Alfonso XII en Jerez
Jerez en el recuerdo
El joven monarca llegó a nuestra ciudad en un tren especial procedente de Sevilla el 26 de marzo de 1877.
En enero de 1875, siete años después del destronamiento de la reina Isabel II, su hijo Alfonso sería proclamado Rey ante las Cortes Españolas cuando solamente contaba 17 años de edad tras la restauración borbónica y su proclamación por las Cortes como consecuencia del pronunciamiento del General Martínez Campos en favor de la subida al trono de joven Alfonso.
Dos años y medio más tarde, concretamente el 26 de marzo de 1877, el monarca giraría su segunda visita a Jerez, esta vez como Rey, ya que en 1862 lo hizo junto a su madre como príncipe de Asturias. Su vista a nuestra ciudad fue una visita relámpago que con toda certeza realizó para corresponder a la invitación de dos influyentes y ricos bodegueros como eran Manuel María González Ángel, fundador de la firma bodeguera González Byass y de Manuel Misa y Bertemati, conde de Bayona, propietario de la de Misa.
El joven monarca llegó a nuestra ciudad en un tren especial procedente de Sevilla que entró en la Estación de Jerez a las 9,30 de la mañana. En el andén estaban esperándole la mayoría de las autoridades civiles y militares de la provincia. Apenas paró el tren y, entre los vítores y aplausos de cientos de personas allí congregadas, S.M. descendió del vagón y, a las palabras de bienvenida en nombre de la ciudad por parte del Alcalde Pedro López Ruiz, el joven monarca contestó agradeciendo la entusiasta manifestación de afecto de la que estaba siendo objeto. Acto seguido y ya fuera de la Estación, bajo el repique de todas las campanas de la ciudad, montó sobre un hermoso caballo cartujano bellamente enjaezado para dar comienzo al recorrido. Abrían la marcha los batidores de caballería a los que seguía el Rey.
A continuación los generales y jefes de la guarnición también a caballo, una escolta de lanceros, varios coches enjaezados a la andaluza con sus mayorales y lacayos, tirados cada uno por seis caballos negros que transportaban al Alcalde, al presidente del Consejo de ministros, al ministro de Estado y otras altas autoridades civiles. Cerraban el cortejo cincuenta jóvenes jerezanos a caballo sobre monturas de gala.
Según relata la crónica publicada en el periódico El Guadalete, la comitiva regia recorrió el itinerario previsto por las calles Cartuja, Medina, Honda, Larga, Consistorio y Arroyo hasta la iglesia Colegial. Desde el Arroyo el monarca subió a pié por la escalinata que conduce hasta la puerta principal, donde sería recibido bajo palio por el Abad y el Cabildo Colegial. Tras orar breves momentos y entonarse el Tedeum de rigor, salió del templo con el mismo ceremonial que a su entrada, subiéndose a una gran carroza que le trasladó entre aclamaciones a cercana bodega de González Byass.
Allí sería recibido por su propietario Manuel María González Ángel y sus hijos. Tras una breve visita a estas magníficas instalaciones bodegueras acompañado de distinguidas damas de la ciudad, aceptó una copa de vino de un suntuoso lunch que lucía una mesa ricamente adornada. Tras departir algún tiempo con sus anfitriones e invitados, el monarca se despidió entre las aclamaciones de los presentes. A continuación la brillante comitiva emprendió camino hacia las bodegas del marqués del Marqués de Misa en la calle Arcos.
Allí sería recibido por su propietario el conde de Bayona y marqués de Misa acompañado de su yerno Manuel de Bertemati Pareja y demás miembros de su familia. Cuentan las crónicas de la época que la entrada a la bodega había sido bellamente adornada con unos originales arcos formados por botas y verde ramaje, soltándose en aquel momento cientos de palomas blancas. Tras recorrer aquellas instalaciones y presenciar las faenas de arrumbadores y toneleros, se deshizo en alabanzas por la importancia que tenía para España toda aquella riqueza industrial. Tras tomar otra copa del mejor néctar de la casa y, entre encendidas aclamaciones, se despidió amablemente de todos los presentes muy particularmente de los obreros y empleados de la bodega.
A continuación haría un breve descanso en el palacio de Villavicencio en el Alcázar donde fue recibido por el duque de San Lorenzo quien, acompañado de otras veinte personas, le ofreció un almuerzo en uno de los comedores de palacio que había sido decorado para tal ocasión. A finalizar el almuerzo y como recuerdo de aquella jornada le fue obsequiado al Rey un magnífico caballo de pura raza española. De modo que, montando sobre el mismo, emprendió camino con su comitiva hacia los depósitos de agua de Tempul, dado que aquella gran obra inaugurada en 1869 se había realizado gracias al total apoyo prestado por su madre la reina Isabel II. A la entrada al lugar donde se encuentran estos depósitos (hoy acceso al parque zoológico) se había construido un arco triunfal para recibir al monarca, quien fue saludado por el presidente del Consejo de la sociedad de aguas y ex-alcalde Rafael Rivero de la Tijera. El soberano examinó detenidamente el interior de los depósitos y su caja de llaves, subiéndose a continuación al tejado para contemplar el magnífico panorama de la ciudad que desde allí se divisa. Del exquisito buffet allí preparado solamente aceptó un vaso de agua, agua procedente del manantial de Tempul naturalmente.
Y ya el tiempo no daba para más, el tren debería partir a las 13,30 para volver a Sevilla. Cosa que hizo recorriendo la distancia desde Tempul a la Estación de Ferrocarril montando a gran trote el caballo que le había sido regalado. Tras unas palabras de despedida del Alcalde y la aclamación de todos los asistentes, el monarca agradeció las atenciones que Jerez había tenido para con su persona prometiendo volver. Había permanecido en Jerez exactamente cuatro horas. Varios días después la Reina Madre enviaba un telegrama al Alcalde de Jerez agradeciéndole las atenciones que esa muy noble y leal ciudad de Jerez de la Frontera había dispensado a su hijo.
Seis años después volvería de nuevo Alfonso XII a nuestra ciudad junto con su segunda esposa María Cristina de Hasburgo y Lorena. Así, el 27 de febrero de 1882 procedente de Sanlúcar en un tren especial y con un ceremonial similar al de su anterior visita, realizó entre otras actividades, una visita al cuartel de San Agustín que había sido recientemente restaurado y acondicionado a expensas del rico bodeguero y Senador del Reino, Manuel Misa y Bertemati, conde de Bayona, donde pudieron presenciar una soberbia y variada exposición de excelentes caballos de pura raza, así como una gran parada hípica de la que el monarca quedó admirado, siéndole obsequiado de nuevo con un bello ejemplar de cartujano. A continuación y en la Real Bodega de la Concha de González Byass, lujosamente adornada para tal fin, les fue ofrecido a los monarcas un almuerzo, tras lo cual partieron por vía férrea en dirección a Sevilla.
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