La crítica de Compañía · 'Por la carreterita vieja', Soraya Clavijo

Por la carreterita del compás

Dar excesiva importancia a lo externo puede provocar que una se olvide de sí misma, de lo que realmente es capaz o sabe hacer. Y que en ocasiones el hecho de rodearse de un elenco musical de primera no garantiza una mejor actuación. A esto hay que darle la importancia que se merece, que también influye, pero sí se debe tener muy claro quién es la protagonista de la escena. Resumiendo, que Soraya Clavijo se dedicó el pasado miércoles por la noche en la Compañía a mimar a todos los que le acompañaban y en darle su sitio dejando en segundo plano a su persona, a priori el centro de atención de todo.

La bailaora jerezana, que estrenaba espectáculo, bailó todo lo que pudo y más, se dejó la piel sobre las tablas de la Compañía pero no se explotó como debía. Soraya es una artista temperamental, espontánea y con uno niveles de fortaleza en su baile a los que no muchas pueden llegar. Su explosividad en cada movimiento y su desfilar le aportan una consistencia llamativa a su forma de interpretar. Sin embargo, es una bailaora pura, racial, de las que sacan todo lo que hay en su interior cuando se suben a un escenario. Estas sencillas premisas las olvidó, perdiéndose en bailes festeros continuos, demasiado insulsos y repetitivos que no conducían a nada.

Sólo cuando se metió por donde debe, por el baile más serio, se vio a la verdadera Soraya, una bailaora con una impronta y una fuerza interior extraordinarias. Lo hizo al bailar por tarantos, magníficamente ejecutados por Juan José Amador hijo. De negro y con pantalón, sacó a relucir lo mejor de sí misma causando una grata sensación en todos y cada uno de sus desplantes. Sin lugar a dudas resultó ser lo mejor de la noche. Estilizó al máximo su figura y transmitió jondura. ¡Qué arte!

De todo lo demás, destacó también su baile por cantiñas, mucho menos profundo pero con una garra increíble. La mezcolanza de estilos se pudo apreciar al detalle, pues si por algo sobresale esta joven artista es por su capacidad para absorber, de ahí que en su manera de moverse se vea la gracia de Jerez, la sutileza de la escuela sevillana, la fuerza madrileña y la bravura de la escuela granadina.

A pesar de que en algunos momentos existieron problemas de sonido, el atrás del espectáculo fue de sobresaliente. Ezequiel dio su pincelada cantando por Jerez al principio y en unos tangos con mucho compás. Posiblemente su aportación fue escasa viendo el potencial que tiene, pero fue así. Con este mismo talante se mostró Juan José Amador (correcto en los tarantos), un joven cantaor cuya experiencia en los escenarios y su buena presencia se hicieron notar. El eco de Mari Peña arañó el alma e hizo temblar los cimientos de la Compañía al cantar por romances y por tangos, por no hablar de la guitarra de Domingo Rubichi, que se mantuvo en la línea de actor secundario. Como debe ser. Pero quien se salió del tiesto fue Fernando de la Morena. Abrió y cerró el montaje. Primero haciendo cantes de trilla y luego metiéndose por bulerías, esas con sello propio que tanto gustan. Excelente.

Fue pues una noche de puro soniquete, de fiesta continua, la pena es que Soraya no fuese más allá. Aún así, sólo con los tarantos evidenció su casta y condiciones, además de demostrar que tiene cuerda para rato.

Baile: Soraya Clavijo. Colaboración especial: Fernando de la Morena. Cante: Ezequiel Benítez, Mari Peña y Juan José Amador. Percusión y palmas: Juan Grande y Luis de Periquín. Guitarra: Domingo Rubichi. Coreografía: Soraya Clavijo. Día: 11 de marzo. Lugar: Sala Compañía. Aforo: Lleno.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios