Toros

Triunfo de Gómez del Pilar con un novillo de vuelta al ruedo

  • La novillada de Rocío de la Cámara tuvo variedad y se pidió el indulto del cuarto utrero

Interesante tarde en El Puerto con tres novilleros dispuestos y un encierro que tuvo contenido y variedad hasta el punto de que por muy poco, además de una puerta grande, se le hubiera dado la vuelta al ruedo a un novillo.

Y seguro que el espectador se lo pasó muy bien. Porque hay vida más allá de Morante y las figuras, y en una novillada picada, la segunda de toda la temporada en la provincia, un buen aficionado puede llegar a disfrutar mucho.

Naturalmente que lamentará ese buen aficionado que El Pijorro se haya ido de vacío con el peor lote y sin poder rematar con el complicado sexto, como lamentará que no le hubiera dado una justa vuelta al ruedo al cuarto de la tarde, novillo para el que incluso se le pidió el indulto. Pero el presidente ignora -o no figura entre sus crípticos criterios- que si no da el premio gordo procede el inmediatamente anterior, y el novillo pasó sin más honores a la tabla del carnicero.

En el toreo se está perdiendo la proporción. No se gradúan los premios. El público -que no el aficionado- quiere todo o nada. Así las vueltas al ruedo de un torero sin cobrar oreja están desaparecidas, y ahora van camino de la extinción las ovaciones en el arrastre o las vueltas al ruedo al son del cascabeleo de las bestias y los trallazos de los mulilleros.

Ya no se distingue ni se matiza; ya no hay ovaciones de salida a un toro, ya todo es orejerismo o indulto en estos predios. El virtuoso término medio, el matiz, esa amplia escala cromática a en la que el publico se expresaba desde la bronca al rabo, o desde los pitos en el arrastre al indulto, se está perdiendo. Justo es que se perdiera la bárbara costumbre de quemar la plaza, pero no la vuelta al ruedo a un novillo.

En esta radical fiesta no cabe ya matizar con el ganado. Así un gran novillo o un novillo de bandera o un utrero de vacas de simple utilidad ganadera, conmueve al público a ser el rey de Marruecos por un día y conmutar la pena de la suerte suprema. Y lo digo subrayando que la estocada es la piedra angular del toreo. A este paso eso de que las vacas se quedan viudas a las cinco de la tarde va camino de convertirse en una simple ocurrencia de Álvaro de la Iglesia.

Y el toreo es rico, es variado, es divertido y trágico, es riesgo y grandeza. Si hoy no primara ese chiste de los idólatras de las figuras de "Fulano y dos más" hubiera habido más aficionados en la Plaza Real, y no el pobre concurso de público de ayer, escasa concurrencia que seguro que se lo pasó muy bien. Pero si no se ve más allá de las figuras no hay sitio para los novilleros

En fin: revalidó cartel en esta plaza Rocío de la Cámara tras el buen nivel que mostró en marzo y la terna novilleril se justificó con valor y maneras.

Gómez del Pilar tiene sitio y viril estilo. Se le vio firme ante el primero, novillo brutote y sin clase que fue perdiendo ínfulas, pero donde mostró sus dotes torearas fue en ese cuarto bueno, gr an novillo, que permitió a Gómez del Pilar dejar momentos de gran belleza al natural y templados muletazos con la de firmar. Muy buen nivel de este torero que se convirtió en el triunfador del festejo abriendo el marcador. Novillo con clase y bondad además de presencia: Noble y franco en la embestida, al cabo de la faena adquirió tal punto de duración y certeza en la acometida, que además de inspirar bellos trazos del novillero, embriagó al público.

Martín Escudero, de Galapagar y apellidos de prosapia taurina, descolló notablemente. Dio la impresión de ser un novillero con valor, sereno, decidido y sin perder el brillo de mantener la figura compuesta, la muleta tersa y la colocación ortodoxa.

También se le vio más al de Galapagar en su segundo que frente a su primero. Aquel fue un utrero que tuvo muy buen son pero perdió fuerza como perdía la sangre que se le escurría por la pezuña. Con el encastado quinto, que hubiera desbordado por el izquierdo a no pocos toreros, gobernó la embestida con valor, buen gusto y torería. Justa oreja.

El Pijorro bien, pero se fue de vació. Su primero se apagó como una vela. Comenzó bajando mucho la mano pero el novillo no lo soportó. Su segundo fue suelto, avisado, reservón. Enterándose y sin romper adelante, El Pijorro atacó, se enfadó y no se afligió, pero no tuvo material para cerrar el epílogo que merecía la tarde.

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