El mundo de ayer
Rafael Castaño
Una línea en la pared
Si Didier Drogba decidiera mañana mismo dar el salto a la política y presentar su candidatura a las elecciones generales del próximo 29 de noviembre en Costa de Marfil, nadie duda de que sería designado presidente del gobierno por mayoría aplastante. El ariete del Chelsea ya era mucho más que un simple jugador de fútbol en su país antes de proclamarse el número uno de su continente -galardón que recibió en 2006-.
Su compromiso social con una nación presa de la inestabilidad desde hace más de cinco años por culpa de un conflicto armado entre las fuerzas gubernamentales leales al presidente Laurent Gbagbo y los rebeldes, que se hicieron fuertes en el norte del país, ha sido siempre ejemplar. El poder de convocatoria y carisma del capitán y estrella de Los Elefantes es tan grande que ya ha conseguido en varias ocasiones que la paz volviera a reinar en las calles del país.
Durante la edición de la Copa de África de 2006, en Egipto, Drogba vivió con honda preocupación desde la concentración de Los Elefantes en El Cairo los graves disturbios que hicieron de Abidján, la capital del país, el epicentro de una guerra callejera en los días previos al inicio del campeonato. La dramática situación llevó al pichichi de la Premier League hace un par de años a pedir públicamente a ambas facciones que volviera la calma el día antes del debut de su equipo ante Marruecos. Y funcionó. De hecho, sus goles con la elástica naranja son lo único que festejan con idéntica felicidad ambas facciones en una lucha que desde hace año y medio se ha dado una tregua que debería cristalizar en los próximos meses con la deseada celebración de unos comicios que, se espera, clausuren definitivamente las luchas internas.
El hercúleo ariete costamarfileño ya ha manifestado en más de una oportunidad su orgullo por haber contribuido con algunos goles clave, como aquel que clasificó a su país por primera vez para un Mundial; o el penalti que metió a Costa de Marfil en las semifinales de la CAN 2006, a que todos sus compatriotas al unísono se echaran a la calle para festejarlo sin importar las inclinaciones políticas del vecino. "Estoy feliz por mi pueblo, por la alegría que hemos podido darles en momentos tan difíciles. Ojalá los buenos resultados de Costa de Marfil sirvan para llevar definitivamente la paz a mi país".
El mejor jugador africano de los tres últimos años, con permiso de Kanoute, Essien y Adebayor, tampoco se ha cansado de pedir a quienes tenían en su mano la potestad de detener la violencia en Costa de Marfil que hicieran lo imposible para lograrlo y acabar con un conflicto armado que dejó seriamente tocada la economía de un país de 25 millones de habitantes. "Como futbolistas representamos a Costa de Marfil. Somos sus embajadores y asumimos esa responsabilidad. A nosotros se nos pide que saltemos al césped y hagamos un servicio por el país. Cuando las cosas no salen bien, se nos critica, y nosotros lo aceptamos. Entonces sería bueno que todo el mundo asumiera sus responsabilidades para que así todo vuelva a la normalidad".
Y en eso de asumir responsabilidades Drogba está siempre a la cabeza: en diciembre de 2007 el Chelsea le pidió, tras lesionarse la rodilla, que forzara la máquina hasta fin de año para no perderse así las cuatro jornadas de liga programadas durante los días de Navidad. De haberlo hecho, el atacante hubiera tenido que pasar por el quirófano a principios de enero, lo que habría supuesto despedirse de la Copa de África. Pero Drogba tenía muy claro que no podía fallarle a su país y se operó la rodilla a toda prisa para poder estar a tope de revoluciones con el pitido inicial del torneo continental, en Ghana.
La estrella marfileña nunca ha tenido reparos en reconocer lo difícil que es jugar al fútbol cuando en su país se están produciendo matanzas, aunque también apuntaba la motivación y el orgullo que para ellos supone el que todo el país se vuelque con la selección, dejando a un lado las diferencias sociopolíticas . "Es evidente que todo lo que pasa en nuestro país nos afecta. Somos profesionales, pero muchas veces el sentimiento patriótico está a flor de piel".
De lo que nadie duda en la otrora tierra de los elefantes es de que Drogba y compañía han conseguido mucho más que los 11.000 soldados de la fuerza internacional de las Naciones Unidas que tratan desde hace casi tres años de hacer efectiva una política de desarme de las dos facciones en conflicto.
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