete cadenas a la poltrona anhelada y, cuándo les llega su san Martín, inventar todo un interminable rosario de hipocresías, desfachateces o directamente falsedades, queriendo hacerlas pasar por excusas. No tienen remedio: hoy es este, mañana aquella, luego el de aquí, después la de allá… Han convertido la política, que llegó a ser arte, en un estercolero maloliente y contagioso, da verdadero asco.

¡Inés, Inesita, Inés!; se va usted yendo –según ella dice– tarde, pero ‘mu mal y mu tarde’. Lo suyo, ha sido de película cutre, barata y cutre.

Llegó a la cumbre de un partido –cuándo el que lo creó, acunó, impulsó y le dio carácter, se fue– que nació ejemplar, creció como nadie había ni previsto ni imaginado, se situó en posiciones claves para la gobernabilidad de pueblos, ciudades, autonomías, e incluso de la nación misma, ganó unas elecciones en Cataluña, y alcanzó a colocarse en disposición de acceder a gobernar … en tres años dos meses y veinte días –el 8 de Marzo de 2023 fue proclamada presidente de ‘Ciudadanos’– ha tenido la pasmosa habilidad de tirar todo, absolutamente todo este caudal y potencial, a la basura: enhorabuena, ¡máquina!, es usted una máquina, ¡un absoluto crack!

¿Qué, qué pasó?, pues pasó lo que viene pasando hace tiempo, sigue ocurriendo hoy y es más que probable que siga sucediendo mañana, bebió del cóctel maldito: vanidad, soberbia y mezquindad.

Vanidad: tiene –bueno… tenía– en muy alto concepto sus propios méritos –también los deméritos– y un afán excesivo de ser admirada y considerada por ellos, cayese quien cayese y le pesase a quien le pesase. Doña Inés cumplió, al pie de la letra, con estos ‘requisitos’. Tras su imagen, en apariencia sencilla y afable, se escondía una ambición desmedida que la llevó, junto al partido que dirigía, a la sepultura, política claro ¡Qué pena, Inés!

Soberbia: sentimiento de superioridad frente a los demás –en su caso, frente a muchos de sus colegas y compañeros de partido, de la dirección, y de los que trataron de bien aconsejarla cuando atisbaron la proximidad del precipicio– que provoca un trato distante –si no en lo aparente, sí en lo efectivo– y un menosprecio del valor de las opiniones que no coinciden con las suyas. No fue una situación aislada, fue un comportamiento generalizado, ¿el resultado …?, el que ya conocen ustedes, no podía ser otro, sería antes o después, pero el que tenía que ser. Fue una muy nefasta gestora de equipos ¡Qué pena, Inés!

Mezquindad: falta de generosidad y nobleza de espíritu. Terrible condición esta, funestas las consecuencias a la que se expone quien la padece, demoledor el daño que puede provocar, condena existencial, más que segura, para quien en ese pozo cae y no es capaz de salir a tiempo de él; como, los hechos parecen demostrar, sucedió con nuestra triste protagonista de hoy. Recordemos si no:

Bajo su dirección se perpetró una de las peores –en mi opinión– bajezas: la traición. Y no una sola, que hubiese sido más que suficiente para su descalificación, si no, al menos y que se sepa, en tres ocasiones, tres: Murcia, Madrid y Castilla-León. En las tres le dieron, los ciudadanos a su ‘Ciudadanos’, de su propia medicina; la colocaron en el sitio que correspondía –me temo que muy muy por debajo del que ella imaginaba–, y le pusieron la cara ‘colorá’.

En Murcia se la intentó jugar a sus socios de gobierno del Partido Popular, Fernando López Miras, actual presidente de la Región murciana, fue más hábil que su ambición y le ganó la partida. A saber lo que le habrían prometido ‘falconeti’ y sus secuaces.

En Madrid, volvió a la carga con una maniobra, eso: mezquina. Pero allí estaba doña Isabel Ayuso. Le ganó el intento de órdago, por dos horas de anticipación, en una jugada maestra: diluyó la Asamblea de Madrid, convocó elecciones anticipadas y frustró el intento ‘golpista’ de doña ‘naranjita’ Inés … a saber lo que le habían asegurado ‘Sancho Pedro’ desde su ínsula monclovita junto a los ‘nobles’ de Galapagar.

No tuvo mejor suerte en la Cortes de Castilla-León. Pensaría que a la tercera –maniobra mezquina– iría la vencida, pero la vencida fue, otra vez, ella. A saber con lo que le habrían engatusado los correveidiles de su ‘sanchidad’, que observaba, entre tanto, atento a sus voceros desde el helicóptero presidencial ¡Qué pena, Inés!

Retratada, inhábil, en mi opinión, para cualquier política que se precie y se pueda calificar así, sin que nadie se parta de la risa, incapaz de gestionar con acierto, Inés … se va, eso dice ella.

Una verdadera pena, haber dilapidado el potencial que tenía en sus manos para afianzar y mantener un partido de ‘centro-centro’, capaz de romper el cansino, y perjudicial, bipartidismo que nos consume y agota y desangra.

¡Zapatera a tus zapatos!, ¿he dicho zapatero?, ¡no, por favor, no!, ni zapatero ni zapatera … ni doña Inés tampoco.

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