Jueves de Feria

"¡Que sólo son cuatro gotas, caramba!"

  • En el Real se vivieron ayer dos caras, una sin apenas brillo por culpa de la lluvia y otra de esplendor gracias a que los jerezanos se echaron al González Hontoria en cuanto escampó.

EL día comenzaba gris, pero cuando el cuerpo pide sevillanas y rebujito no hay quien pare a un jerezano en su Feria. A lo mejor alguno pensó que las predicciones meteorológicas eran erróneas y el tiempo acabaría apiadándose del Hontoria, pues antes de la hora del almuerzo aún no corría viento de agua. Pero nada, los montaditos alguno se los comieron con los pies empapados. Eso sí, acertaron a medias. La jornada tuvo dos caras, la de la lluvia, un reto sólo apto para los valientes, y la de la afluencia masiva desde las siete.

Fue alrededor de la dos de la tarde cuando cayó el primer chaparrón. En lugar de volver a casa, algunos prefirieron meterse en alguna caseta, que no presentaban mal aspecto. En los altavoces seguían sonando Ecos del Rocío y de las cocinas no dejaban de salir serranitos, así que a quién le importaba que lloviera. "Igual de malo es el calor", comentaba una mujer mientras degustaba una tortilla. Eso sí, no había ni un quinto de la entrada que se había registrado el miércoles.

Si la caseta elegida para refugiarse era de las que a la terraza tiene toldos de ramitas, diseñadas para evitar el sol y no la lluvia, había que pasar a la estancia techada. En caso contrario, uno podía sentarse tranquilamente a ver las horas pasar apaciblemente. No hay mal que por bien no venga, pues aunque volvió a saltar el levante, el agua del albero evitó las polvaredas de los días anteriores. Una buena noticia, por otra parte, para los alérgicos, que sufren sobre todo cuando la arena levanta consigo las partículas de gramínea y polen que provocan su afección. Y para más dicha, no hizo frío. "¡Que son sólo cuatro gotas, caramba!", gritó un cliente en el paseo de las Palmeras. "Aquí se está estupendamente, yo no me voy", contestó un chaval en la veintena sobre las cinco de la tarde al que le quedaban horas en el Real.

Si los caseteros siguieron sirviendo platos y al menos no perdieron el día, otros profesionales se resignaron en las primeras horas a reducir su facturación. Se notó un poco más la lluvia por la zona de los cacharritos. Entre el levante y las intermitentes lloviznas, muchos padres le ahorraron el mal trago a sus bolsillos y decidieron que mejor era dejar la calle del Infierno para el día siguiente. Por ver está si cumplirán hoy su promesa o si algún chiquillo se vuelve a llevar un 'berrenchín'.

Un cochero a media tarde buscaba con ahínco clientes, parando a quien caminase cerca. "Para mí está siendo un día casi tan flojo como el martes, que fue el peor. En cuanto escampa y la gente se anima a salir de las casetas, vuelve a llover otra vez", decía. Esta afirmación sería un presagio. Su lamento evidenciaba que en cuanto el tiempo se portase mejor, no iban a faltar jerezanos y visitantes en el Hontoria.

Y salió el sol. Y Jerez brilló de nuevo. Este año se vive una Feria especial. Cuanto más gris había estado el día, más echó la gente de menos el Real, como cuando a una criatura le quitan su piruleta. Por eso, sólo tuvo que aclararse el cielo para que ríos de personas desfilaran sobre los charcos del albero. Qué contraste sobre las ocho de la tarde respecto a la sobremesa en el paseo de las Palmeras o en la calle de Lola Flores.

Cuando corre el fino y galopan los caballos en el Hontoria, ya se encapote el cielo, llueva o truene, no hay que acordarse de Santa Bárbara para echarse a la Feria, porque a Jerez, estos días, le basta con ser Jerez. Le faltó valor al cielo para seguir tirando agua. Intentó volver a hacer de las suyas con el alumbrado ya encendido. Pero nada, esta edición no la embarra nadie.

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