Una reciente campaña de la Marea Verde de Cádiz anima a los padres a matricular a sus hijos en edad de escolarización en la Escuela Pública en vez de la enseñanza religiosa, normalmente concertada. Hasta ahí, vale.

Hay quien considera que todo debe ser público, que no hay otro modelo permisible que la educación de titularidad estatal, que los colegios de ideario católico deberían desaparecer. Disiento, pero cada cual está en su derecho, incluso aunque ello se oponga radicalmente a la libertad de educación del artículo 27 de la Constitución Española.

Que lo público más allá del concepto de lo común, se haya convertido en religión, me parece mal, pero como la democracia debe permitir el debate y el contraste de pareceres, todo esto es discutible.

A mí me parece un visión cegata y estrecha del mundo. Para gustos, colores.

Lo que está mal en la Marea Verde es el modo en que defiende sus ideas; el cartel es terrible, aparece el perfil de un niño y un religioso con sotana y el mensaje ‘salva a tu hijo, salva a tu hija’. Es bastante miserable e injusto hacer pagar a todos por los pecados de algunos.

Es como decir que todos los políticos son corruptos, ladrones y aprovechados, que todos los entrenadores deportivos o padres de familia son agresores sexuales, que todos los sindicalistas se pegan mariscadas incruentas a costa de sus trabajadores afiliados. Es el mismo prejuicio que el del inmigrante delincuente, el hombre que pertenece per se al género maltratador o el que soportan otros por el color de su piel.

Estas plataformas -llenas de apóstoles de lo público- tienen en el fondo un ánimo excluyente poco común, pregonan la diversidad pero nos quieren a todos colectivizados, alineados en una homogeneización aburrida y carcelaria. Que no nos quiten nunca la libertad de elegir, que es lo único que nos va quedando.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios