Vista a Portugal

Envío

22 de mayo 2025 - 03:06

Debo al recordado don José Luis Comellas –estrellero, nefólogo, climatólogo, académico de Buenas Letras y gran historiador– un descubrimiento esencial para ejercer de gurú en tertulias de materia geoestratégica, ciencia que, desterrada del catálogo honorable de disciplinas desde su abuso por el nazismo, ha vuelto a la más rabiosa actualidad por mor de Putin, Xi Jinping, Trump y el festival de Eurovisión. Nada como una mesa de café y tres o cuatro señores de más de cincuenta dirigiendo, con suaves movimientos sobre el tablero, las direcciones más probables de las divisiones rusas o señalando los focos de resistencia en Gaza, Siria o cualquier otro desventurado rincón del planeta.

En memorable conferencia dictada cierto día de la primavera de 1975, en el aula 1 de la Facultad de Geografía e Historia de la Hispalense, a instancias de un grupo de mozalbetes agrupados en una fantasmal Junta de Acción Nacional, don José Luis ilustró al joven auditorio acerca de la asombrosa correspondencia entre los movimientos políticos, vaivenes históricos y regímenes de Portugal y España, generalmente con ligera ventaja cronológica lusa sobre el eco español que, inevitablemente, sigue al temblor portugués. Sabio como era, el profesor Comellas documentó su tesis con numerosos ejemplos que literalmente nos dejaron con la boca abierta. Y es que, sin duda, hay que contar con el azar en la historia, y la existencia de Portugal como nación total y plena –detesto los sueños panibéricos que acabarían haciéndonos detestar a nuestros tan queridos hermanos portugueses, y viceversa– es prueba irrefutable de su realidad, pero también con el destino que une de forma misteriosa a tierras y hombres que se asientan en el mismo solar y soportan la misma carga genética desde hace milenios.

Las recientes elecciones portuguesas merecen mucha atención no solo por lo mucho que nos debe importar e importa lo que hay al otro lado del Guadiana (visto desde Andalucía), también por lo que nos anuncia sobre un futuro próximo y, si el profesor Comellas tenía razón, que la tenía, inevitable. Cierto es que los separatismos que aquí nos afligen, y su consecuencia o hijo espurio, el régimen autonómico, fuerzan una situación en España que la han convertido en la gran excepción de la política europea. Sepa la derecha social en auge en todas partes, que el enemigo a batir entre nosotros es la configuración radicalmente antinacional del Estado. El resto, juegos a la hora del café.

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