Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

El día de San José de hace veintidós años llegaron a la Cartuja de Jerez las Hermanas de Belén, manteniendo la tradición de la vida monástica que durante tantos años habían testimoniado los Cartujos de la Orden San Bruno. Silencio, oración y trabajo. Dos décadas después, también en San José, las Hermanas parten a otros destinos fuera de España. Los beneficios recibidos por tantas personas no caben en un millón de artículos que se pudieran escribir, eso queda en la intimidad de cada uno con un valor intangible, en lo más escondido del corazón. Lo recibido por la Iglesia Diocesana tardará tiempo en ser valorado en justicia, es probable que la perspectiva de los años aumente lo que hoy percibimos, las Hermanas de Belén seguirán haciendo mucho bien tras su marcha porque seguirán rezando por este pueblo que ha sido, que es el suyo. La Cartuja entra ahora en un tiempo nuevo, quizá algo incierto, no podemos negarlo; dependerá de cómo la tratemos. Los primeros, los dueños del edificio, Patrimonio del Estado, que deberá ser sensible a tan magno y costoso conjunto arquitectónico, sin su compromiso será difícil sostenerlo; después, el resto: la Junta, que vela por los BIC, la Diputación por ser el monumento más importante de la Provincia, el Ayuntamiento, por lo que significa La Cartuja en la historia local -algo más que piedras maravillosamente colocadas- con su acervo cultural y espiritual rendido a lo largo de los siglos; y por supuesto el Obispado, que tanto tiempo lleva invirtiendo recursos económicos y humanos en su mantenimiento y en darle la vida para la que fue concebida. Es un poco tarea de todos -más allá de titularidades y competencias- seguir dándole sentido a La Cartuja, a lo que fue en su origen, a lo que ha significado en nuestra historia y a lo que está llamada a seguir siendo. Merece la pena.

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