Pasarela

La sonrisa perdida de Alfonso Díez

  • El funcionario vivió ayer su primer aniversario de bodas sin la duquesa y lo hizo refugiado en su hogar, donde pasa la mayor parte del tiempo

Cuando se casó era consciente de que lo hacía con una señora octogenaria y que el camino común que recorrerían, por propia naturaleza, no se prolongaría demasiado en el tiempo. Pero Alfonso Díez tiene más que claro que, cuando se trata de amor, la calidad es mucho más importante que la cantidad. Él fue el flamante marido de su llorada Cayetana de Alba durante tres años, un tiempo en el que se desvivió por mimar y cuidar a la entusiasta noble. Y lo hizo hasta el último día, ese triste 20 de noviembre del 2014. Desde entonces, el caballeroso Díez mantiene un perfil bajo y su sonrisa sigue perdida. Sin demasiadas ganas de socializar, más allá de pasar tiempo con sus más íntimos y su familia palentina, sigue perdido en el combate mediático y dicen que aún se despierta desorientado. Ayer, el funcionario vivió su primer aniversario de bodas sin la duquesa, y lo hizo con el recuerdo de ese caluroso 5 de octubre del 2011 en el que su dama se descalzó para bailar flamenco en las abarrotadas puertas del Palacio de Dueñas para gritar su felicidad al mundo. Unos minutos antes, lejos del revuelo y la parafernalia que se vivía en el centro histórico sevillano y ante los ojos de un selecto grupo de invitados -entre los que se encontraban los prometidos Cayetano Rivera y Eva González- la aristócrata, con un vestido rosa firmado por Victorio&Lucchino, y su novio dos décadas más joven habían celebrado su enlace, y lo hicieron de la forma más tradicional con el duque de Huéscar, actual duque de Alba, y Carmen Tello como padrinos. Cayetana y Alfonso se casaron intercambiando alianzas y con los sentimientos fluyendo de la forma más natural. Ese día, a esa hora, triunfaba el amor de una pareja peculiar. Y mediática. Muchos vieron en esta unión un oscuro interés por parte del ex duque consorte sobre el que no él sino el tiempo han acabado poniendo luz. Desde que su mujer dijo adiós, Alfonso se ha mantenido al margen de la alta sociedad en la que, gracias a su difunta esposa, cada vez estaba más integrado, a excepción de su aparición neoyorquina como 'escudero' del tándem Preysler-Vargas Llosa en la fiesta de los Colonques, con los que mantiene una estrecha relación, a principios de septiembre. Ni siquiera tiene una relación fluida, que no quiere decir mala, con la Casa de Alba. Dejó Dueñas, su hogar durante su matrimonio, y se alejó de la nobleza, incluso de los vástagos de doña Cayetana, Carlos, Alfonso, Jacobo, Fernando, Cayetano y Eugenia, con los que mantiene una relación esporádica y apenas ha intercambiado un par de comidas, y no con todos ellos.

Díez afronta la vuelta a la normalidad tras un verano triste, de salpicadas escapadas con amigos a Italia y Francia, mientras espera el día en el que al fin pueda arreglar el tema de su pensión viudal y así liquidar las últimas voluntades de su mujer. Tras estos trámites cerrará otro negro capítulo para ir remontando. La traba más difícil la pondrá su corazón, que sigue latiendo por Cayetana de Alba, y más especialmente en los primeros días de octubre.

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