La cultura gastronómica de la provincia de Cádiz es rica en repostería. Son dulces artesanos hechos conmaterias seleccionadas y gran dedicación.

Los dulces salpican toda la geografía de la provincia, pero es en Medina Sidonia donde se congregan, especialmente, los dedicados a la Navidad. Amarguillos, tortas pardas, alfajores, todos pertenecen a un rico legado gastronómico con fuerte influencia árabe, que en este municipio llega a su máximo esplendor.

Y es que una visita a Medina Sidonia significa adquirir cualquiera de estos ricos dulces, No en vano, esta bella localidad, a caballo entre la campiña y la sierra y situada en el Parque Natural de los Alcornocales, es un referente en repostería, algo que no sorprende en absoluto. Solo hay que darse un breve paseo para disfrutar de ese aroma que desprenden sus hornos tradicionales, que a más de uno le traerán recuerdos de su infancia. Ese olor responde a una mezcla de sus tortas pardas, unas canastillas de pasta de almendras rellenas de cabello de ángel; sus ricos amarguillos, una deliciosa emulsión de mazapán con un toque de almendra amarga, sus yemas, y su conocido alfajor, un delicioso producto a base de ingredientes totalmente naturales: miel pura de abeja, almendras, avellanas y diferentes especias que le dan un sabor característico.

La repostería de Medina Sidonia tiene una fuerte influencia árabe.

Es importante señalar que su elaboración es totalmente artesanal y sus maestros pasteleros siguen usando la misma receta que en la época árabe.

Y en este paseo por la repostería gaditana en Navidad no podía faltar el piñonate de Jimena, un producto de fácil elaboración y que ha pasado de generación en generación en las familias, de tal forma que en cada casa se hace de manera diferente. Y ya que se está en el Campo de Gibraltar, es imprescindible probar sus deliciosos borrachuelos, unos dulces de ascendencia andalusí en los que las especias, el anís y la miel tienen especial protagonismo. Su término deriva del vino que lleva la masa, que emborracha este producto.

Por último, finalizamos esta ruta, en su capital, donde el protagonista es el Pan de Cádiz, una receta típica gaditana compuesta por una masa de mazapán rellena de confitura de sabor suave y almendrado. Conocido también como Turrón de Cádiz, su origen se atribuye al pastelero gaditano Antonio Valls Garrido, quien lo creó en la pastelería Viena en los años 50. Y con él, el pestiño, ese dulce de sartén convertido ya en un símbolo de la transición entre las fiestas navideñas y el Carnaval. No hay que olvidar que la pestiñada marca el inicio de los actos gastronómicos de la fiesta grande de la ciudad.

Ya solo queda llenar la despensa con un buen puñado de estas deliciosas propuestas típicas de estas fiestas y redescubrir, un año más, las bondades de la rica y variada repostería gaditana.

Obrador de Aromas de Medina.

Creaciones celestiales

La tradición repostera artesana ha estado durante siglos íntimamente ligada a conventos y monasterios. De tal forma que las monjas endulzan el año, pero de manera muy especial la Navidad, con sus ‘creaciones celestiales’.

Son productos hechos a mano, sin ningún proceso industrial y con ingredientes totalmente naturales. Aquí, la calidad está asegurada y, al mismo tiempo, se colabora en el sustento de los conventos de clausura, que tienen en la repostería una de sus escasas fuentes de ingresos.

Cádiz cuenta con una importante oferta de repostería conventual. Son monasterios y conventos de clausura de ciudades como Arcos, Cádiz, Chiclana, Jerez, Medina, El Puerto, San Fernando y Sanlúcar, donde se hacen turrones, roscos, yemas, pastelitos de gloria, alfajores, mantecados, hojaldrinas, mazapanes, polvorones, roscos, sultanas… Delicias que saben a gloria.