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XXIII Festival de Jerez | Crítica

Hijos del baile de Jerez

Jerez, siempre Jerez, para lo bueno y para lo no tan bueno. El flamenco de esta tierra ha dado artistas de varios tipos, aunque siempre han tenido más éxito entre el público los que han practicado la naturalidad llegando a ese punto de autoconvencimiento, esto es, sentirse uno mismo a gusto para que el público pueda percibirlo. Esa chispa de vehemencia siempre ha gustado, más que la definición estricta de rigor y protocolo en las tablas. Ese carácter vivencial es el que predomina en la doble propuesta de la noche del viernes en Sala Compañía.

Tanto Yéssica Brea como Fernando Jiménez, así como sus respectivos acompañamientos, cumplieron con los habituales clásicos del arte jondo jerezano. Por un lado, el repertorio; por otro, el elegante vestuario; y por otro, la importancia del cante en la construcción del mensaje bailaor. Y, como ya advertían días antes, volcaron toda la emoción en el recuerdo a Juanillorro, compañerito y amigo de todos los artistas de la noche, y que nos dejó desgraciadamente el pasado mes de agosto.

Prima, pues, una puesta en escena simple y tradicional, y un hilo argumental basado en el baile desnudo de artificios. Son ambos hijos del compás de Jerez, y como no puede ser de otra forma, acuden a la escuela local haciendo sonar letras de artistas como La Paquera. Yéssica fue la encargada de abrir la noche, con un aforo que se aleja del lleno absoluto. El que está, disfruta. La joven bailaora que ya lleva unos años haciendo carrera en Sevilla vuelve a su ciudad con ganas, apostando por la expresión de sus múltiples facetas como mujer, en las que en todas ellas aparece el flamenco de alguna u otra manera. Bajo el título ‘Las Flamencas que viven en mí’, desarrolla una media hora larga plasmando esas sensaciones que le hacen llegar hasta aquí. Ella fue la ganadora el año pasado del premio a la mejor actuación del ciclo ‘De peña en peña’ del Festival, por lo que suponía esta aparición un punto más a defender. Contó con un atrás igual que en esa actuación de la peña Buena Gente, pues para qué cambiar algo que funciona. Tiene unas hechuras envidiables, sabe posicionarse en el escenario y remata con fuerza cada baile. Al principio abre por farrucas, con pantalones y chaquetilla, con el acompañamiento de la guitarra de Javier Villarín. Es más de conjunto, de estampa, que de pies.

Imágenes que dibuja su silueta y que vuelve a repetirse en la posterior soleá. Antes, Joaquín ‘El Quini’, se marca una buena seguiriya, profunda y sentida, con la guitarra de Juan Manuel Moneo. Ambos se comunican y disfrutan, y dan paso a la bailaora. Yéssica se atreve con una falda por la rodilla, roja, para bailar por soleá. A veces no sabemos si estaría más cómoda con una falda que le llegara hasta el suelo, no es muy habitual. Echamos de menos a las voces femeninas, las de Gema ‘La Cantarota’ y Sandra Rincón, pero antes de acabar ejecutan los ‘Tientos del Querer’ y ‘Maldigo tus ojos verdes’ de La Paquera, y la bailaora vuelve a mostrar toda su pasión en el escenario entre flecos y claveles. La segunda mitad le pertenece a Fernando Jiménez, gitano de pura cepa que lleva a gala el baile masculino de Jerez. Más riguroso que en otras ocasiones (el escenario invitaba a ello), presenta sus credenciales pronto, solo ante el público, bajo un cenital que le permite el baile en la loza, que se dice por aquí. Juanillorro de fondo, por bulerías, fragmento de ese ‘Plazuela Viva’ que siempre podremos escuchar.

Con chaquetilla torera de terciopelo morado y azabache, enrosca sus muñecas en la médula de la bulería de la tierra, esas que se han visto siempre en las fiestas familiares, en esos dichos llenitos de ramilletes en las cabezas y juerga hasta el otro día. Ahí está Fernando enfrentándose a su pasado y acercándolo al presente. El artista no olvida nunca el importante momento que le brinda el Festival, permitiéndole presentar ‘Herencia bailaora’. Para conseguir sus frutos cuenta con Carmen Grilo y Ana de los Reyes, dos torres de su templo, y las guitarras de Domingo Rubichi y Fernando del Morao. La seguiriya suena, tras algunos martinetes, para que Fernando aplique también sus conocimientos técnicos, sin dejar de ser el bailaor de arte que es. El rojo vuelve a brillar, ahora con Fernando, arriesgando. Las dos mujeres tiran por el camino del legado de Lole y Manuel, para dar paso a los romances a los que pone voz José Mijita.

Fernando tira de tradición y lleva su baile a un segundo lugar para que Mijita se luzca. Gran momento. La gente se despide en pie, habiendo disfrutado de estos dos bailaores que siguen creciendo sin perder la esencia.

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