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Y van tres

Seguimos intercambiando países como si fueran cromos

Primero fue la invasión y conquista del Sáhara Occidental en un contexto en el que la desarrollada Europa hacía caja con los territorios y las gentes de África. Acuerdos y tratados para repartirse los recursos del continente que llevaron al saqueo y la esclavitud para mayor gloria de la versión más ultra del nacionalismo -el imperialismo- y de la cara más agresiva del capitalismo depredador -el colonialismo-. Cada país europeo cogió su tajada, inventó países y dibujó fronteras arbitrarias sobre el mapa. España, aunque jugando en segunda división, también tomó su parte, que incrementó ya en el S. XX bajo la figura del protectorado.

Después llegaría a convertirlo en provincia española, dar DNI a la población para evitar una descolonización que exigían sus moradores y la ONU. Este episodio se saldó con la entrega del país por parte del entonces, por poco aún no rey de España, Juan Carlos I a su hermano -así se llamaban ellos- Hasan II, rey de Marruecos. Este último, mientras Franco expiraba, organizó la Marcha Verde y envió a unos 300.000 marroquíes a invadir el Sáhara a cuerpo descubierto. Táctica que no debe extrañarno: hace nada han enviado a miles de jóvenes a cruzar la frontera de Ceuta porque a los dirigentes de nuestros vecinos, un régimen autoritario y antidemocrático, la seguridad de su población les importa poco. Como la figura del emérito ha sido agrandada y sigue siendo defendida como el gran prohombre de la Transición, este episodio de entrega de la provincia sahariana, a cambio del apoyo estadounidense como futuro rey, ha quedado sepultado entre la montaña de defectillos que se le perdonan porque es muy campechano. Esta traición y abandono abrió un período de conflictos que mandó a la Hamada -el infierno- a miles de saharauis.

Y ahora viene Sánchez y aprueba las reclamaciones de Marruecos sin más y da carpetazo a las reivindicaciones saharauis. El Sáhara pasará a ser una provincia marroquí con autonomía. Todo con las garantías que el gobierno de su majestad Mohamed VI ofrece de respeto a los derechos humanos y las libertades. Una tercera traición, cuando menos, difícil de entender, por más explicaciones insulsas que nos ofrezcan. La realidad es que lo hemos vuelto a hacer y España, nuevamente, maltrata a los que un día consideró sus hijos. El difícil equilibrio al que juegan las potencias y que obedece, fundamentalmente, a esta estúpida estrategia de control territorial que nos mantiene siempre en prevenga y a los no menos importantes intereses económicos, se lleva por delante a los pueblos y no pasa nada. Seguimos intercambiando países como si fueran cromos.

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