QUISIERA comenzar este escrito parafraseando a Concepción Arenal cuando dijo: “Odia el delito y compadece al delincuente“. La Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía ha denunciado que más de la mitad de la población reclusa jerezana cumple condena fuera de la provincia. La finalidad de la presente tiene como objetivo el de denunciar a la opinión pública esta alarmante situación en vulneración de derechos básicos (atentatorios contra la dignidad humana) en la que se encuentra una gran parte de la población reclusa jerezana junto a sus familiares con la excusa de que esta situación solo responde a “razones organizativas”, creándoles a estas familias enormes perjuicios económicos.

En reiteradas ocasiones, personas muy sensibilizadas con esta causa y con un extraordinario y humanitario trabajo en las prisiones al servicio de los reclusos han descrito como desolador el panorama en las cárceles, denunciando al mismo tiempo la retrocesión de la asistencia sanitaria, reflexionando sobre esta inhumana situaciónm entendiendo que la cárcel no puede ser la única alternativa para determinadas situaciones y conductas, apelando a que se busquen formulas que conlleven a cambiar un sistema penitenciario mas humanizado que plantee alternativas para los enfermos mentales y toxicómanos con patologías graves (algunos mueren con el mas execrable de los silencios) que no hayan cometido delitos de sangre, que supone mas de 85% de los internados.

¿De verdad son las cárceles Instituciones que sirven como instrumentos para la reinserción social de los presos? ¿En qué han evolucionado las cárceles? ¿En llamarse mazmorras, presidios, penal o centros penitenciarios? Cómo se puede hablar de humanización cuando es obvio (lo han denunciado los Sindicatos Penitenciarios… que la falta de recursos y deshumanización impiden llevar políticas de reeducación, reintegración y conductas sociales para los internos sin recursos), y aplicando un mayor control a las grandes mafias organizadas que ‘campan’ a sus anchas y el consumo de drogas adulteradas que circulan con ‘impunidad’ entre la población reclusa, actuando como guadaña de la muerte contra los internos, la gran mayoría drogodependientes vulnerables.

Es evidente que las injusticias sociales no las pagan quienes la generan sino quienes las padecen y sufren sus efectos. Reitero mi convencimiento de que la cárcel no reinserta y, por lo tanto, es necesario relativizar el papel de la misma como factor de disuasión frente al delito y rechazarlo como lugar de reinserción ,entendiendo que solo aplicando una verdadera justicia social (en derechos civiles),que prevenga la exclusión en todos los campos, desarrollando en nuestros centros educativos y en los barrios políticas sociales de previsión integración y laborales adecuadas ,utilizando alternativas a la prisión de tipo terapéutico y extendiendo medidas socio/sanitarias, que ya se ha demostrado que son muy útiles en la previsión del delito y, en general, todas las medidas que sean posibles para poner fin a la exclusión social y bolsas de pobrezas y marginación que, en la gran mayoría, son las verdaderas causas de la delincuencia.

Sirva la presente como testimonio de consideración a todos aquellos reclusos que cometieron delitos menores (nunca de sangre y excepciones graves) a los que las circunstancias de la vida les llevaron a delinquir y se encuentran privados del sagrado derecho a la libertad. ¡Yo no quiero hablar de rejas, ni tampoco de alambradas, hay otras cosas más raras y todo el mundo las calla. ¡Que dispersen los cautivos, si de ellos yo no hablo, mi grito va mas allá, yo amo la libertad… la libertad para todos, para el preso y el obrero, para el pobre y para el rico... La guillotina espere, detenido me tuvieron, la libertad la ignoré, me trataron de bandido y amarrado me pusieron, no paraban los castigos, pero no me convencieron… Todo esto es poca cosa, lo más grave es lo que veo ¡Una gran jaula de ‘Oro’ donde vive el mundo entero!.

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