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ARGYLLE | CRÍTICA

El espía que surgió del marketing

Dua Lipa y Henry Cavill en Argylle.

Dua Lipa y Henry Cavill en Argylle. / D. S.

El sueño americano debe ser cierto, o al menos algo debe sobrevivir de él. Dice su editorial que Elly Conway escribió su primera novela sobre el agente Argylle mientras hacía turno de noche como camarera en una cafetería. Como también debe ser cierto -no: lo es- el éxito de las estrategias de mercado americanas. Parece que la adaptación de la novela que convirtió en escritora famosa a la camarera se anunció antes de su publicación, llegando el manuscrito a manos del director Matthew Vaughn que, al leerlo, lo consideró el núcleo de una franquicia de espionaje solo comparable a la edición del primer Bond de Ian Fleming. Está claro que, de ser esto cierto, exageró. Para que no falte de nada también parece que nadie ha podido desentrañar el misterio de quién sea en realidad la agraciada novelista, pues Elly Conway es un seudónimo. Hasta se hizo correr el bulo de que la autora era Taylor Swift, como si a la criatura no le bastara coleccionar Grammy. Y todo se enrevesa más al aparecer en la película, interpretada por Bryce Dallas Howard, como la novelista creadora del agente Argylle que acabará viéndose inmersa en la trama que ha creado, derribados los límites entre ficción y realidad.

Uniendo las dos líneas de sus juegos con los límites entre realidad y ficción en el universo de los superhéroes (Kick-Ass: listo para machacar, 2010) y con una visión paródica pero no abiertamente cómica del universo de los espías (las tres entregas de Kingsman, 2014, 2017 y 2021), Matthew Vaughn se recrea adaptando esta novela de misterioso origen escrita por una igualmente misteriosa autora como un enrevesado lío de espías en el que los hechos pasan con naturalidad del ordenador de la novelista a la realidad para, desde esta, irrumpir en el sosegado mundo de la escritora.

La perfecta mercadotecnia previa, la acumulación de enredos y giros sorprendentes y el lujoso reparto del que destacan Dallas Howard y Sam Rockwell no logran satisfacer las expectativas. Queda en una fantasía entretenida con algunos momentos espectaculares logrados, pero no tan divertida ni tan sorprendente como pretende. Y por ello inferior a los anteriores juegos paródicos de Vaughn con los universos del espionaje.    

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