El testimonio de un sevillano ante las protestas en las universidades de EEUU

Una gran bandera de Palestina ondeando en el corazón de Washington DC

La estatua de George Washington, con la bandera palestina y la kefia.

La estatua de George Washington, con la bandera palestina y la kefia. / efe

Es viernes y anochece en el corazón de Washington DC. Un pequeño grupo de jóvenes judíos cantan canciones en hebreo a la entrada de University Yard, el espacio verde donde, desde hace más de una semana, cientos de estudiantes de la prestigiosa universidad George Washington llevan acampando y manifestándose pacíficamente contra la guerra entre Israel y Gaza. Varias decenas de personas, entre ellas algunos periodistas, escuchan con sumo respeto los cánticos hebreos. Uno de los presentes, también judío, viste una camiseta negra en la que puede leerse Jews Say Cease Fire Now (Los judíos piden que cese el fuego ya).

La escena, que pone los pelos de punta, está custodiada por una estatua de George Washington, el hombre que lideró la guerra de la independencia frente a los británicos y, en 1789, se convirtió en el primer presidente de los Estados Unidos. La estatua del padre de la patria estadounidense, al igual que todo el espacio circundante, ha sido alterada: los manifestantes han cubierto su cabeza con una kefia, el pañuelo tradicional de Oriente Medio y Arabia, y han cubierto su cuerpo con una bandera de Palestina.

Un grupo de personas rezando. Un grupo de personas rezando.

Un grupo de personas rezando. / efe

Ésta no es la bandera a la que hace referencia el titular de esta crónica. Esa otra bandera de Palestina, de grandes dimensiones, fue izada el jueves en uno de los mástiles que se encuentran al otro lado de University Yard, justo delante de Bell Hall, el edificio que alberga la reputada Escuela de Derecho. La izaron, quiénes si no, los estudiantes que se han unido a un movimiento que empezó en la universidad de Columbia, en Nueva York, el 18 de abril y que se ha extendido por, aproximadamente, un centenar y medio de universidades de casi todos los rincones del país.

En la noche del jueves, los propios estudiantes, temerosos de que su bandera fuera removida por la Policía durante la madrugada, decidieron recogerla y guardarla. Lo que no podían imaginar es lo que se encontrarían al día siguiente, cuando una enorme bandera de los Estados Unidos, de unos veinte metros de longitud, fue desplegada desde la azotea de Bell Hall. El mensaje de la dirección de la universidad fue claro y contundente. A falta de comunicación fluida entre las partes, guerra de símbolos.

Las tiendas de campaña instaladas en el campus. Las tiendas de campaña instaladas en el campus.

Las tiendas de campaña instaladas en el campus. / efe

Mientras que en algunos campuses universitarios la Policía se ha empleado con violencia para desmantelar los asentamientos creados por estudiantes -ha habido más de dos mil detenciones hasta el momento por estos incidentes-, en George Washington apenas se han vivido momentos de tensión entre las fuerzas policiales y los manifestantes. Quizá la razón de esta aparente calma sea que la universidad está a escasas cinco manzanas de la Casa Blanca y que un episodio como los vividos en las universidades de Columbia, California-Los Ángeles o Indiana, por citar solo algunos de los ejemplos más sonados, podría terminar salpicando al presidente Joe Biden. “Hay elecciones pronto y lo que pasa en Washington tiene una repercusión enorme, da la vuelta al mundo. Ya se demostró con el movimiento Black Lives Matter. Saben que aquí no pueden hacer lo que sí se ha hecho en otros sitios sin crear mucho caos y eso nos convierte en muy poderosos”, comenta Ria, una estudiante de Relaciones Internacionales que se ha erigido en uno de los portavoces del movimiento en esta universidad privada y elitista -el año académico, entre matrícula, alojamiento y demás gastos, puede superar los 80.000 euros- que fue fundada en 1821 y tiene más de 25.000 estudiantes.

Esta protesta estudiantil ha tomado forma precisamente cuando el llamado semestre de la primavera llega a su fin y los estudiantes de todas las universidades tienen que tomar sus exámenes finales y entregar los proyectos que les exigen en algunos de sus cursos. Para algunos, las clases han pasado a un segundo plano. Ria, sin ir más lejos, tuvo que abandonar el campamento el miércoles por unas horas para ir a hacer un examen final. “Desde luego, todo esto está afectándome académicamente. Por supuesto, me importan mis notas, pero me preocupa más que ya no existan universidades en Gaza y cómo están mis familiares y amigos cercanos que viven allí. Es una cuestión de prioridades. Lo primero que hago cuando me levanto cada mañana es asegurarme de que siguen vivos”, apunta Ria, quien, lo que son las cosas, confiesa que se quedó prendada de Sevilla cuando la visitó hace unos años.

