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La crítica

Rosario de arte y ensayo

  • Grilo, invitado de lujo en el sensitivo espectáculo que ofreció anoche la bailaora gaditana

El arte está en los cuatro latidos diferentes de los cuatro tocaores en las bulerías conciliadoras. Está en el movimiento de una Rosario Toledo que es puro nervio e ingenio. Está en las maleables gargantas de Amador y Valencia y en un Bobote más eléctrico que nunca. Y el arte, por supuesto, se halla en el baile de locura, vendaval y trino de Joaquín Grilo, que es observado por una bailaora anfibia. Un animal escénico que repta y trepa por una roca privilegiada desde la  que asiste a la evolución, al contagio creativo, a la fuerza de los elementos que emergen del big bang  cósmico que inaugura Hay fuego en tus ojos, el trabajo que estrenó anoche en el Festival  la bailaora y coreógrafa gaditana.

El ensayo es el baile de ideas, de sensaciones individuales frente a cualquiera de los códigos establecidos. Hay voluntad de estilo personal pese a que las referencias a otros creadores de una generación anterior, como Marín, Yerbabuena, Maya y Galván, sean evidentes. Inspirarse en otros no es malo, todo lo contrario, pero siempre y cuando a uno le sirva de impulso creativo personal para alimentar su propia indagación. Y mucho de eso vemos en Rosario Toledo y en este espectáculo construido a partir de una, a ratos, frialdad, creemos, deliberada: desde los silencios iniciales de franca influencia galvanesca hasta los silencios insertos en las cantiñas, justo antes de que Grilo saque del foro a una bailaora que yace bocarriba, sin cuerda y movida por los impulsos que dicta el compás del bailaor.

Bajo un predominio de la experimentación formal, Toledo antepone lo conceptual, mantener una línea discursiva coherente, antes que el artificio y el aplauso fácil y, aunque la empresa es compleja y explorar no significa necesariamente encontrar, hay momentos en que lo consigue. Los altibajos en el ritmo —especialmente al principio— de una propuesta densa y extensa no contribuyen a su redondez. Su excesiva duración tampoco. Falta la tijera tras el estreno y lograr un mayor armazón del concepto escénico, que se diluye ante la garra individual de los intérpretes o los lujosos y jugosos rellenos que sirven de transiciones, especialmente el que se raspa en la recta final de la obra el bailaor jerezano junto a Valencia, Amador y Bobote.

El pretexto de los cuatro elementos, fuego, aire, agua y tierra, sirve de hilo conductor a Toledo, pero da la impresión de que no se termina de desarrollar todo el potencial del montaje, sobre todo tras la visión de esa bailaora híbrida y camaleónica del final. El patetismo de la queja de Amador por seguiriyas no termina de extraer todo el jugo de una bailaora tan gestual y expresiva, que no obstante se derrama en el macho para cerrar el número que acalora el fuego de la guitarra de Iglesias. Exprime su bata de cola de agua por cantiñas, muy teatral, con vueltas quebradas y escorzos con los que es capaz de atrapar, pese a que no duda en querer congelar y ralentizar aposta la imagen cada vez que puede. En el silencio de las alegrías sale Grilo e imprime a la escena un inusitado sobrecogimiento. Funciona la idea de querer confrontar sentimientos extremos. La bailaora cae al suelo como un juguete roto. Canta Valencia, con la solvencia y holgura de siempre, a Joaquín Grilo, que se hinca de rodillas en el suelo, que saca caderas socarrón y levanta al público para acabar con lo frío del espectáculo.

En la soleá, Toledo saca lo mejor de sus adentros. Aérea, ágil, las falsetas del de Gastor en los dedos de Dani de Morón convierten el completo y versátil baile de la ‘caletera’ en pura dinamita. Una artista de enorme talento que empieza a ofrecer certezas de lo mucho que atesora. Queda Grilo solo, jadeante, con la soleá lentísima de Valencia. De nuevo la ralentización hasta desembocar en el soberbio taranto de Alfredo Lagos, pleno de matices y de una atmósfera violeta inconfundible que huele a tierra mojada  sobre la que canta Amador y baila con cadencia, sutileza e infinidad de matices Rosario Toledo .

Un sabroso paso a dos con Grilo  al son del cuplé por bulerías de El huerfanito pone casi el punto y final al plausible intento de innovación de una artista que busca, experimenta y se siente a sí misma. Que expone su discurso sin ataduras ni convencionalismos con una creación dancística que arriesga y deja grandes destellos y un rosario de muchísimo arte.

Baile ‘Hay fuego en tus ojos’ Compañía Rosario Toledo.

Baile: Rosario Toledo, Joaquín Grilo (artista invitado). Cante: Juan José Amador, José Valencia. Guitarra: Alfredo Lagos, Miguel Iglesias, Daniel Méndez, Keko Baldomero. Palmas: Bobote. Idea original: Rosario Toledo. Coreografía y puesta en escena: Rosario Toledo, Marco de Ana. Música: Alfredo Lagos, Miguel Iglesias, Dani de Morón, Keko Baldomero. Adaptación de letras: Juan José Amador, José Valencia. Diseño de iluminación: Manu Madueño. Diseño de vestuario: José Tarriño. Audiovisuales: Félix Vázquez. Escenografía: Teión. Espacio sonoro: Manu Meñaca, Fali Pipió. Regiduría: Salva Calderón. Dirección coreográfica: Marco de Ana. Peluquería y maquillaje: Pepe Conde. Producción: Rosario Toledo. Lugar: Teatro Villamarta. Día: 6 de marzo. Hora: 21,00 horas. Aforo: Lleno.

           

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