Jesús Benítez
David Gilmour, alma viva de Pink Floyd
La ciudad y los días
Es mentira que todos los musulmanes sean islamistas ("perteneciente al integrismo musulmán") y potenciales terroristas yihadistas. De ser así, dado que son unos 1.800 millones, los europeos estaríamos aún defendiéndonos de sus invasiones como entre el 711 y 1683, forzados a convertirnos o muertos. Es mentira que la convivencia entre los musulmanes y otras confesiones sea imposible. Pero es igualmente mentira que no exista un grave problema de integración de inmigrantes y crecimiento del yihadismo o que los atentados islamistas estén perpetrados por lobos solitarios: están ligados a un tronco integrista común y se han producido en todos los continentes del mundo siguiendo patrones idénticos.
Entre estas dos mentiras vivimos. Las primeras culpan a todos de las acciones de unos cuantos fomentando la xenofobia, como ha hecho Abascal. Las segundas prefieren utilizar eufemismos, como han hecho Sánchez y Feijóo en sus comunicados utilizando "fallecido" en vez de "asesinado", optar por el buenismo que agranda los problemas al negarlos o resignarse afirmando que hay que acostumbrarse a convivir con el terrorismo yihadista aceptando que cada cierto tiempo provoque miles, cientos o decenas de víctimas en una única acción o perpetren asesinatos individuales.
El crimen de Algeciras tiene una causa -el asesino gritó "Alá es grande"- y precedentes no sólo en África, donde tantos sacerdotes, religiosos y fieles son secuestrados o asesinados, también en Europa: "el martirio del padre Jacques Hamel está probado: hay una muerte violenta por odio a la fe cristiana" ha dicho el postulador de la causa de beatificación de este sacerdote francés degollado por dos yihadistas mientras celebraba misa en Saint-Étienne-du-Rouvray (Ruán). En el caso de Algeciras este odio está testimoniado por los testigos.
Las fuerzas de seguridad actúan con eficacia. Toca que lo hagan los políticos y la justicia, pese a lo complejo de la cuestión, desarrollando más eficaces políticas de integración, combatiendo la inmigración ilegal y acelerando los mecanismos de expulsión (el asesino de Algeciras está en situación irregular y pendiente de su expulsión de España, frenada desde junio del año pasado "por culpa de los trámites administrativos" pese a que -informa Onda Cero- "estaba en el punto de mira de las fuerzas de seguridad debido a su radicalización"). Ni xenofobia ni pasividad ni ciego buenismo.
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