Una activista en el campamento instalado en la Universidad George Washington. Una activista en el campamento instalado en la Universidad George Washington.

Una activista en el campamento instalado en la Universidad George Washington. / efe

Al margen de la crítica ubicación del campus de George Washington, existe otra razón de peso para pensar que a los rectores de la universidad no les interesa una confrontación desmesurada con los estudiantes que se han apropiado de University Yard. La mayor parte de ellos proceden de otras partes del país -además, un 12% son internacionales- y en cuestión de días se marcharán de la capital para hacer prácticas o trabajar durante los meses de verano. “Tomaremos una decisión cuando ese momento llegue. Yo tengo que volver a Houston, de donde soy, y allí saldré a la calle para hacer lo mismo que hago aquí: concienciar a la gente del genocidio al que están siendo sometidos los palestinos en Gaza”, concluye.

Una comunidad en su espacio

Las tiendas de campaña se amontonan en University Yard. Debe haber unas setenta en un espacio que no es especialmente grande, pero los estudiantes concentrados a última hora de la tarde pueden ser más de trescientos. Uno atraviesa el campamento y lo mismo ve a unos estudiantes pintando pancartas que a otros trabajando en sus ordenadores portátiles, jugando a las cartas o simplemente hablando de lo que los tiene ahí y no en otro lugar.

En una de las esquinas, un grupo de musulmanes reza sobre unas alfombras mientras en el lado opuesto se sirve comida gratuita a todo el mundo. El sentimiento de comunidad es innegable. Tienen hasta una pequeña carpa con pequeños auxilios. Es una comunidad, además, que parece estar muy bien organizada. Se tiene la sensación de que todos los que están involucrados en esta denuncia pacífica han establecido una serie de consignas claras.

Por ejemplo, llama mucho la atención las evasivas respuestas de algunos estudiantes cuando uno intenta recabar algo de información o, simplemente, extraer algunos testimonios. Parecen desconfiar de quien no les resulta familiar. Sólo un reducido grupo de estudiantes se encarga de atender a los periodistas. Ria es una de ellos y llegar hasta Ria no fue tan fácil. De hecho, fue finalmente posible gracias a la mediación de una periodista árabe que acababa de entrar en directo para la televisión en la que trabaja.

University Yard se ha transformado temporalmente en un espacio diferente y dicha transformación ha alterado en cierta medida el día a día en George Washington. Sin embargo, dos calles más abajo no hay aparentemente rastro del movimiento por la causa pro-palestina. Otros estudiantes se juntan en restaurantes cercanos para cenar mientras otros vuelven a sus dormitorios tras salir de la biblioteca. Los hay también en algunos bares cercanos donde ponen de fondo los play offs de la NBA.

No se trata de cuantificar lo difícilmente cuantificable, pero es incuestionable que el número de estudiantes que, de una manera más o menos activa, se está manifestando en contra de los ataques israelíes a la población de Gaza sólo representa una minoría del conjunto de la universidad. Lo peor no es que unos sí y otros no, sino la fractura que se ha podido producir entre ellos.

El caso de Ria solo es uno, el suyo, el de una estudiante profundamente comprometida con la causa, pero aun así su testimonio ilustra la fractura que, en mayor o menor medida, se ha producido entre estudiantes de la universidad: “Mi grupo de amigos ha cambiado completamente desde el pasado 7 de octubre. Me indigna saber que a algunos de mis amigos y a la mayoría de los estudiantes en la universidad no les importa lo que está pasando en Gaza cuando todos vemos los mismos videos que llegan desde allí. Parece que les da igual. No entiendo cómo una persona puede ignorar un genocidio como el que están sufriendo los palestinos, por no hablar de algunos comentarios asquerosos que hemos tenido que escuchar. Por el contrario, ha sido tremendamente gratificante ver que hay mucha gente que siente y piensa como yo; estudiantes que, en algunos casos, nunca antes habían pensado sobre Palestina y que ahora están apoyando esta causa sinceramente”.

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