Picando en la trastienda de la Feria

¿Quién ha dicho que comer en la Feria sale caro? Seguro que más de uno no ha descubierto aún el filón de las calles que rodean al González Hontoria donde se puede comer barato y más sano según el día que se tercie, porque la verdad es que llega un momento en el que el cuerpo pide dulce o salado a gritos. De todo un poco es lo que se puede encontrar tanto en el Paseo de la Rosaleda como en la calle Córdoba, así como en las cercanías de Ifeca y en los puestos que se afincan en las esquinas de la Feria en plena avenida Álvaro Domecq.

Es difícil pasar por allí y resistirse a un buen helado o a un gofre con chocolate y nata e incluso con helado de vainilla por tres o cuatro euros. O a una buena granizada en los días en los que el calor aprieta y se quiere refrescar el cuerpo de alguna manera.

No sólo de postres vive el hombre, sino que los más jóvenes saben dónde acudir a llenar el estómago por poco dinero. No todos los días puede tirar uno de la llamada a papá para que pague el almuerzo en una caseta, sino que unos optan por tomarse una hamburguesa o un bocadillo en los múltiples puestos que llevan apostados varios días en las inmediaciones del recinto ferial y que en estos días están haciendo su agosto. Son todo un clásico de la Feria y muy pocos son los que no los conocen. En los últimos años sí es cierto que se ha puesto de moda las patatas asadas, una comida sencilla pero apetitosa y que se puede hacer al gusto. La más barata sale por unos tres euros, pero por 4,5 se puede rozar la gloria con una completa en la que no falta de ná, ni zanahoria, jamón cocido, maíz, atún, hasta remolacha y alguna salsa especial. Deliciosa, sobre todo a altas horas de la noche. Esa es la ventaja de pasarse por allí, que no se descansa nunca o muy pocas veces.

Los últimos días de Feria del Caballo hay tradiciones que hay que cumplir como la de tomarse unos churritos en el amanecer del domingo o a media tarde, lo mejor para cerrar con buen pie estas jornadas festivas. Esto de los churros ha evolucionado que no veas. Ya no se hacen simplemente con harina, agua y sal, sino que ahora los hay rellenos de crema pastelera o de chocolate. Ahora, eso sí, sólo son aptos para los muy, muy golosos. Aunque los que se pirren por el azúcar, hay seis puestos de algodón que hacen las delicias de los más pequeños.

Otra de las 'buenas costumbres' que no se pueden saltar por alto es la de la compra de turrones, guirlache o algún piñonate. Los mayores dicen que quien compra este tipo de productos se asegura volver a la Feria el año que viene, así que no estaría de más hacerse con alguno. Además, seguro que nos llevamos un buen recuerdo de la Feria con sabor a caramelo y nueces, piñones, almendras, avellanas, cacahuetes, por ejemplo.

Muchas de las familias que se dedican a este tipo de negocio proceden de Aguilar de la Frontera, un pueblo de Córdoba, en el que esto se ha convertido en todo un arte. Desde días antes de la Feria han apostados sus caravanas en las que no falta ni un detalle tanto para despachar al público (los lotes de turrón salen por cinco y diez euros) como para vivir con comodidades en esta casa rodante. Baño, cocina y hasta televisión extraplana porque las nuevas tecnologías también llegan a este tipo de vehículos. No sólo venden piñonate, coco y turrón, sino que hacen unas manzanas de caramelo y con chocolate excelentes y lo mismo te venden mil y una chucherías como una muñeca o una armadura de guerrero. Vamos, que resulta bastante difícil resistirse a eso de llevarse un recuerdo de la Feria tras pasar por esta zona anexa al Real, tanto para los que no han podido venir como para uno mismo.