Ciclo 'Solos en Compañía' · Ángeles Gabaldón

Los silencios de Gabaldón

  • La bailaora Ángeles Gabaldón estrena con éxito su nueva propuesta, plagada de originalidad pero poco flamenca

La nueva propuesta de Ángeles Gabaldón no está concebida para quedarse en tierra de nadie. O gusta o no gusta, no hay término medio. Su recorrido histórico por el río Guadalquivir es un fluir de metáforas y climas que transportan al espectador sumiéndolo en un estado de espiritualidad.

'Del Quivir', que se aproxima más a la danza que al flamenco, está dividido en siete escenas que van desde el nacimiento del río en Jaén hasta su desembocadura en Sanlúcar. El discurrir del Gran Río por las cuatro provincias andaluzas que baña se inicia así a través de una serie de metáforas que evocan al sonido de éste, a etapas históricas anteriores (como su época islámica) y a su continuar por los diferentes territorios por los que pasa.

Partiendo de que la idea es muy original, la bailaora sevillana ha trabajado especialmente el montaje en determinadas escenas, donde todo está perfectamente medido. La inclusión de una cuidada percusión y de instrumentos de orígen árabe dan una nota de exotismo a las músicas planteadas, sin lugar a dudas, parte importantísima de la obra.

Gabaldón intercala bien esos sonidos islámicos con alguna pincelada flamenca y de fusión, al menos en determinadas fases, como en los tarantos que sirven de homenaje a Jaén, la guajira con la que se cierra el espectáculo o los tanguillos a ritmo de gua guanco, una danza afrocubana, con la que, al igual que la guajira se pretende recordar la conexión que el río tuvo siempre con las Américas.

Pero si hay algo que llama especialmente la atención es su manera de interpretar y su sutileza para introducir metáforas. Lo hace para explicar el paso del río por Córdoba (símbolo de esplendor de Al Andalus), primero por medio de una versión turca de un Keyif de Göksel Baktagir en la que el maneja el mantón a modo de burka y donde deja su empaque y donosura; y luego con una mención al destierro musulmán, donde el propio mantón (y la ejecución del baile con éste) juega un papel muy importante.

En esta fase no hay que dejar pasar la aportación de un artista polifacético, Raúl Cantizano, que no solamente destaca por su toque con la guitarra sino que también introduce la zanfoña, ese instrumento que nos retrotrae a siglos pasados.

No obstante, si hay una parte en 'Del Quivir' que llama poderosamente la atención esa es la que Ángeles Gabaldón denomina 'Aires de Tormenta'. Y es que con sonidos de agua y lluvia, la sevillana baila con bata negra de cola y el pelo mojado, detalles que engrandecen su aparición. Aquí, como en otras fases de la obra, conviene resaltar la importancia de los silencios. La artista sabe aprovecharlos al máximo sumándo otro punto a su favor.

También explota hasta límites insospechados la inclusión del abanico, al que convierte en un elemento visual y con personalidad propia.

En definitiva, una apuesta arriesgada y de ideas renovadas que seguramente no deje indiferente a cualquiera de los espectadores que acudan a verla. Los que el pasado domingo llenaron la Sala Compañía (donde se vio a Carlos Saura) la despidieron con una sonora ovación. Cuestión de gustos.

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