Elecciones catalanas

Laporta o cómo ganar en la política a fuerza de goles

  • Tras una campaña financiada en buena parte con su fortuna personal, el ex presidente del Barcelona vio como el nuevo partido, Solidaridad Catalana por la Independencia (SI), obtenía 102.000 votos e ingresaba en el Parlament.

Gran amigo de Ronaldinho, fundamental en la explosión de Leo Messi, abogado de éxito, ex presidente del Barcelona y amante de la vida nocturna, Joan Laporta tiene desde la noche del domingo una razón más para sentirse un elegido.

"Es sin dudas un éxito sin precedentes", dijo Laporta al analizar el resultado de las elecciones regionales catalanas, en las que se ganó junto a otros tres compañeros un asiento en el Parlamento. Lo hizo a la velocidad de la luz, porque su partido, Solidaridad Catalana por la Independencia (SI), no existía hace cuatro meses.

Tras una campaña financiada en buena parte con su fortuna personal, Laporta vio como el nuevo partido obtenía 102.000 votos, un 3,28 por ciento del total, e ingresaba al Parlamento, en el que no tiene intención de pasar inadvertido.

"Nuestra propuesta es declarar de inmediato la independencia de Cataluña", repitió Laporta en las últimas horas, aunque en una cámara de 135 integrantes y con ningún partido dispuesto a la ruptura unilateral e inmediata con el resto de España, sus palabras son más un posicionamiento político que un objetivo real.

Tras una campaña que incluyó las quejas de una actriz porno desplazada de la campaña -"antes me miraba con deseo y ahora me ha dejado tirada"-, todo indica que el abogado de 48 años llegó a la política para quedarse.

"Es un ilusionista, un superviviente nato", aseguró Dagoberto Escorcia, jefe de Deportes de La Vanguardia y buen conocedor del hombre que llevó al Fútbol Club Barcelona a las temporadas más exitosas de toda su historia.

"Laporta ha trabajado durante mucho tiempo el ser político. Le ha ido demasiado bien como para pensar que él, que le gusta el protagonismo y sueña con hacer algo más grande aún que lo que hizo en el Barça, vaya a estar sólo por un rato", añadió.

El ex presidente del Barcelona casi no durmió en la noche del domingo al lunes. "La noche fue muy larga y el día empezó muy temprano", dijo a dpa su portavoz, Jordi Finestres. "Ahora necesita descansar, pero esta noche estará, con sus tres hijos, en su asiento en la tribuna del Camp Nou".

El Camp Nou será escenario de un Barcelona-Real Madrid cargado de expectativas, y desde ese asiento raso, lejos del palco que fue su hábitat durante siete años y hasta 2010, Laporta podrá recapitular los últimos y muy agitados años de su vida.

Llegó en 2003 a la presidencia del Barcelona en tándem con su socio y amigo Sandro Rosell, que poco después renunció a la vicepresidencia. Rosell, actual presidente del Barcelona, acusó a su ex amigo de manejo despótico y opacidad en las cuentas del club. Laporta dejó este año el cargo diciendo que legaba un superávit, pero los nuevos jefes del club revelaron un déficit.

"Es cierto que ha utilizado al club para cuestiones personales, también que le gusta convivir con los extremos", destaca Escorcia, apuntando a un aspecto clave de la personalidad de Laporta. Buen orador, el flamante parlamentario está dotado de una telegenia natural y fue apodado el Kennedy catalán por parte de la prensa británica durante la campaña de 2003.

Su matrimonio con Constanza Echevarría, hija de un connotado dirigente del franquismo, se quebró durante los años al frente del Barcelona. Defender a ultranza a su cuñado, Alejandro Echevarría, lo metió en un problema en sus primeros años como presidente, en los que desarrolló una fluida relación con José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del gobierno español y fiel seguidor azulgrana.

Laporta se obcecó en negar que Echevarría, al que había convertido en miembro de la Junta Directiva del club, tuviera simpatías por el régimen franquista. Los medios locales revelaron sin embargo su pertenencia a la Fundación Francisco Franco. Un lustro después, Laporta promueve con más fuerza que nunca la independencia de una región en la que Franco no es precisamente un buen recuerdo.

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