Hípica

El armario ecuestre de Victoria Eugenia

  • El traje de amazona, importado en el siglo XVIII desde los palacios ingleses y europeos, hace hueco en el perchero a diseños rompedores que fusionan su bucólico pasado.

El armario de una amazona tiene una llave cilíndrica de un solo diente, hojas de madera maciza carcomidas y entumecidas, olor a rancio, muy poco color y un reloj de cuerda detenido. Es austero y sobrio, como los trajes de montar a caballo que protege en su interior, importados y adaptados a la Andalucía profunda desde la cuna de las reinas inglesas y europeas allá por el siglo XVIII.

De la barra cuelgan indemnes las faldas que permitían a emperatrices, infantas, marquesas y ganaderas cazar a caballo en una época donde la mujer no cabalgaba a horcajadas por prejuicios del momento histórico. En España, la práctica de la equitación femenina la introdujo de manera más o menos definitiva la reina consorte Victoria Eugenia, que heredó la pasión por galopar de su abuela, la reina Victoria de Inglaterra. Y en Andalucía el traje de montar, el traje vaquero, eliminó lo superfluo y se adaptó al cuerpo femenino para detenerse en el tiempo y convertirse en pareja eterna del traje de corto masculino, de líneas semejantes. 

La prenda más característica es la falda que, en realidad no es una falda sino una media falda o delantal que permitía a la amazona vestir un pantalón debajo para no ‘patinar’ en la montura, sobre la que va sentada hacia el lado izquierdo. 

Las exigencias de la cacería, el clima y la industria del momento limitaron los tejidos a las lanas para el invierno y el algodón para el verano y los colores a la gama de grises, arenas, azules, verdes y negros. Emperchadas sacan pecho las chaquetas que acompañan a la falda, de talle corto, con solapa, botonadura, sin adornos dorados o corte que pueda recordar a la masculina y que entona bien con el color de la falda. Hay combinaciones como marrón con beige, azul celeste con azul marino, verde oscuro con negro o gris con gris. Y en todo caso, la amazona vaquera se toca con un sombrero cordobés de color gris o negro (también se admiten los verdes y los marrones), sin pañuelo, ladeado ligeramente hacia la izquierda y conservados como joyas en los anaqueles del altillo. La camisa es blanca, lisa y sin adornos y el calzado habitual es la bota campera. Hay amazonas que eligen calzado bajo con polaina pero Mercedes González Cort, presidenta de la Asociación Española de Monta a la Amazona, una disciplina ecuestre que está en auge en Andalucía, considera esta opción de mal gusto. “La polaina era una prenda de trabajo y la mujer de la alta sociedad no trabajaba en las faenas de campo. Montaba para cazar o pasear y lo hacía con bota. Todo lo que no sea este atuendo, no es puro, aunque hay incorporaciones como los bordados, más propios de diseños rondeños y españoles, pero son excepciones”.

Para los puristas del mundo del caballo, en el traje de amazona campero o andaluz caben pocas cosas: un puñado de apagadas pero elegantes telas fuertes, lisas o de estampados en espiga o rayas, el arte de coser, historia y tradición. “Innovación y moda, no”, dice Mercedes. Así es el traje de amazona que la historia reciente ha entendido por auténtico y que ha hecho célebres a los paseos de caballos de las ferias modernas de Sevilla y Jerez, que interpretan en general un atuendo femenino mucho más sobrio y puro que el traje rondeño o el cordobés, más decorado.

Precisamente en Córdoba es donde el traje de montar femenino se quiere actualizar y renovar a golpe de temporada como hace el traje de gitana. La diseñadora Sonia Rojas, del taller de moda flamenca Aldebarán, ha dicho basta a los cincuenta tonos de gris. La tela es para ella el lienzo en el que destacar bucólicos estampados sobre vivos y delicados tejidos como la seda y el lino, una idea estéticamente brillante aunque poco representativa del pasado que conserva el traje femenino en sus entretelas. “Para Aldebarán, el traje de amazona es el uso y la unión de la artesanía y del color de Andalucía, utilizando como inspiración nuestra tierra, la sierra y el ganado”, dice Sonia. Pero para el sector más estricto de las tradiciones andaluzas y ecuestres, el traje de amazona que entiende Aldebarán es inapropiado para lucirse en la feria. “El paseo de caballos debe ser una imagen que refleje el estilo de la época y no un desfile de muñecas”, defiende Cort.

