Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Cuarto de Muestras

Viejas compañías

“La nostalgia es la que se encarga de poner las cosas en su sitio”

Pasé mis primeros años de casada, escuchando indefinidamente a María Callas y a María Jiménez. En nuestro pequeño apartamento, según la hora y mi estado de ánimo, sonaba una u otra, La Callas o La Jiménez (ambas merecen anteponerle el artículo como grandes divas que son). Si me daba un baño achicharrante, en las tardes de lluvia, en los días más fríos de invierno, era la voz dramática de la soprano quien sonaba con sus arias tristes. En los días de verano, en la cocina mientras guisaba y, especialmente, cuando me arreglaba para fiestas y bodas me ponía a la de Triana; por ella, me salían los estilismos más escotados y me atrevía a pintarme un poco más. Si hacíamos un viaje se venían con nosotros y nos cantaban por el camino alegrando la ida María Jiménez y espantando el sueño y el cansancio, a la vuelta, María Callas. Lo peor vino cuando me dio por cantar con ellas, así, con intensidad, y empecé a descubrir la capacidad de mi marido de poner caras asesinas. Comprendí que cuatro éramos demasiados y que me iban a tirar en cualquier momento los discos por la ventana. Por dar gusto, cambié de tercio, le regalé a Charles Aznavour, que habla de la bohemia, pero con más calma que las otras dos y que, a veces, suena a eso tan anodino que llaman hilo musical. Se hizo la paz.

Aunque les sorprenda el matrimonio ha sobrevivido hasta a Manolo Caracol y su pena traidora, que fue otra de mis tantas obsesiones. Cuando suenan nuestras Marías, Callas o Jiménez, nos miramos con mirada cómplice. Es como detenerse en una postal del viaje de novios o ante cualquier sitio de la memoria en el que se era tan feliz que ni siquiera se sabía. La nostalgia es la que se encarga de poner las cosas en su sitio o de magnificarlas como el canto de mis divas.

Quizás el talismán de esas dos mujeres, su fuerza creadora y su debilidad a un tiempo, fue su capacidad de amar hasta romperse, posiblemente, a quienes no debían. No creo que el sufrimiento nos haga mejores, pero si más vulnerables, más porosos a la vida, más profundos, más cercanos a la verdad de las cosas. Ojalá pudiera evitarse, pero el dolor, a los escogidos, le abre los ojos al mundo y sólo con los ojos abiertos se puede crear, emocionar y conmocionar a los demás.

Si alguna vez me ven con rímel de más ya saben a quién se lo debo. Si mi mirada es triste y serena, ya saben por quién es. Hoy tengo la voz apagada.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios