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“La IA para mí es un electrodoméstico”

Jesús Conde | Pintor

Jesús Conde.
Andrés Cárdenas

19 de noviembre 2025 - 03:00

Jesús Conde (Archidona, 1953) es uno de los más reconocidos pintores andaluces contemporáneos. También ha sido profesor de la Escuela de Bellas Artes de Granada durante casi 27 años. Ahora, jubilado como docente, expulsado del paraíso, como él mismo dice, tiene más tiempo para mezclar colores y limpiar pinceles. Acaba de clausurarse en Granada una exposición suya titulada ‘La sombra del metal’, en las que las armaduras medievales han sido los objetivos a pintar. La exposición recorrerá en los próximos meses otras ciudades.

Pregunta.–Su pintura es… Dígame qué pondría usted después de los puntos suspensivos.

Respuesta.–Un intento, casi siempre fallido, de burlar la fugacidad del tiempo. Un deseo de compartir con los demás el arte y la cultura. Si no es compartido deja de ser útil. Yo, por mi parte, soy un homo contemplativo, sin llegar al síndrome de Stendhal. Soy feliz ante la belleza de la gente, de las ciudades, con sus arquitecturas y su urbanismo. Y, cómo no, ante la divina obra de los hombres. En resumen, es una forma digna y activa de llevar la melancolía.

P.–¿De qué manera le han ayudado los pinceles en su vida?

R.–Los pinceles son como herramientas muy necesarias, como si fueran esas varitas de zahorí que nos sirven para encontrar los manantiales y los veneros. Con ellos nos hacemos peritos en lunas y conseguimos que aquel niño de pueblo se atreva a pinta el manantial del que nacen sueños. Es este deseo que con los años se convierte en profesión. Por cierto, algunos de estos pinceles que me acompañaron en tantos cuadros, al final de sus vidas, los enterré en los jardines de pie, con toda su dignidad.

P.–Acaba de clausurar usted nueva exposición. ¿Ha encontrado usted ya limites a su pintura

R.–Ni en esta exposición ni en la anterior he encontrado esos límites. Pero es que ni siquiera los he buscado. En el arte y en la misma vida siempre nos interesó el pasado, que sirve para comprender el presente y a su vez este nos pueda ayudar a proyectarnos en un futuro no muy lejano. Seguimos pintando porque la vieja duda no encuentra las respuestas que nos conforten. Unamuno decía que a veces lo peor de los problemas son las soluciones.

P.–¿Le queda mucho por indagar? ¿Ha subido al último escalón?

R.–En la pintura se puede subir dos escalones y luego bajar tres. Después volver a subir los mismos escalones y alguno que otro porque te equivocas y al final pierdes la cuenta. Ahora siento que estoy en el mismo escalón que cuando empecé, porque esta misma exposición sobre la sombra de los metales ya la hice en 1984 del pasado siglo. Aunque esta última es como si la hiciera por primera vez.

P.–Ahora ha buscado sombras a los metales, a las armaduras… ¿y eso?

R.–Nuestra sombra tiene vida propia y tal vez su mejor cualidad es su lealtad, pero sobre todo su persistencia. En Platón la sombra y la memoria son persistentes. También en la literatura, en el cine y hasta en los teatros de sombra.

P.–He leído que usted antes de querer ser pintor quiso ser profesor.

R.–Mi generación no pisó la calle de París en el 68 pero sí, se conjuró y firmó un compromiso de cambio y transformación de una sociedad heredera de las desigualdades históricas de este país. Creímos que la única respuesta a estas diferencias sociales estaba solo en la educación, en ese magnífico instituto Luis Barahona de Soto de Archidona, con una excelente plantilla de profesores que nos incitaron al trabajo y en la búsqueda del conocimiento. Ahí me entró la vocación de enseñante, pero en el primer año de carrera en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla caí como San Pablo del caballo ante la revelación de la pintura

P.–Pero usted también ha dado clase y ahora está ya jubilado.

R.–Sí, desde 1977 hasta el 2024 fui un agradecido profesor en la Facultad de Bellas Artes de Granada. Allí aprendí de los alumnos y con los alumnos, que me permitían ver y meditar sobre el paso del tiempo todos los años. Los alumnos tienen la misma edad, pero son diferentes y cada década es totalmente nueva, sobre todo en el sector de las bellas artes. El debate que ellos traen sobre lo que es académico y lo que es más novedoso y actual, es esencial para comprender tu tiempo y tu pintura. Es por esta razón la que creo que más que jubilado fui expulsado del paraíso.

P.–¿Usted es de los que reniegan de las nuevas tecnologías a la hora de pintar un cuadro?

R.–Desde hace años en la Facultad de Bellas artes nos vimos en la necesidad de estar al tanto de las nuevas tecnologías como una extensión natural del lenguaje artístico que no lo sustituye, pero lo complementa. Por esta razón amplía sus posibilidades. Yo personalmente incorporo estas tecnologías con una pequeña tablet y un programa muy estético. Es así como procreé los enormes paneles de la cúpula de iglesias San Nicolás o el último cartel de Festival de Granada. Y esta relación progresa adecuadamente

P.–¿Cómo cree que participará la Inteligencia Artificial en la pintura?

R.–La IA para mí no es una amenaza, más bien un electrodoméstico que puede ampliar las posibilidades y los propios límites de mi propia creatividad.

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