XXVI Festival de Jerez

Simplemente Antonio

Un momento del espectáculo de ayer en Villamarta.

Un momento del espectáculo de ayer en Villamarta. / Miguel Ángel González

No hay mejor forma que abrir el Festival de Jerez que hacerlo con el Ballet Nacional de España y recordando a Antonio ‘El Bailarín’. Así arrancó la XXVI edición, una cita que sirvió para reconocer el excelso trabajo de Antonio Ruiz Soler a lo largo de su dilatada carrera, pero también para poner en valor a las nuevas generaciones de la danza española, dirigidas en esta ocasión por Rubén Olmo.

El sevillano, que regresaba a uno de sus festivales fetiche, ha diseñado un montaje basado en las creaciones de Antonio, creaciones en las que ha sabido mantener su esencia pero a las que también ha añadido ese toque actual para contextualizarlas en la época en la que vivimos.

Así se sustenta este ‘Centenario Antonio Ruiz Soler’, un espectáculo de casi tres horas en el que, por momentos, nos traslada al pasado, sobre todo con la música en directo de la Orquesta Bética, y con algunos elementos como el vestuario, que ha sabido recuperar y restaurar para esta propuesta. Sobre esta base se apoyan las diez ‘Sonatas’, con música del Padre Soler, en las que la escuela bolera y la danza se dan la mano, a base de un ritmo vivo donde la coordinación y la técnica juegan un papel importante.

Rubén Olmo, en su baile por tarantos. Rubén Olmo, en su baile por tarantos.

Rubén Olmo, en su baile por tarantos. / Miguel Ángel González

Al pasado regresamos también con el ‘Vito de Gracia’, en la que Miriam Mendoza y José Manuel Benítez, nos devuelven a la actualidad a Rosario y a Antonio, que giran por el proscenio guiados por los focos de Hollywood.

No faltan las estampas flamencas, con el martinete que popularizó ‘El Bailarín’, pues fue él quien puso por primera vez baile a este cante en aquel ‘Duende y misterio’ grabado en Ronda; el zorongo a modo de paso a dos entre Inmaculada Salomón y Matías López, los caracoles, en los que sobresale Noelia Ruiz, puro nervio y manejo de la bata sobre el escenario, y sobre todo con Rubén Olmo, que aborda en solitario los tarantos, otro baile muy de Antonio, pero que en esta ocasión lleva a su terreno, un detalle de personalidad que le honra.

El otro gran bastión de la danza española, el folclore, tampoco falta a la cita. El ‘Asturias’ de Albéniz, indispensable también en los ballets del genial bailaor sevillano, brilla con luz propia a través de la templanza, la elegancia y la experiencia de Esther Jurado; mientras que Francisco Velasco, como ya hiciera hace cuatro años cuando también pasó por las tablas de Villamarta con el BNE, lo borda con ese complejo zapateado de Sarasate, que controla, domina y maneja con solvencia.

El cénit se alcanza con la ‘Fantasía Galaica’, cimentada en el baile popular gallego y cuya coreografía es todo un ejemplo de vivacidad, ritmo y colorido; sin olvidarnos del vestuario, en los que los trajes regionales también juegan un papel importante.

Todo con una sutileza y un cuidado que queda patente de principio a fin, no es de extrañar que el público les despidiera en pie y con palmas por bulerías. El Festival de Jerez ha empezado.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios