Festival de Mérida

‘Las nubes’: Aristófanes y los peligros de la retórica

  • El director Paco Mir, Pepe Viyuela y un reparto andaluz en su mayoría representan hasta el domingo en el Festival de Mérida un enredo sobre la falta de escrúpulos de los charlatanes

Mariano Peña, Cristina Almazán y Moncho Sánchez-Diezma, en una escena de ‘Las nubes’.

Mariano Peña, Cristina Almazán y Moncho Sánchez-Diezma, en una escena de ‘Las nubes’. / Jero Morales

Si usted experimenta la paternidad como una carga, y la actitud irreflexiva y díscola de su hijo le está acarreando problemas, y siente que las deudas que se le amontonan por culpa de su vástago lo asfixian, piense con alivio que no está solo, que su caso no es único, que en su familia no hacen sino perpetuar una vieja inercia, un linaje ancestral de hombres y muchachos que pese a los vínculos de sangre y el afecto no se entendían y sobrellevaron sus identidades antagónicas con pesar y extrañeza. La perplejidad y la ira que le produce su descendiente ya la contó Aristófanes en Las nubes, en el año 423 a. C., una obra en la que el comediógrafo griego partía de una relación paterno-filial desastrosa para cargar contra su enemigo Sócrates y lanzar dardos contra la retórica. Porque Estrepsíades, el protagonista, acudirá al Pensadero, la escuela sofista, para armarse de una dialéctica rotunda y poder así, provisto de argumentos irrebatibles y de una locuacidad arrolladora, librarse de los acreedores y de la ruina que lo acecha.

Y si usted ha decidido, como tanta otra gente, hacer obras en una vivienda o en ese proyecto que anhelaba emprender desde hace tiempo, y comprueba con inquietud que el arquitecto está disparando el presupuesto con algunas decisiones, Las nubes, la adaptación que ha hecho Paco Mir del clásico y que se representa hasta este domingo en el Festival de Mérida, también es su espectáculo. Porque el legendario componente de Tricicle ambienta su propuesta en los días en los que se terminaba de construir el teatro de Augusta Emérita, cuando el gerente del coliseo (Mariano Peña) le muestra a la empresaria que ha puesto el dinero (una Cristina Almazán en la plenitud de sus facultades) la ambición con la que el arquitecto Calatravium (Moncho Sánchez-Diezma) ha ampliado el auditorio de las mil plazas previstas inicialmente a las seis mil y ha optado por la modernidad de que los espectadores puedan sentarse en bancos de piedra. Ya adivinan qué texto griego va a inaugurar, en el enredo que propone Paco Mir, este teatro romano: Las nubes. En esa primera función, Estrepsíades tendrá el rostro de Pepe Viyuela, su hijo Samuel Viyuela dará vida a Hipocomiso, el joven fanático de la hípica que ha invertido una fortuna en los caballos, y de declamar el pensamiento aquí cercano al delirio del en otros ámbitos venerado Sócrates se encargará Manuel Monteagudo.

Manuel Monteagudo es un Sócrates humano y desastrado. Manuel Monteagudo es un Sócrates humano y desastrado.

Manuel Monteagudo es un Sócrates humano y desastrado. / Jero Morales

Mir, que este año recopiló sus viñetas humorísticas en el libro Neuras diarias, se divierte captando el caos que suponen los ensayos y la representación de una obra de teatro, con esa empresaria que empieza censurando los momentos de humor escatológico y acaba sucumbiendo al hechizo de las tablas, o actores olvidadizos que pierden el hilo de su narración. Pero Las nubes se revela también como un artefacto de indudable vigencia en su denuncia de los charlatanes, en la vileza con la que los pobres de espíritu, los mentirosos y los manipuladores, retuercen las palabras sin importarles la verdad para conseguir sus propósitos.

El director catalán, que reside ahora en Sevilla, ha agrupado a un reparto en estado de gracia, un elenco andaluz en su mayoría y en el que repiten con Mir, tras El perro del hortelano, Monteagudo, Sánchez-Diezma, Paqui Montoya y Amparo Marín. Estas dos últimas encarnan entre otros personajes a las Nubes, las deidades cuyo cometido es inspirar y llevar por la senda de la razón al zoquete de Estrepsíades.

Mir respiraba aliviado la noche del miércoles, después del estreno. "Como autor, he visto que todo funciona, que el público se ríe donde tenía que reírse, aplaude donde no sabíamos que iba a aplaudir. Es una comedia que fluye", dice sobre una función en la que aún le "falta" la "experiencia completa: un día voy a actuar de nube para sentir toda la conexión con el público".

Pepe y Samuel Viyuela, padre e hijo también en esta ficción. Pepe y Samuel Viyuela, padre e hijo también en esta ficción.

Pepe y Samuel Viyuela, padre e hijo también en esta ficción. / Jero Morales

Para Mariano Peña, "venir a Mérida es como ir a la Maestranza de Sevilla; ahí es donde se ven a los buenos toreros y aquí a los buenos actores". Mientras Monteagudo y Sánchez-Diezma debutan en el festival, a pesar de su extensa trayectoria, Pepe Viyuela ha protagonizado ya ocho obras, pero sigue estremeciéndose cada vez que pisa el Teatro Romano. "Cada vez que bajo de ese escenario tardo mucho en tocar el suelo de la realidad. La magia que desprende esa piedra, la energía que uno absorbe... Es una vivencia tan sobrenatural que es posible que esta noche sueñe con ella. Lo haga o no, esta obra ya es un sueño", afirma el actor. Su hijo, Samuel, recuerda que fue un verano que acompañó al padre a la ciudad extremeña cuando sintió el veneno de la actuación. Ya habían compartido escenario otras veces, pero "aquí hay un tú a tú muy intenso". Mir bromea al respecto: "Yo creo que las collejas que te pega tu padre en la obra no se las daría tan fuertes a otro actor...".

La producción está agotando las localidades, algo que Paqui Montoya acoge con entusiasmo. "Hay un momento en que las nubes bajamos por las gradas y atravesamos un auditorio con tres mil personas. Los Rolling Stones tienen más interiorizado lo de actuar para tanta gente, pero nosotras no", confiesa la actriz. Parece que Zeus, de cuya existencia se duda en la función, ha intercedido para el milagro.

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