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Las mujeres llegaron para quedarse

El año 1992 conoció una revolución en el deporte femenino español. Primero, con el ascenso al podio de la esquiadora Blanca Fernández Ochoa, bronce en los Juegos de Albertville (Francia). Después, y de manera más significativa, con la captura de ocho medallas en Barcelona 92.

Las judocas Miriam Blasco y Almudena Muñoz, las regatistas Theresa Zabell y Patricia Guerra y las integrantes de la selección de hockey hierba pisaron el primer cajón del podio. Las tenistas Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez, la gimnasta Carolina Pascual y la regatista Natalia Vía-Dufresne contribuyeron igualmente a engrosar el medallero del país anfitrión.

Ellas fueron las promotoras del boom del deporte femenino español, que en la actualidad se traduce en múltiples éxitos en disciplinas como natación, piragüismo, atletismo, bádminton, baloncesto, gimnasia, taekwondo, halterofilia, balonmano, tenis, vela, waterpolo o rugby.

Nombres como los de Alba Torrens, Lydia Valentín, Marta Mangué, Macarena Aguilar, Alejandra Quereda, Garbiñe Muguruza, Marina Alabáu o Maica García han dotado de una mayor visibilidad al deporte femenino, si bien su apertura al mundo se produjo en el marco de Barcelona 92.

Las mujeres sumaron en la cita olímpica de la Ciudad Condal tantos oros -cuatro- como en Río 2016. Esta estadística permite poner en valor las históricas conquistas de Barcelona 25 años antes de que se produjese la coronación en Brasil de la atleta Ruth Beitia, la palista Maialen Chourraut, la jugadora de bádminton Carolina Marín y la nadadora Mireia Belmonte.

Hasta los Juegos de 1992, de hecho, ninguna deportista española había merecido la condición de medallista. Blanca Fernández Ochoa desafío la historia con su bronce en la edición invernal de Albertville. En Barcelona, más féminas reclamaron su dosis de protagonismo después de que la judoca Miriam Blasco abriera las puertas del éxito.

A su hazaña la siguió las de Almudena Muñoz, Theresa Zabell y Patricia Guerra, así como la hazaña grupal del equipo femenino de hockey hierba.

La tenista Arantxa Sánchez fue bronce en categoría individual. También se subió al podio, en este caso en el segundo cajón, en la modalidad de dobles, en la que compartió alegrías con Conchita Martínez. Por su parte, la gimnasta Carolina Pascual y la regatista Natalia Vía-Dufresne fueron subcampeonas en sus respectivas modalidades.

El podio se convirtió, a partir de entonces, en un destino habitual para las deportistas españolas. En Atlanta 96 firmaron seis podios, y en Sidney 2000 se quedaron en cuatro, algo que, sin embargo, no debe considerarse un retroceso, pues en general la actuación de nuestro país en tierras australianas resultó mucho menos brillante de lo que se vaticinó.

La secuencia se repitió entre los años 2004 y 2008, con seis medallas en Atenas y otras cuatro en Pekín.

Pero el verdadero estallido se produjo en Londres 2012. Por primera vez en la historia del olimpismo español, las mujeres aportaron al medallero más preseas que los hombres (11 frente a seis). Una tendencia que se mantuvo el año pasado en Río de Janeiro (nueve-ocho), lo que certificó, sin lugar a dudas, que los éxitos del deporte femenino han dejado de ser una excepción para convertirse en norma.

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