Jerez

Auge y tragedia de la familia Haurie

  • La contradictoria vida de la familia que marcó los inicios de la bodega del 'Fundador' La casa Domecq no la fundó ni un francés ni un inglés: fue el granjero irlandés Patrick Murphy

Viajad en el tiempo hasta finales del XVIII. Malos tiempos para Jerez y el jerez. Inglaterra se esforzaba en acabar con el poderío naval de Napoleón y el tráfico comercial se hizo imposible hasta el punto de que las vicisitudes de la guerra trajeron a Jerez un período de adversidades, agitación e, incluso, hambre.

En este ambiente de inestabilidad, habían emergido en sus negocios vinateros foráneos ingleses, franceses e irlandeses, que formaban esa migración de aristócratas venidos a la zona por razones políticas, el ánimo del triunfo en los negocios y hasta por asuntos amorosos, ejerciendo los principios burgueses capitalistas clásicos. Fueron legión estos guiris, pero entre todos me llama la atención la familia Haurie y su patriarca, un refugiado francés llamado Juan (Jean) Haurie Nebout, bearnés de origen, del principado de Bearn, en el Bajo Pirineo francés.

Explicaré porqué: Primero, porque Juan Haurie fue hombre listo y sagaz, con buen ojo para el negocio, que logró reactivar la industria local vinatera y, sin darse cuenta, fue germen de una de las futuras compañías más prestigiosas en el mundo del vino. Y segundo, porque si bien su sobrino Juan Carlos supo mantenerse sobre la cuerda floja durante la ocupación francesa de Jerez, llevó hasta la más absoluta ruina todo el esfuerzo de tío Juan.

Puede que la figura de Juan Haurie nunca fuera bien considerada. Parece desaparecer en el tiempo y el archivo de la bodega Domecq, descuidado y quemado parcialmente, no alberga ni tan siquiera una imagen o datos de los Haurie y sus movimientos en el negocio. Pero hay investigadores que no olvidan al personaje. Lo hace, por poner un ejemplo, Javier Maldonado Rosso, que nos ha desvelado mucho de la personalidad de Juan José Haurie y desentrañado en un detalladísimo trabajo el pleito que enfrentó a Juan Haurie con el Gremio de Vinatería, un pulso en el conflicto de la transición del Antiguo Régimen al capitalismo en el Marco, la oligarquía cosechera jerezana contra la burguesía vinatera exportadora.

También Julian Jeffs investigó su vida gracias a un investigador anónimo que guardaba, para su curiosidad, una investigación detallada de la familia Domecq. Por tanto, seguiremos de cerca lo que ambos autores dejaron escrito.

La Casa Domecq no la fundó ni un francés, ni un inglés ni un español. Fue un granjero y bodeguero irlandés, soltero y de naturaleza enfermiza, que llegó a Jerez en 1730 y levantó un negocio vinatero. Puerta con puerta, en la plaza Plateros, vivía Juan Haurie, que por entonces regentaba una panadería donde se encontraba uno de todo.

Haurie ayudó a Murphy en el negocio y, al morir éste en 1762, heredó todas sus propiedades. Le agradó tanto el negocio del vino que abandonó sus otros negocios. El francés cobró fama y popularidad, pero sus esfuerzos chocaron con las restricciones impuestas por el Gremio de Vinatería, que evitaba que los exportadores de jerez acumulasen las reservas necesarias de vino añejo. Fueron a juicio y, finalmente, Haurie logró salir airoso, permitiéndosele participar en las tres ramas del comercio: Se convirtió en cosechero, almacenista y exportador. Compró espaciosas bodegas y nuevas viñas. Por una operación arriesgada, Juan Haurie, que permanecía soltero, constituyó una nueva compañía con sus cinco sobrinos: los hermanos Juan José, el primero en llegar desde Francia, Juan Pedro y Juan Luis, hijos de su hermano Pedro; Juan Carlos, por su hermano Juan Pedro y, por fin, Pedro de Lembeye y Haurie, hijo de su hermana María. El patriarca Haurie se encontró con la muerte en 1794. Y el negocio quedó en manos de los sobrinos.

Juan José, el primero de los sobrinos en pisar Jerez, contaba con amplios conocimientos de la industria del vino cuando el resto de la parentela se instala en la ciudad. Por eso, su contribución a la sociedad 'Haurie y Sobrinos' es decisiva. Pero no todo fue, precisamente, para tirar cohetes.

La tragedia de la casa Domecq en los primeros años del siglo XIX se centra en la figura de su primo Juan Carlos, que se convirtió en el exportador más importante de Jerez. Aunque había vivido siempre en Jerez, sacaba su vena francesa hasta el punto de ayudar a los invasores durante la Guerra de la Independencia. Esto provocó que el 2 de junio de 1808 la multitud se sublevara contra él. Los sacerdotes hicieron todo lo posible para restablecer la paz y predicar el perdón, pero la gente no quería escuchar, y el alcalde decidió soltar los toros contra la multitud, un remedio más eficaz que las pelotas de goma y gases lacrimógenos.

Y Haurie consiguió favores. En nombre de Napoleón, el mariscal Soult le concedió el aprovisionamiento del ejército francés y le autorizaba a quedarse con el vino y alimentos que quisiera. Pero había algo muchísimo peor: el muy sinvergüenza comenzó a recaudar los impuestos que se les exigían a la gente para pagar la guerra. Los primeros invasores franceses pisaron a Xerez, como así se llamaba, un 4 de febrero de 1810, a media mañana, desde donde iniciaron el sitio de la aislada Cádiz. La abandonaron el 26 de agosto de 1812. Dos años de convivencia con el enemigo: cerca de mil días de saqueos, abusos y tropelías que dejaron un Jerez en la más absoluta ruina y desolación. En 1811, José Bonaparte, Pepe Botella -quien, por cierto, era abstemio- celebró su santo en su casa de la calle Francos, un año antes precisamente a 1812, el 'año del hambre'.

Cuando los franceses fueron por fin expulsados, Juan Carlos Haurie estaba completamente arruinado. Tuvo que pagar mucho en compensaciones y el gobierno francés 'olvidó' abonarle las deudas. Haurie quedó solo y sin dinero. No pudo afrontar las ronchas y a su capataz le pagaba con brandy, anís, vino y vasijas. No levantó vuelo: En 1821, al hombre se le declaró en quiebra fraudulenta y fue encarcelado, por lo que, con el tiempo, la mayor parte de sus bodegas, vino y viñas fueron a manos de su primo, el brillante Pedro de Domecq Lembeye, bearnés de Usquian, hijo de Juan de Domecq y Catalina Lembeye y, por tanto, nieto de María Haurie, hermana del patriarca Juan, y que será mejor tratar como merece en otra ocasión.

Escribe Jeffs que Juan Carlos era un completo granuja. Y así es. Pese a su acuerdo con Domecq, fundó una empresa utilizando el buen nombre de éste. Pero mientras la casa Domecq lograba una prosperidad sólida los negocios de los Haurie prosiguieron -ya fallecido Juan Carlos- hasta declararse en quiebra en tres ocasiones. Sin embargo, dice Jeffs, "la familia Haurie consiguió añadir una palabra a la lengua española: a un grupo de perros de caza aún se les denomina jauría".

Y de la curiosa existencia de Pedro Domecq, que dijo una vez que logró hacer toda su fortuna en dos años de trabajo duro -y eso puede ser totalmente verdadero- ya hablaremos en otro momento.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios