"Ahora faltan personas enamoradas del vino"
"Mi padre vino de Sanlúcar a montar una bodega, la de Argüeso, entonces en la calle Ferrocarril. Era 1940. En aquella época, los manzanilleros venían a criar fino a Jerez, porque la manzanilla no se vendía. Por eso yo nací en Jerez. Mi padre fue un hombre que vivió y murió aquí, siempre alrededor del vino. Hasta con noventa años, él corría la escalas y hacía el rocío en una bodeguita pequeña que se llevó a la casa de Sanlúcar. Era un hombre que me enseñó a amar al vino de Jerez y eso lo he llevado siempre conmigo. Y sigo siendo un enamorado del vino de Jerez".
- ¿Se aburre ahora?
-Como decía el doctor Valentín Fuster, tengo un veinticinco por ciento de cada. Reparto mi tiempo, aunque aún no lo tengo perfectamente organizado: familia, veinticinco por ciento; cultura, veinticinco por ciento: deporte, otro veinticinco por ciento y, por fin, otro veinticinco para actividades atláteres. Estoy metido en un tema que se llama Secot, a la que pertenecemos una serie de socios, que pagamos por ello para formar e informar a aquellas personas que quieren crear empresas. Acuden a nosotros pidiéndonos consejo y lo hacemos cada uno en una parcela. Yo, por ejemplo, la parte de marketing, comunicación, relaciones públicas, de comercial y el resto en otras materias. Somos diez personas las que estamos en esa organización.
- Y está escribiendo un libro.
-Eso forma parte de la cultura. Lo que pasa es que, a veces, me canso mucho y lo dejo; a los días, vuelvo con él.
- ¿Sobre qué asunto?
-Es una novela en la que habla de Jerez, del vino de Jerez, de su debacle, de familias y otras cosas, pero es para mí, no para publicarlo. Pero estoy disfrutando mucho con eso. Me voy, por ejemplo, a las viñas a tomar notas de campo.
- ¿Cómo entra en el mundo del vino?
-Con ocho o nueve años, mi padre me llevaba a las viñas, justamente una está en mi libro, 'La Capitana'. Me levantaba a las cuatro de la mañana porque se daba de mano a las cuatro y media o cinco. Yo veía cómo se pisaba la uva a pie todavía y ponía en los huertecillos que había alrededor de la viña 'costillas' para coger pajarillos y a la vuelta a Jerez, ya por la tarde, recogía los pájaros que había atrapado por la mañana: los zorzales, los chamarines… Veía después, con el tiempo, cómo esa vendimia se hacía a máquinas horizontales que mi padre importaba de Francia. Entré en González Byass en 1974 hasta que me prejubilé hace año y pico. Total, treinta y cinco años.
- ¿Cuál fue su trayectoria?
-Estudié Económicas y Marketing y entré en González Byass como jefe de producto, luego jefe de marketing, hasta director de marketing. Tras dieciocho años, por una serie de circunstancias en la compañía, trasladaron el equipo comercial y de marketing a Madrid. Yo preferí quedarme en Jerez en el departamento de comunicación y relaciones externas, donde estuve 17 años. Y disfruté muchísimo en la primera etapa, con la personalidad y fuerza del agente de ventas, con el que yo tenía un feeling extraordinario, eran personas fantásticas. Algún día, el sector sabrá valorar lo que han hecho los agentes de venta, los comerciales, dejándose por ahí parte de su vida, su familia, el hígado, y sabrán apreciar lo que verdaderamente eran fieles: la infantería de las bodegas. La segunda etapa fue también muy feliz; he disfrutado mucho con mi trabajo. Fue un trabajo fantástico, de estar con la gente, de ayudarlos, sobre todo a gente necesitada, onegés, gente del mundo de la cultura… Creo que he sido un rey mago durante diecisiete años. Y eso es muy importante.
- Usted siempre ha dicho que ha hecho felices a muchas personas.
-He sido muy feliz, generoso en todos los aspectos y me enorgullezco de eso. Y no he sido el relaciones públicas puro. Lo que hice fue orientar toda la parte que se hacía en Jerez, que es la gran escuela de relaciones públicas de España y en cualquier master que se haga sobre esto vendrá el ejemplo de Jerez como hecho a seguir porque aquí se ha formado gente fantástica, con un estilo impresionante, que ha sabido llevar unas gestiones muy profesionales para las empresas durante largos años. Quizás sea una influencia de la escuela inglesa y otro tipo de cosas…Y en el sector ha habido gente como Paco Valencia, Francisco Pérez, Lozano...
- ¿Aquí vale eso de cualquier tiempo fue mejor?
-En absoluto. No funciona en los tiempos actuales. Lo que pasa en el mundo del vino es que siempre se mira hacia atrás, siempre mirando a la historia. Hay que mirar siempre a la historia, pero también hay que mirar hacia adelante. Lo que pasa es que ahora el sector no está en su mejor momento, sobre todo en concepto de volumen, que ya no se lleva, que es con bodegas y producciones más pequeñas, pero yo creo que eso sale adelante. Lo cual no quiere decir que no haya que mirar la historia. Siempre hay que hacerlo.
- Usted, desde su cargo, habrá conocido infinidad de personajes. ¿Quién le impacto más?
-Son muchos. He tenido la suerte de estar diecisiete años en el área de comunicación y relaciones externas de una bodega muy importante, donde nos han visitado gente de un nivel muy alto, fuera de serie, desde los reyes al mundo de la cultura, Vargas Llosa, Eduardo Mendoza... Estuve también con Steven Spielberg, con John Malkovich o Juan Antonio Bardem, que estaba tan mal que tuve que coger un boogie para acompañarle por la bodega y que no andara. A los dos días murió. A nivel profesional he conocido a gente con mucha valía, como Pepe Márquez, Pepe García de Quevedo, Arcadio Saldaña... gente que trabajaron conmigo y de los que aprendí muchísimo y también gente de la familia: Carlos González Rivero, Mauricio González Gordon… gente digna de trabajar con ellos, de estar con ellos, porque te hacen feliz trabajando juntos.
- ¿Conoció a Manuel María?
-A don Manuel María lo conocí de 'refilón'. Yo ya estaba en la compañía antes de que falleciera, pero estaba viajando mucho; él se quedaba en la bodega, ya muy mayor. Su muerte me causó un gran impacto. La primera vez que lo vi y le saludé, era un día de mucho frío; yo tenía las manos muy frías y me dijo: 'Manos frías, corazón caliente'. Efectivamente, yo creo que soy un hombre de corazón caliente.
- ¿Hay revulsivos para el vino?
-Lo que faltan realmente en el sector son personas enamoradas de este tema, porque no hay una fórmula ni dos ni tres. Para que un vino triunfe, tiene que haber enamoramiento, un apasionamiento, una dedicación plena y total desde que el vino está en la viña hasta que sale, se vende y se consume. Todo ese proceso entero tiene que vivirlo la gente. Y eso es lo que yo creo que falta ahora, que no hay personas que tengan esa dedicación, no están saliendo en las últimas generaciones. Gente con ese amor tan tremendo a lo que es el vino en sí, no a la empresa, que también. Para hacer un vino hay que estar enamorado de él. Es un arte, un arte. Es como pintar un cuadro, escribir una ópera... Se nace, se tiene y se siente. Y yo creo que es eso lo que falta, gente de ese tipo, gente que sean capaces de hacer una gran ópera del vino de Jerez.
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