Que en el traje de montar femenino no hay lugar a la interpretación individual lo defiende con vehemencia el círculo más conservador del mundo ecuestre pero Sonia Rojas insiste en decorarlo y hacerlo suyo. De momento, la colección de esta temporada se la han quitado de las manos, lo que para ella es su mejor crítica. “Hemos recibido opiniones de todo tipo, desde dónde vamos con esos vestidos hechos con tela de cortina a que son los trajes más maravilloso que se han visto. Hay opiniones múltiples y todas respetables, pero las ventas han sido superiores a las de temporadas anteriores y, aunque esto no es todo, para nosotros es muy importante porque nos anima a seguir por nuestro camino”.

La propuesta más radical de la firma cordobesa está inspirada en la Andalucía ecuestre, ganadera y serrana y dibuja una falda de corte tradicional confeccionada en seda en color crema con estampados campestres en fuertes y vivos colores como el morado o el azul lirio. La chaqueta es una fusión de todo: es victoriana y es goyesca y se atreve con el terciopelo malva, mientras que la camisa se adorna sin recatos en mangas y cuello. El sombrero cordobés ha sufrido un ligero retoque. De copa más pronunciada, está fabricado en cuero repujado con técnicas árabes, igual que el cinturón de la falda, que de esta manera sustituye al tradicional fajín de tela que decora la cintura de la amazona.

Cuando todo acabó de diseñarse en el taller de Sonia Rojas se cruzaron las miradas. “Dentro del equipo llegamos a tener discrepancias en la visión de la colección y ahora estamos todos sorprendidos por el acogimiento que ha tenido un traje de amazonas que creemos tiene cabida en ferias, romerías, paseos, así como en diferentes usos personales que no sean ecuestres”.

No hay normas escritas que prohiban a una amazona pasear por la feria vestida con una falda de pájaros verdes y azules, chaqueta de terciopelo morado y sombrero a tono de copa alta que hubieran admirado en Ascot. Y con montura y cabezada vaquera si lo desea. Hasta ahora, todo ha cabalgado por la senda de la tradición, una ruta descolorida y aburrida para la diseñadora cordobesa, que se pregunta “por qué no va a evolucionar el traje de amazona si lo ha hecho el caballo, la doma, el enganche e incluso la silla de montar a la amazona”. Mercedes González Cort tiene la respuesta: “Porque el traje de amazona (el ingles, el español, el rondeño y el vaquero) ya hizo su evolución en los siglos XIX y XX, tanto en estética como en seguridad”.

Traje de amazona clásico o de corto

Sombrero cordobés.

Gris o negro (también se admiten verdes y marrones).

Chaquetilla corta.

Con solapa y botones.

Gris, azul celeste, azul marino, marrón, beige, negro, verde o granate.

Se admiten estampados en espiguilla y rayas.

Camisa blanca y lisa.

Abotonada hasta el último botón y sin adornos como volantes o encajes.

Falda o media falda.

De talle alto y más larga por el lado derecho.

Gris, azul celeste, azul marino, marrón, beige o negro.

Se admiten estampados en espiguilla y rayas.

Fajín o pañuelo.

Preferiblemente en seda y en tonos clásicos: verdes, granates, azules o marrones.

Bota Campera.

Bota alta en cuero de ternera sin adornos.

Espuela vaquera en pie izquierdo.

Botín y polaina no. La polaina es una herramienta de trabajo en el campo y la mujer no cumplía ese rol 

Complementos

Sólo se admiten pendientes que no cuelguen.

Pelo recogido en moño bajo y sin adornos.

Vara de olivo.

Mano izquierda.

Traje de amazona rondeño o goyesco y español

Sombrero Calañés o Catite.

Terciopelo negro y ladeado a la izquierda.

Pañuelo.

Pelo recogido en moño bajo con o sin madroñera.

Se admite cubrir el pelo con un pañuelo anudado en la nuca (no es lo ortodoxo porque la función del pañuelo era absorber el sudor del trabajo en el campo, reservado a los hombres).

Chaquetilla y chaleco.

Negro, azul oscuro, verde botella, granate, gris o beige.

Adornos, bordados y labrados, apliques, pedrerías y detalles antiguos.

Se admite el terciopelo.

El largo de la chaquetilla rondeña es hasta la cintura.

El largo de la chaquetilla española es hasta el asiento de la montura.

Camisa blanca y lisa.

Abotonada hasta el último botón y sin adornos como volantes o encajes.

Falda o media falda.

De talle alto y más larga por el lado derecho. Se admite gris, azul celeste, azul marino, marrón, beige o negro.

Bota Campera.

Bota alta en cuero de ternera sin adornos.

Espuela vaquera en pie izquierdo.

Botín y polaina no. La polaina es una herramienta de trabajo en el campo y la mujer no cumplía ese rol.

Complementos

Sólo se admiten pendientes que no cuelguen.

Pelo recogido en moño bajo y sin adornos como gafas de sol o reloj.

Vara de olivo o baqueta.

Mano izquierda. 

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