Programación Guía de la Feria de Jerez 2024

Los Alburejos

Los Alburejos, como una bota jerezana

  • La finca ganadera creada por Álvaro Domecq Díez es un conjunto patrimonial e histórico único y más que un lugar emblemático en el mundo del toro y del caballo

Los Domecq, padre e hijo, en el rodaje en Los Alburejos de ‘Yo he visto la muerte’.

Los Domecq, padre e hijo, en el rodaje en Los Alburejos de ‘Yo he visto la muerte’. / Archivo

Huéspedes ilustres en Los Alburejos, José María Pemán y Jean Cocteau. Huéspedes ilustres en Los Alburejos, José María Pemán y Jean Cocteau.

Huéspedes ilustres en Los Alburejos, José María Pemán y Jean Cocteau. / Archivo

Ayer fue un día de inquietud para los enamorados del toro, del caballo, del campo bravo. Se ha vendido Los Alburejos, la finca soñada de Álvaro Domecq y Díez que  su hijo Álvaro hizo legendaria.Y es así porque aquellas seiscientas hectáreas dominadas por la vieja atalaya del SigloVIII, dicen, que da nombre a la vacada y se recorta en su horizonte, y su caserío, para muchos es como una catedral, un monumento a la cultura de la lidia, a la crianza del toro y del caballo. 

¿Qué va ser de Los Alburejos y de lo que representa? ¿La tendrán los nuevos propietarios como los Domecq, a cancela abierta? Su historia es la de sus toros y sus caballos y sobre todo la de la familia propietaria.A principios del los años cincuenta la adquirió Álvaro Domecq Díez y creo su finca soñada, ideal para el toro y el caballo. Reformó dependencias y amplió el caserío.

Al tiempo que crecía la ganadería caballar y la de toros de lidia con el nombre de Torrestrella, se mimaba la finca.  Un trazado de cerrados ideal para la ganadería dibujado con hileras de chumbera, tan de Medina, tan ganaderas pero devastadas hoy por la cochinilla. Llegó el milagro del agua, con un pantano artificial, fluyendo hacia los cerrados.La vieja plaza de tientas se conservó con antiguos azulejos que ya estaban en la casa y se edificó  otra plaza cubierta con uso también de tentadero.

La impronta de la familia se fue reflejando en las cuadras, guardarneses, el patio de la Espléndida, el patio de los Toros... el azulejo de cuerda seca reflejaba vicisitudes, éxitos y principios rectores de la casa y de los ganaderos.Se puede decir que Los Alburejos se convirtió en una bota jerezana que alumbró una solera especial, un conjunto patrimonial que en tres cuartos de siglo ha brillado en el planeta del toro.Porque ha habido mucho dentro de Los Alburejos, felicidad y dolor también para a familia, lo que corresponde a toda una vida. 

En esa bota se ha cabeceado mucho. En el mundo del toro ha sido un kilómetro cero y desde 1955 hasta hoy se pueden contar con los dedos quienes no han tentado en esta casa donde se creó un nuevo encaste, el de Torrestrella.También hizo historia la finca en las modernas técnicas de crianza con la manipulación y conservación de semen mezclando tradición y modernidad, fusión muy propia de Álvaro Domecq Romero, un innovador en los terrenos en los que se ha movido y a la vez un hombre fiel a las costumbres y ritos camperos.Escuela de rejoneo, de toreo, de doma vaquera y clásica, de garrochistas... por Los Alburejos han pasado –y de su picadero ha salido– los mejores rejoneadores, garrochistas y caballistas.

También los Cid, padre e hijo, han dado lo suyo a esta tierra. Los Alburejos evolucionaba y ha sido una finca donde ha pasado de todo, como el rodaje de la película “Yo he visto la muerte” de José María Forqué con los Domecq padre e hijo como protagonistas de una de las piezas del largometraje, argumentado en los últimos días de “La Espléndida”, la histórica yegua de la casa que da nombre a uno de los patios del caserío.La familia potenció la explotación de la finca para turismo de incentivos, eventos y convenciones, para turismo rural y visitas creando –otra innovación– el espectáculo “A campo abierto”.

Ilustre huésped de esta casa fue el Rey Juan Carlos, amigo de Álvaro desde que en 1978 entregó el Caballo de Oro a quien todo Jerez conoce como Álvarito. Los Alburejos no es solo una especie de monumento, museo o templo del campo andaluz, es el continente, pero la solera está llena de recuerdos, de vivencias, de muchas horas de trabajo, de entrenamiento, de monta, de toreo, de buenos y malos ratos, de vivencias de los habitantes del planeta del toro y del caballo que han pasado por sus hangarillas, abiertas de par en par.Los Alburejos, en 75 años de crianza ha devenido en una finca histórica para el toreo y el campo andaluz. Creó Álvaro Domecq Romero en su bodega un oloroso seco, quince años asolerándose en vetustas botas jerezanas. No le podía poner otro nombre, Alburejo. Que no se pierda la solera.

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