La campaña para las elecciones catalanas del 12 de mayo se ha iniciado en medio de una incertidumbre política sin precedentes. La decisión del presidente del Gobierno de plantearse un periodo de reflexión, que concluye el lunes, para decidir si continúa en el cargo ha reventado la normalidad institucional y eso está teniendo consecuencias en el proceso electoral, como se ha podido comprobar en los primeros actos celebrados. Cualquier otra cuestión queda supeditada a cómo se resuelva el órdago lanzado por Pedro Sánchez. Ello añade confusión a una campaña que ya estaba planteada en términos muy extraños. Parte de esta se desarrolla en suelo francés porque uno de los principales candidatos es un prófugo de la Justicia y sería detenido si entrara en el territorio que aspira a gobernar. El prófugo en cuestión es el principal rival del candidato socialista, al que las encuestas consideran favorito. Pero es al mismo tiempo el principal aliado del Gobierno socialista de España en el Congreso y el que garantiza con sus siete votos la estabilidad de la legislatura. Un Gobierno que, en pago a ese apoyo, ha promulgado una ley de amnistía hecha a la medida del prófugo con el que compite a cara de perro en Cataluña. Tiempos de confusión que son consecuencia directa de unos pactos urdidos por Pedro Sánchez sin otro objetivo que asegurar su permanencia en el poder y que ahora quedan en entredicho por su decisión de cuestionar su propia continuidad. El presidente siempre había confiado en que colocar a Salvador Illa al frente de la Generalitat supondría un refrendo a la política que ha llevado a cabo desde que los resultados electorales de julio de 2023 crearon una aritmética endiablada para forjar mayorías. Pero ahora todo eso se queda entre paréntesis . En cualquier caso, bienvenidas sean unas elecciones que ayudarán a clarificar el panorama en una comunidad que necesita un cambio político en profundidad.