Cuarto de Muestras

Lo que los periódicos enseñan

Asociados a mi infancia y juventud están los periódicos

Soy de una generación en la que los padres no eran amigos de sus hijos y mandaban una barbaridad sin remordimiento alguno. Nada más levantarte ya te mandaban a comprar los periódicos y el pan y, un minuto después, te hacían salir de nuevo a por la fruta. Antes de que te dieras cuenta ya te habían mandado salir otra vez al almacén de la esquina (en la mayoría de las esquinas había almacenes) a por algún desavío. Así se pasaban las mañanas cuando no tenía cole hasta que, afortunadamente, cerraban las tiendas. Los enfados, castigos, órdenes, regalos y equivocaciones de los padres no tenían más razón que el propio instinto. Éramos paradójicamente mucho más libres e independientes que cualquier niño de hoy y, quizás más educados, aunque con menos formación. Disfrutábamos de nuestro aburrimiento.

Asociados a mi infancia y juventud están los periódicos. Su forma de llegar a casa; su culto a la lectura reposada de las noticias; su veneración por lo que en ellos se contaba; su manera de colmar, no sólo la curiosidad de lo que había pasado sino también, la subjetiva opinión en las más renombradas columnas. Leer los periódicos era, hoy lo sé, una forma de educar, de respetar el silencio y hacerlo productivo. Un vuelo sosegado a ras del tiempo que enseñaba a mirar y a opinar.

Los periódicos tenían un orden de lectores y de lectura y, al ser yo la más pequeña de mi casa llegaba a ellos la última. Sabía esperar. Los domingos, mi padre escogía qué leer primero y, a partir de ahí los demás iban escogiendo diarios y suplementos que después se rotaban. Incluso sacábamos algunas páginas para cederlas y que todos tuviéramos algo que llevarnos a los ojos. Cuando un artículo lo merecía, alguien hablaba de él y lo leía en alto, aunque después cuando por fin llegara a nuestras manos lo volviéramos a leer. La prensa tenía prestigio y la lectura de los periódicos era una rutina y una necesidad. Han pasado los años, los periódicos se han vuelto digitales y han pillado el ritmo que la sociedad les ha impuesto cuando su crédito venía del reposo. No se puede ir contra los tiempos ni a los niños se les puede mandar tanto ni leer en alto ni casi educarles.

Uno de los Diarios del Grupo Joly, el Diario de Jerez, cumple el milagro de sus cuarenta años. Sin su lectura y sin su compañía que fue en casa rutina y necesidad desde siempre, hoy no sería la misma. Mil felicidades y gracias.

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