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Festival de Jerez

La ceremonia mágica de David Coria

David Coria, bailando ante David Lagos y Juan M. Jiménez en el Villamarta.

David Coria, bailando ante David Lagos y Juan M. Jiménez en el Villamarta. / Manuel Aranda (Jerez)

El telón se abre y en tan solo cuestión de segundos, el espectáculo de David Coria ofrece una propuesta imponente sobre lo que está por venir. Las luces, la atmósfera, la música y la danza van al unísono, nos interpelan sobre el mismo misterio que está a punto de ir revelándose. El universo que propone nos transporta inmediatamente a un mundo onírico, un bosque encantado y mitológico donde parecen pulular pequeños seres de la naturaleza.

No deja de resultar sorprendente cómo la escena, con pocos elementos y nada explícitos ni figurativos, configura esta ambientación. Aunque el espectador no supiera el germen de la creación de David Coria, el mensaje llega igual, y quizás de eso se trate, de que el argumento de una obra sea un punto de inicio para la creación, pero no una información necesaria para poder entender, de múltiples maneras, lo que se quiere contar.

La historia detrás de Los bailes robados es aún así fascinante, porque nos lleva a un suceso histórico muy poco conocido, una misteriosa y extraña epidemia de baile (también conocida como peste del baile o plaga de la danza) que asoló la localidad de Estrasburgo en julio de 1518, y otros muchos territorios centroeuropeos entre los siglos XIV y XVII. Cuenta la historia —o la leyenda— que una mujer llamada Fau Troffea empezó a bailar de manera descontrolada por las calles de la ciudad, y que a ella se fueron uniendo cientos de personas. Muchas acabaron muriendo de agotamiento tras el esfuerzo incesante de esta danza colectiva.

Esta acción de bailar de manera catártica se conoce como coreomanía, danzamanía o simplemente la enfermedad del baile, y tiene como posible explicación, desde una intoxicación alimentaria a la realización de cultos religiosos para liberar la pena y el estrés por la pobreza y el sufrimiento de la época. La tarantela, el baile popular del sur de Italia también tiene un significado similar, ya que se creía que este baile curaba un tipo de locura. En todos los casos, eran sobre todo la gente pobre, campesinos, artesanos, jornaleros y mujeres los que se unían a esta danzamanía.

El imaginario que construye David Coria nos lleva a un bosque que podría ser medieval, con bailes que parecen realizados por criaturas espirituales. David Coria y un fantástico cuerpo de baile, formado por Aitana Rousseau, Florencia Oz, Iván Orellana y Marta Gálvez, danzan creando un ritual, se mueven en círculos, entrelazan sus cuerpos, escarban la tierra y expulsan demonios. La estética del espectáculo y la danza contemporánea que habitan una gran parte de la obra están atravesadas por el cante flamenco de David Lagos. No había mejor voz que la de él para este espectáculo. Una voz profunda y oscura que conecta a la perfección con este bosque encantado. El artista jerezano y el bailaor ya trabajaron juntos en ¡Fandango! y demuestran, una vez más, estar en sintonía con la manera de entender y afrontar sus propuestas artísticas.

Para la música, Los bailes robados recurre únicamente al chello de Isidora O’Ryan y los vientos de Juan M. Jiménez. Instrumentos con musicalidades que ayudan a encontrar estos sonidos subterráneos y lejanos. La magnífica iluminación de Gloria Montesinos se acompaña de una escenografía que podría ser un bosque de árboles, pero también un firmamento de estrellas fugaces.

David Coria baila hasta la extenuación, gira sobre sí mismo llegando al borde del precipicio. El rito dancístico también tiene algo de folclore cuanto más se acerca a este cosmos mitológico y encantado. La propuesta en su conjunto es como un pequeño cuento sagrado que explicara las raíces del baile. El enorme trabajo físico que realizan tiene un sentido justo y bien colocado, pues nos lleva a este hechizo colectivo mediante la danza. La danza y el baile como vías de expurgación, el territorio donde las brujas eran quemadas.

Los bailes robados nos lleva a las Cumbres borrascosas de Emily Brontë, al cine de Pablo Agüero con Akelarre, a la literatura de Maggie O’Farrell en Hamnet. Los bailes robados es una ceremonia mágica de conexión con las profundidades de la danza. Si Anónimo o ¡Fandango! fueron obras de una enorme potencia visual y narrativa, estos bailes continúan forjando el universo David Coria, donde habita el rito, la tradición, la vanguardia y el compromiso.

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