Una frase que se repite machacona e interesadamente las últimas semanas en el ambiente político, periodístico y social es que a los problemas políticos hay que darle soluciones políticas, sacándolos de la deriva judicial a la que se han visto abocados para pinchar el globo de la tensión. Esto, además de ser falso no soporta una mínima consistencia argumentativa.

Es menos creíble si quien lo sostiene defendía con contundencia lo contrario hace tan solo dos meses y aun más triste si la razón de ese cambio es la necesidad de un puñado de votos para una investidura. Estamos en el tiempo de que si hay que retorcer la Constitución, reventar la separación de poderes, mentir con desparpajo en el Parlamento- sede de la soberanía nacional- o ciscarse en el imperio de la ley para abordar un “problema político”, se hace.

Lo más increíble es que hay mucha gente más o menos imbuida de sectarismo ideológico que lo compra, que lo justifica creyéndose más moderno y avanzado aun defendiendo lo indefendible. Incluso juristas-con prestigio o sin él- se apuntan a este aserto idiota. Por esa regla de tres, sería posible una amnistía generalizada para todos los asesinos de ETA, estén o no en la cárcel. Prefiero no dar ideas.

Por encima de como abordemos las cuestiones políticas está la prevalencia del imperio de la ley, que en una democracia nos garantiza que sigamos aspirando a ser libres e iguales. Si se rompe el equilibrio entre poderes, la democracia se pervierte. Con un poco de lectura atenta de nuestra historia encontrarían similitudes que les dejarían helados. El golpe independentista pudo tener origen político pero sus acciones fueron delictivas. Llamar a la Rebelión Cívica demostrando en la calle que no se está de acuerdo con esta deriva destructiva de nuestro sistema de libertades no es golpismo, es sentido común.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios