Programación Guía de la Feria de Jerez 2024

Tierra de nadie

Alberto Núñez Seoane

El pozo

LIBERTAD, ¡humano tesoro! ¡Libertad!, de mente y cuerpo, de pensamiento y credo. Tesoro de dioses, que no nos será regalado si en ella no creemos y por ella no luchamos.

Claridad sentida de la luz del Sol, olor a tierra, recién mojada por la lluvia limpia, destierro de las espinas que silencian el habla, ausencia de muros en el pensar, exilio de mordazas que atan el alma, lejanía de barrotes que encadenan la esperanza… ¡libertad!

Cuanto más profundo y angosto sea el pozo en el que nos metan, más lejos estaremos de ella, y de la luz que le da presencia y del aire que la alienta, y del pensamiento propio y del acto pensado y de la decisión tomada y de la actitud asumida.

La libertad, somera, que la democracia nos otorga, no se basta con el voto que cada cuatro años visita la urna, es éste imprescindible, pero no suficiente. Sólo la independencia cierta de los tres poderes que nos gobiernan, pueden evitar la entrada en un agujero del que, si la profundidad es mucha y la estrechez aguda, puede que ya nunca podamos salir.

El voto decide el poder Legislativo y también el Ejecutivo, que del anterior mana. Y, aunque muchos de los que voten, a veces, lo hagan sin conciencia ni responsabilidad, ni consciencia tampoco, no queda otra que otorgar a cada ciudadano uno, pues lo contrario nos llevaría a un laberinto sin salida posible.

La democracia, con todas sus carencias y limitaciones, que no son pocas, nos garantiza que sea el ciudadano quien decida, aunque, en España, sólo lo hagamos en parte, debido a la torcida e inaceptable ley electoral que ni nos permite votar a personas -sólo listas cerradas y elaboradas por los partidos, que sí deciden quien sí y quien no-, sino que además incumple, de modo flagrante e indiscutible, el claro mandato elemental y también constitucional, de un ciudadano un voto: el de un vasco de San Sebastián vale por tres del de un andaluz de Jerez. Puede que entonces, en la Transición, fuese recomendable, parar evitar la desaparición, “de facto”, de determinadas minorías, pero no hoy, y, hoy, esto sigue siendo así.

Partimos pues, “cojos” en la carrera hacia una libertad equitativa, proporcional y justa, pero es lo que tenemos … lo que nos dejan tener.

Asumiendo las mencionadas carencias y evitando, aquí hoy, ahondar en esta cuestión, entremos en el meollo, sólo en uno de ellos, de la misma: la única garantía de que legisladores y ejecutivos no puedan hacer de nuestra capa su sayo, salirse por peteneras, y pervertir la ya condicionada libertad a la que no podemos, jamás, renunciar: el Poder Judicial.

Sin una Judicatura profesional, eficaz, e independiente, todo estará, más pronto que tarde, perdido. Los políticos, o los que trabajan en política sin serlo, dependiendo del número de escaños que controlen, podrán elaborar leyes más o menos justas, no del todo injustas, directamente injustas, o simplemente deplorables, pero lo que importa es que la ley, cualquiera que esta sea, cumpla con nuestra Constitución, se ajuste a la “Ley de leyes”, porque de lo contrario, por mucha mayoría parlamentaria de la que disponga el “ejecutor” de turno para someter la ley a su capricho, pensando en favor de sus intereses y no en el de proteger a la ciudadanía, esas leyes nunca se aplicarán: serán ilegales y ni verán la luz ni el ciudadano padecerá su injusticia. Repito: la solución está en la toga.

Sucede, en ocasiones, que el aspirante a opresor, el dictadorzuelo en ciernes, el sátrapa en gestación, consciente, y cabreado también, de las democráticas y saludables limitaciones que la separación de poderes le impone, con las que teme ver irrealizables sus absolutistas aspiraciones, se afana en destruir, “modelar” o, al menos, poder “rodear”, para esquivar este último obstáculo a sus penosos, aunque muy peligrosos, empeños: controlar, si no dominar, al Poder Judicial conlleva tener franco el camino hacia dónde quiera que su ambición, desmedida y enfermiza, le lleve. Si esto sucede, si la independencia de las altas instancias judiciales cae, caerá todo con ellas. Caerá todo … y, claro, caeremos todos también, en el agujero del que escribía al comienzo.

No es que nos vayan a meter en un pozo, es que lo han hecho ya, esto no es algo que se pueda poner en duda, eso pienso. Lo que, a ciencia cierta, aún no sé, es qué tan profundo, estrecho y apretado el pozo, en el que empieza a faltar la luz y el aire, sea; circunstancia de la que van a depender el tiempo, el esfuerzo y el sufrimiento que salir de él nos vaya a costar.

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