Benefactor de Jerez Antonio Soto Flores

El rebusco

El joven Antonio, estudiante en Madrid
José Luis Jiménez García

29 de mayo 2018 - 08:30

Sobre la vida del jerezano Antonio Soto Flores se sabe poco. Y ello a pesar de haber sido un gran benefactor de la ciudad. Era miembro de una reconocida familia local que formaba parte de esa burguesía liberal, y emprendedora, que destacó entre la segunda mitad del XIX y principios del XX.

Su labor en defensa de los más necesitados, la educación de los niños como la promoción de la clase trabajadora, no ha sido reconocida como debe.

Sobre su legado educativo sabemos algo más gracias al documentado artículo escrito por Manuel Carrera Moreno en el número cinco de la revista Manifiesto, fechado en el verano del 2001.

Los Soto Flores

Antonio Soto Flores nació en el número 17 de la calle Lealas, el 16 de marzo de 1866, aunque la mayor parte de su vida la pasaría en la vivienda que la familia tenía en la calle Gaitán, número 5.

Sus padres fueron José Soto Núñez de Villavicencio y Carmen Flores Guillén. Antonio tuvo cuatro hermanos, dos niñas y dos niños: Rafael, José, el único que tendría descendencia al casarse con Mercedes Pérez, Juana y María del Rosario, ésta última fallecida en su juventud.

El padre de Antonio era dueño de una próspera tonelería situada en unos terrenos de la Plata Vieja y en los que años más tarde se ubicarían las casitas bajas de la conocida como barriada Soto Flores, viviendas cedidas por los Soto a las familias humildes de la zona.

Y a la vez concuñado del bodeguero, y fabricante de maderas, Sebastián Argudo Guijarro, al que dedicamos otro de nuestros artículos.

A su vez, uno de los hermanos, Rafael, sería el hombre de confianza de los bodegueros ingleses Davies, ya que además de eficiente administrador dominaba el inglés. Posteriormente sería tesorero en las bodegas Real Tesoro.

Conciencia Social

Pocos datos hay de su infancia y juventud. Si sabemos que cursó los estudios de Farmacia en Madrid, y cuando volvió a Jerez abrió una farmacia y laboratorio químico, que llamó del Buen Suceso, en la calle Caballeros, 12.

Este negocio lo mantuvo hasta principios del siglo XX, que lo traspasó al licenciado Manuel Salvago. Ya en los años 20 sería regentada por el farmacéutico Rafael Bonald. El establecimiento llamaba la atención por su bella decoración con trabajadas estanterías de madera con factura neogótica. Parte de la misma se puede contemplar actualmente en el Café Central de la calle Remedios.

También fue propietario, hacia 1905, de la droguería Central, ubicada en la confluencia de las calles Cerrón y Santa María.

Antonio Soto ocupó plaza de su especialidad en el Hospital de Santa Isabel de Hungría, puesto al que tuvo que renunciar, por incompatibilidad, cuando fue elegido como concejal en 1911.

Animado por su conciencia social se adhirió al Círculo Liberal, formando parte de gobierno local como concejal durante la alcaldía de Julio González Hontoria, que la ejerció durante cuatro legislaturas.

Como teniente de alcalde formó parte de distintas comisiones municipales, entre ellas la de Instrucción Pública, así como presidente de la Comisión de Mercados.

Su activa participación, a partir de 1916, como vocal en la Junta Local de Instrucción Pública le permite adquirir un profundo conocimiento de las deficiencias que en materia educativa tienen los escolares jerezanos.

En marzo de 1917, Jerez sufre una fuerte riada. La crecida del Guadalete ocasionaría graves daños, dejando a la ciudad, y su entorno, sin abastecimiento de agua durante varios días.

Soto, junto a otros propietarios, facilitaría agua potable a la población proveniente de su finca La Teja, rica en acuíferos.

Sin calle

Antonio Soto, que permaneció soltero, fallecería el 10 de enero de 1926, a la edad de 60 años, en su finca La Teja, situada en el Pago de Canaleja.

En su testamento legaba a la ciudad cien mil pesetas con las que se construiría un colegio, incluyendo a sus trabajadores como beneficiarios del mismo. Según consta en documento existente en el Archivo Municipal, estos treinta y cinco obreros enviarían una carta al Ayuntamiento en la que se decía, entre otras cosas, que "nunca escatimó un jornal a sus sirvientes, sin ser causa las inclemencias del tiempo, ni las enfermedades para que el obrero perdiera su salario; antes al contrario, en los casos de apuros y enfermedades de la familia, jamás faltó su generoso y desinteresado desprendimiento...". Además de proponer cambiar el nombre de la calle donde se ubicaría el centro educativo por el de tan destacado filántropo.

El proyecto estuvo a cargo del arquitecto municipal, Rafael Esteve, ocupando el colegio un solar existente en la calle Santa Clara. Esta Escuela Pública Graduada para Niños haría la número tres de las existentes en la ciudad, quedando inaugurada el 29 de noviembre de 1929.

Si en un principio la Comisión barajó el nombre de Miguel Primo de Rivera, finalmente se optó por el del benefactor, vistas las circunstancias políticas de aquel tiempo. La calle de Santa Clara, en cambio, mantendría su nombre, no aprobándose la petición de los obreros.

La actividad como escuela de educación primaria se mantuvo desde ese año hasta 1998, siendo ocupada desde 1999 hasta bien entrado el siglo XXI por una sección del Conservatorio de Música.

Pasado el tiempo todo quedó en el olvido, no solo quedó abandonado el magnífico edificio, sino la propuesta de una calle. Desde aquí denunciamos el lamentable estado en que se encuentra el inmueble, además de pedir, como justo y merecido homenaje a este benefactor de la ciudad, un vial público que lleve su nombre.

Para la elaboración de esta semblanza he de agradecer la colaboración prestada, en datos y documentos gráficos, a José María Maraver Pavón, sobrino-bisnieto de Antonio.

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