"Si quieres aprender algo del saque, yo no soy la persona más indicada", dice sonriente Rafael Nadal a una tenista que le pregunta por su servicio tras un entrenamiento. Del saque no puede dar lecciones, pero hay un golpe que domina como ninguno: la derecha.

El drive del mallorquín echa chispas estos días en Roland Garros. Cruza la red a una velocidad sideral, es profundo, le da la iniciativa y, como consecuencia de todo ello, le entrega muchos puntos. Tan sólo jugó dos partidos, pero las sensaciones son positivas en un terreno que domina como nadie.

"Es algo vital no perder la iniciativa", comentó Nadal, nueve veces campeón en París tras su victoria de segunda ronda ante el holandés Robin Haase. "He conseguido mandar desde el primer momento gracias a mi golpe. Es algo que estoy haciendo bien ahora", agregó el balear, que hoy se mide con el georgiano Nikoloz Basilashvili, número 63 del ranking, en la cancha Philippe Chatrier.

Los dos últimos años de Nadal, en los que no ganó ningún Grand Slam, estuvieron marcados por dudas y lesiones. Pero también por la falta de confianza en el drive, su golpe marca de la casa.

En noviembre de 2016, cuando decidió poner fin a la temporada para centrarse en 2017, se sentó con su tío y entrenador, Toni, para ver qué había que mejorar para volver a lo más alto. "Dijimos que había que recuperar por encima de todo este golpe", señaló Toni Nadal, que añadió: "Es el golpe que te permite ganar partidos y ser un jugador peligroso. Ahora la derecha vuelve a hacer daño".

Que el drive le funcione es sinónimo de éxito para Nadal. Y su golpe estrella volvió con su famoso spin, ese efecto hace que su bola bote muy alto, lo que conlleva varios inconvenientes para el rival. "Está con confianza, pegándole bien y va a ser muy importante esta derecha si quiere llegar lejos en el torneo", indicó otro de sus entrenadores Carlos Moyà.