Pasarela

Un príncipe en la sombra llamado Felipe de Edimburgo

  • El marido de Isabel II, que estos días mejora poco a poco de una infección de vejiga, renunció en su día a sus títulos y a su religión por amor. Tras 65 años juntos, la pareja se ha convertido en un 'matrimonio de trabajo'.

A ella le gustan las carreras de caballos, hacer el crucigrama del Daily Telegraph, jugar con los perros y ver la tele después de la cena. Él prefiere el polo y la lectura, navegar y salir al campo a pegar unos tiros. Sigue teniendo el genio muy vivo y de vez en cuando levanta la voz, pero ella ha aprendido a ponerle en su sitio. La historia de Isabel de Inglaterra y el antaño príncipe Felipe de Grecia y Dinamarca, actual duque de Edimburgo, es la historia de 50 años de convivencia de una pareja que en su día fue protagonista de un cuento de hadas: Isabel II y el príncipe Felipe son dos supervivientes de una era en la que, para bien o para mal, el deber estaba siempre por encima de todo.

Hijo de Andrés de Grecia y Dinamarca (de origen danés) y de Alicia de Battenberg, Felipe de Inglaterra vivió su infancia más temprana en Francia, aunque fue educado entre Alemania y Reino Unido, adonde se mudó su familia cuando él tenía siete años.

Dicen que la princesa Isabel de York se enamoró de él nada más verle cuando tenía solo trece años. Él era un apuesto cadete de la Real Academia Naval de Darmouth que causaba sensación entre las niñas. A pesar de la oposición de la corte (y del aura fría que se ha creado Isabel II), la futura reina se carteó con este play-boy durante la Segunda Guerra Mundial y lo esperó rechazando otras proposiciones. Para casarse con la heredera al trono inglés, Felipe también tuvo que renunciar a su religión (la ortodoxa) y a su lealtad a Grecia. Así fue cómo perdió su título de príncipe de Grecia y Dinamarca tras la boda en noviembre de 1947.

Tuvieron cuatro hijos, Carlos (actual heredero), Ana, Andrés y Eduardo, quienes son los que más han aquejado esta especia de 'matrimonio de trabajo' en que se convirtió su relación desde junio de 1953 en que ella fue coronada reina. El hecho que más mella hizo en ellos fue que la soberana no renunciara entonces al título de Windsor ostentado por su familia desde 1917 en favor del Mountbatten, el que había adoptado Felipe. Años después, los más jóvenes de la familia real adoptarían el título compuesto de Mountbatten-Windsor, pero la humillación ya había calado en su carácter dominante .

A finales de 1956, el príncipe consorte emprendió un largo viaje en solitario interpretado como el inicio de una ruptura informal, alimentada también por los rumores de presuntas infidelidades. Esto, unido a sus frecuentes meteduras de pata en su afán por hacerse el gracioso, caracterizan a un príncipe en la sombra cuya salud, tras sufrir una infección de vejiga, parece que mejora pues ayer recibió el alta hospitalaria. Hoy cumplirá 91 años rodeado de los suyos.

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