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Adrián Fatou

No vodka on the moon, Ricky Dávila

15 de abril 2010 - 01:00

"Amigo Nikolai: Bienvenido a la luna. Debes de saber que a los que vivimos aquí nos llaman lunáticos. Somos un poco extraños y siempre parecemos ausentes y melancólicos. No te preocupes por eso. Hemos elegido este planeta porque la tierra es un lugar muy duro para pasar toda una vida. El señor Dávila también tiene su domicilio entre nosotros. Él es fotógrafo y por eso viaja mucho. Un día se marchó de excursión a la tierra, a un lugar que había descubierto muy, pero que muy al este del edén, una tierra atrapada por las nubes, el frío, la nieve y la historia. Estuvo unos días conociendo el territorio, sacó unas fotos, el tiempo pasó rápido. Entonces llegaste tú. Ricky tomó tu mano y te nombró le petit prince de su pequeña mansión lunar. No es un gran palacio, te dijo. Tampoco hace falta, le contestaste. Os montasteis en el globo y despegasteis rumbo a nuestro satélite. Ya tendrás tiempo de aprender que unas veces parece un queso, otras una espada y los días más sombríos se esconde para que no la molesten. Así es la luna, amigo Nikolai. Un lugar muy especial. Creo que eres un chico con suerte".

Esto es lo que escribe Federico Fuentes del colectivo UFCA bajo el título 'Carta para un jovencito del Este' como introducción a la exposición de Ricky Dávila 'No vodka on the moon', que en la actualidad se exhibe en la sede de Algeciras de dicho colectivo y que posteriormente va a pasar a Málga en la sala de Unicaja.

Con este trabajo Ricky Dávila (Bilbao 1964) decide firmemente cruzar la frontera de contar la realidad de forma directa o periodística para contar la realidad de otra forma, de la forma que a mí particularmente más me interesa la fotografía... la forma poética, la fotografía poesía.

Hay quien puede erróneamente (a mi juicio) creer que el medio fotográfico es el instrumento más eficaz para contar la realidad, porque puede reproducirla tal cual es. Pero eso no deja de ser una creencia miope, la fotografía, incluso la fotografía periodística, no es la realidad. Es, como todos los lenguajes, una interpretación de la realidad. No es más que la traducción a pixeles o a sales de plata oscurecidas del reflejo o la interpretación de una realidad. Pero una realidad es más que el reflejo de una imagen física. Una realidad es una amalgama, una encrucijada, un coctail de imágenes, sabores, olores, sonidos, conceptos, palabras, y sobre todo, sentimientos, sensaciones y … emociones.

Y esa es la frontera que magistralmente cruza Ricky Dávila en su trabajo 'No vodka on the moon'. Con sus ojos de forense capta y ofrece su visión de una sociedad, de una realidad física. Ucrania.

Un lugar que el autor, por motivos muy personales, visita como si de un extraterrestre se tratara. Ucrania, la patria de Nikolai, un lugar gélido, difuso, borroso, cruel, desolado. Pero lejos de mostrarnos esa realidad directa, la llena de tintes emocionales, de todo ese catálogo de sensaciones contradictorias, impotencias y crueldades que con motivo de su viaje le van afectando. Para así poder convertir una realidad dolorosa e inhumana en un motivo para la esperanza, para la ilusión, para rebuscar y encontrar en los más solidarios sentimientos del ser humano… Para convertir esa realidad cruel en pura poesía. Ucrania no es más que una excusa para reflejar sentimientos humanos.

Este trabajo de Ricky Dávila nos muestra los sufrimientos que afectan a los seres humanos en sus vidas cotidianas, nos muestra la Ucrania de enero de 2007, fecha en la que Nikolai abandona definitivamente el cruel orfanato de ese país para pasar a llamarse Nikolai Dávila Olano. Para ir a vivir a otro mundo, a la luna, donde le esperan seres extraterrestres, pero donde se acaba el vodka que probablemente marcaría su vida.

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