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Tribuna libre

Anecdótica picaresca en el Cervantes

 Corrían los años 1860-62 y ante la falta de edificios y locales para destinarlos a la enseñanza, se promulgaron edictos y certificaciones para el estable cimiento de escuelas en diferentes enclaves de la ciudad. 

La última desamortización permitió al Ayuntamiento disponer de algunas edificaciones y dependencias para uso público y, muy especialmente, para la instrucción  pública de la enseñanza.

Por sus características, la Casa del Corregidor (hoy colegio Cervantes) fue una de las sedes, previa adecuación de algunas habitaciones y la consiguiente dotación de enseres elementales para tan noble y encomiable cometido. (Los   recortes entonces no funcionaban. Iban incluidos).

En 1862 se estableció en dicha casa una escuela de párvulos denominada de San Juan Bautista y con entrada por calle Armas. La compartió, durante algún tiempo, con otra llamada de San Dionisio procedente de la calle  Caballeros y  con anterioridad en el antiguo Cabildo (actual Ayuntamiento).

De algunos es sabido, especialmente por los más veteranos dedicados a la docencia (la mayoría –afortunadamente- ya jubilados) que, según ley, los maestros debían disponer de vivienda propia facilitada por el  Ayuntamiento (y…¡¡venía de lejos!!).

En el año 1873, el director y maestro de la escuela de San Juan Bautista la tenía en el mismo edificio. Se encontraba soltero y, además, vivía solo. Al parecer, le venía grande por  lo que no se le ocurrió otra cosa que dar rienda suelta a su ilustre e inteligente testa dándole sellos de marcado y suave acento. Así que mareada la perdiz y cavilarlo un tiempo optó poner en práctica la moda del alquiler. Se autoconfeccionó una ensalada babélica y babilónica con tintes de singular picaresca. (No me ha sido posible datar si la ‘crisis’ rondaba por aquel entonces. Verdad que eran tiempos difíciles en todo el país, hoy, por desgracia, también).

Visto y no visto no se lo pensó más. Alquiló algunas habitaciones de las  que le correspondían, pero, ¡ ojo ¡, no a cualquiera, no. Lo hizo a dos empresarios de espectáculos que, por supuesto, hicieron publicidad y propaganda de sus respectivas empresas en el periódico de la  época, ‘El Guadalete’ y, además, con reparto de panfletos.

El primer empresario, en marzo de 1873, puso una función de autómatas italianos. Por desgracia no tuvo éxito dejando de pagar el alquiler y, por supuesto, al maestro (según versión del mismo).

Pasados unos días, se las volvió a arrendar a un segundo empresario para  que pusiese una especie de café-cantante de estilo andaluz y por un tiempo indeterminado previa cantidad estipulada y pago por adelantado de una parte de lo acordado. Se le conoció como ‘Recreo andaluz’ llegando a ser, al decir de la época, un elegante café-cantante de espectáculo flamenco.

Se solicitaron los correspondientes y pertinentes permisos, pero alguien obvió los mismos. (A colación se podría traer cualquiera de los actuales eventos de esta España tan nuestra). Tal espectáculo ofrecía las actuaciones de determinados artistas del cante, baile, guitarra, etc. Algunos eran bastante conocidos, otros, en cambio, ni se les conocía.

Quisiera  hacer hincapié en que,  por desgracia, los cantaores flamencos no estaban, en aquella época, ni bien valorados en el ejercicio de su arte, ni   siquiera  gozaban del prestigio social que se merecían y que, en verdad, se merecen.

Como alfabeto de pasos perdidos, el 13 de abril de 1873 dio comienzo la primera función  y el 19 del mismo mes ya se había firmado la apertura de un expediente sancionador al que podríamos llamar volátil, fugaz , efímero café-cantante. ¡Eso  sí que fue un solemne espectáculo de un más que granado y florido arte  y no lo que allí se representaba! El motivo es que se decía que se daban representaciones poco adecuadas, indecentes e inmorales, máxime que los niños podían apercibirse de escenas poco edificantes.

El alcalde a la sazón, Francisco Revueltas y Montiel  (citado por el académico de San Dionisio y maestro que fue  en el colegio Cervantes, Eugenio Fedriani  Fuentes, en su obra Jerezanos Ilustres, como un  gran personaje de la ciudad) tomó cartas en el  asunto :  “…el maestro no debía consentir que espectáculos de esta naturaleza se representasen en un local destinado a la instrucción de niños”. 

El maestro-director se defendió alegando contar con la autorización y permiso del anterior alcalde y del presidente de la Junta de Instrucción Pública. La réplica no se hizo esperar: negación total de la autorización y permiso (como de costumbre cuando se las ven venir y sutil manera de ir pasando  la ‘pelotita’ en cascadas con alto grado de educación). (Me permito manifestar que da la sensación de que formamos parte de una sociedad que alimenta lo más genuino y superficial del ser humano. La tenemos y bien presente en los diferentes estamentos sociales: la mediocridad, un  producto de largos años). También alegó que las salas se encontraban independientes de las clases y, al mismo tiempo, se había ofrecido a donar parte de lo recaudado al Asilo de San José que, por cierto, no vio un real. A pesar de sus alegaciones fue apartado definitivamente de su cargo.

Como curiosidad del año 1873, hay que resaltar que se inauguró la Biblioteca Municipal el 23 de abril (celebrándose el presente año su 140 aniversario) estando de alcalde el mismo de la anecdótica picaresca. El Cabildo Antiguo  fue elegido como sede de tal inauguración.

Referencias:  Archivos  Biblioteca Central.  Periódico del Guadalete. Autores, entre otros, como  Francisco Álvarez Hostigosa, Juan  L. Sánchez Villanueva, Juan Franco Martínez (Juan de la Plata) y Antonio de la Rosa Mateos. 

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