Feria de Jerez

Nicolás Domecq, de 'San Luis' al cielo

  • El ganadero jerezano recogerá mañana su último gran premio, el Caballo de Oro Sus caballos árabes de línea española se resisten a mezclarse con genes de otros mundos

Enhorabuena. Es usted el protagonista del sábado de Feria. ¿Qué va a decir mañana cuando recoja el Caballo de Oro? "¡Viva el Betis!". ¿Es usted del Betis? "No, pero mi yegüero sí". Todo un guiño de un jerezano que nació en Sevilla hace setenta y un años en un micromundo que rota sobre sí mismo desde hace varios siglos, el apellido Domecq, con lo que eso pesa. ¿Cree que le han premiado por ser quien es? "No, yo creo que he cumplido con mi trabajo como ganadero y como heredero de una ganadería histórica que se remonta al siglo diecinueve".

El deber cumplido del escultor y criador de los caballos árabes más bellos y rústicos de España se resume en esto: ocho campeón de campeones, catorce campeones de España, trece subcampeones, cinco Copas del Rey y dieciséis premios internacionales conseguidos a lo largo de cuatro décadas en la que ha visto de todo. Ha visto cómo el caballo de raza árabe de estirpe 'pure spanish' ha triplicado el valor del caballo de pura raza española y cómo el valor de la sangre que con tanto celo conserva caía en la bolsa de la cría equina a la vez que se cotizaba al alza la estirpe cartujana. Esto último ha sido en pleno boom inmobiliario y la tendencia cambió cuando al PRE le cayó el ladrillo en lo alto de su histórico lomo. Ahora Nicolás ha esculpido una media sonrisa en su cara. La sangre árabe 'pure spanish' vuelve a tomar la delantera en el mercado ganadero. Hace unos días, durante la subasta de ganado selecto celebrada en Garrapilos, los maravillosos caballos del desierto se pagaban al doble que la sangre española, pero con matices.

Nicolás Domecq Ybarra sigue presumiendo de mantener viva en la finca 'San Luis', frente a la Laguna de Medina, una estirpe ganadera centenaria que es admirada en el continente americano por su belleza, funcionalidad y fuerza. Nada que ver con el caballito árabe que cría el resto del mundo, de líneas kazajas, con un perfil facial tan exagerado que empieza a complicar funciones tan vitales de un ser vivo como respirar. El jerezano no cría muñecos caros, cría caballos de deporte que se resisten a mezclarse genéticamente con apellidos de otros micromundos. Pero llegará el día que no tenga manera de refrescar su estirpe y todo acabará. Se acabará el 'pure spanish', se acabará el micromundo Domecq de la finca 'San Luis'. "Para mí no es fácil mantener la estirpe porque cada vez son más los colegas que se están abriendo a sangres rusas. Ya veremos".

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