Programación Guía de la Feria de Jerez 2024

Diario de la pandemia. Día 4

El estornudo de China

Una mujer pasa por delante de un bar cerrado.

Una mujer pasa por delante de un bar cerrado. / Antonio Pizarro

Otra utilidad de la crisis: la recapitulación de algunos meses pasados, pongamos los que llevamos de este año. Dos más estos diecinueve días de marzo, un tiempo apergaminado en los periódicos que se han ido amontonando en un rincón del piso. Tiempo acumulado, estático en las páginas de papel prensa, tiempo gastado, a veces bien y no tanto otras y en ocasiones echado a perder, tiempo en el que siempre es lo mismo lo que ocurre: los hechos, los acontecimientos y los sucesos de los que se informó en una determinada fecha, esa y no otra. Ese día ya es así para siempre, y uno coge un periódico viejo y vuelve a hojearlo y a ojearlo y lo (re)vive como si fuera el presente. Se traslada a una jornada –la que señala la fecha en la cabecera– en la que no reparó en cierto incidente del que se daba cuenta o pasó por alto una información que ahora retorna como un boomerang y golpe bruscamente entre los ojos.

Doy con algo así ahora, en estas horas víricas.

Según los datos de una encuesta realizada los últimos días de febrero, los españoles –así, a pelo, los españoles, no algunos españoles, como cuando se dice la “toda Sevilla” o el “todo Jerez”, por ejemplo, y hay un montón que nos quedamos fuera de esas comillas generalizantes– seguían “con interés” pero “sin alarma” la epidemia –entonces era esto, epidemia– del coronavirus. Los consultados se mostraron ante los consultores como personas que seguían muy de cerca las informaciones sobre la cuestión. Los consultados de los sondeos resultan ser casi siempre ciudadanos serios, independientes, comprometidos, informados, orientados e implicados en dar respuestas “satisfactorias” al consultor. Los consultados son eminencias en consultas. Saben más de ellas y sobre ellas que los consultores. Saben qué responder. Pero si se tienen en cuenta comportamientos posteriores, resaltar que a finales de febrero la mayoría de españoles se las daban de interesados en “eso” del coronavirus es tanto como decir que a la mayoría de los andaluces les vuelve locamente nacionalistas el 28-F y van a estar liándola parda mientras el aeropuerto de Sevilla no sea rebautizado como aeropuerto Blas Infante. ¿Quién, con toda sinceridad, hubiera respondido en aquellas fechas al encuestador que el coronavirus le importaba un bledo porque era un fenómeno lejano, extraño, aislado o pasajero?

Uno no recela de las encuestas. Que también. Uno no se fía principalmente de los encuestados. De la mayoría de ellos; o sea, de los que triunfan en los porcentajes, lucen la horquilla más brillante y se adueñan de la cuña más sabrosa del queso demoscópico.

La mayoría de los españoles, por aquellas fechas, aún teníamos al coronavirus por un resfriado de China. Pero se nos había olvidado eso que nos habían repetido tantas veces: lo que le pasaría al mundo el día que China estornudara.

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