Lectores sin remedio

Historia y Literatura

Historia y literatura

Historia y literatura

Nadie puede negar que la Literatura y la Historia siempre han estado estrechamente unidas. Dos disciplinas que no se entienden la una sin la otra. Hasta el punto de que en muchas ocasiones al leer una novela aprendes más historia que en cualquier manual al uso. En unas aprendemos una página de un acontecimiento histórico, el caso, por ejemplo, de ‘La verdad sobre el caso Savolta’, en la que Eduardo Mendoza recrea las complejas relaciones de patrones y obreros en la Barcelona de principios del siglo XX; otras, nos enseñan todo un capítulo, centrado en un personaje, como ‘El hijo de César’ del magnífico escritor John Williams (el autor de la excepcional ‘Stoner’), que recrea la figura de Augusto y especialmente la relación de este con su hija Julia, o ‘La fiesta del chivo’, de Vargas Llosa, para conocer los entresijos de un personaje infame: el tirano Rafael Leónidas Trujillo.

En otras, en cambio, nos adentramos tan profundamente en toda una época que terminamos por rendirnos al saber y dominio del escritor. Son los casos, por poner dos ejemplos célebres, de ‘Bomarzo’, obra en la que Manuel Mujica Láinez recrea como muy pocos han conseguido todo el Renacimiento italiano a través de la figura de Pier Francesco Orsini, y de ‘Sinuhé el egipcio’, de Mika Waltari, por cuya narración podemos conocer la época de los faraones.

Pero aquí quiero destacar dos novelas que en los últimos tiempos han caído en mis manos y que son perfectos ejemplos también de esa unión indisoluble entre ficción e historia, en la que las fronteras de una y otra terminan por difuminarse. Ambas tienen como referente histórico a otro personaje infame: el tirano Augusto Pinochet. La primera, incluso por orden cronológico de los acontecimientos que narran, es la obra de Pedro Lemebel titulada ‘Tengo miedo torero’, y la segunda, ‘Los días del arcoíris’ de Antonio Skármeta (reseñada también en esta página). La lectura de la dos nos da una visión muy acabada de lo que fueron los últimos años de aquella terrible dictadura impuesta “a sangre y muertos”. La novela de Lemebel nos narra los preparativos del fallido atentado que sufrió Pinochet en 1986, con un protagonista al fondo: “la loca del frente”, un gay ya maduro que acoge en su casa, sin saber a qué se dedican, a los miembros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez que están preparando el atentado. Una novela que mezcla el sentimiento con la rabia, las emociones con los rencores en una narración conmovedora. Mientras que en ‘Los días del arcoíris’ Skármeta nos ubica en los días previos a la celebración del famoso plebiscito que el propio Pinochet, en un alarde de confianza, convocó en 1988 para permanecer por ocho años más en el poder. El humor, pero también la cruda y terrible realidad de los que apresaba o mataba la policía política, se mezcla en esta narración que nos hace reír al tiempo que emocionarnos con su protagonista, el joven Nico, perdidamente enamorado de Patricia Bettini. Dos novelas para aprender, para reflexionar, para emocionarnos. Dos novelas imprescindibles. 

En busca de aventuras

Como es sabido, aquel Grand Tour que comenzaron a realizar muchos nobles y burgueses por la Europa de la segunda mitad del siglo XVIII, no incluía a España en su itinerario. Aquellos herederos de las clases dirigentes europeas, imbuidos del espíritu ilustrado preferían los templados veranos en Baden Baden, las excursiones a los cantones suizos o la búsqueda de las ruinas clásicas de Italia y Grecia. Pero todo cambió con la progresiva implantación de la mentalidad romántica que puso a España en el mapa de aquellos afortunados viajeros – y algunas viajeras- que aparte de la imagen edénica y orientalizante que proyectaba nuestro país, por entonces tan desconocido como cercano, se mostraba como una invitación a la aventura. Mucha literatura se había publicado sobre España y los peligros que implicaba recorrerla, así como de la dureza de sus caminos y alojamientos, cuando Grace Illingwortk pasaba el control fronterizo en Algeciras aquel verano de 1925.

Sin duda pensaría en la infinidad de incidentes que otros viajeros habían tenido antaño realizando el mismo tramite, como Henry David Inglis o su compatriota MacKenzie, aunque ella se llevaría una pequeña decepción al pasar al otro lado sin ningún contratiempo. Luego se alojaría en el hotel Reina Cristina pero esas primeras horas en nuestro país no pudieron ser más frustrantes para alguien que solo buscaba aventuras: “Es este un confortable hotel. Demasiado confortable para lo que esperaba.” Al caer la noche a la buena de Grace le llegó una nueva decepción, pues al esperar disfrutar de platos típicamente españoles se topó con un chef francés al igual que su menú. Para colmo empezó a descargar una lluvia torrencial que le hicieron preguntarse: “¿Estoy en Algeciras, España, o todavía no he salido de Inglaterra? En el delicioso libro ‘A month in Andalusia’ en el que Grace luego describiría su periplo andaluz no encontró grandes aventuras – aunque sí muchos inconvenientes para una mujer que viajaba sola en aquellos tiempos- ni sorteó situaciones de peligro con los románticos bandoleros -hacía más de cincuenta años que no se había reportado ningún encuentro de este tipo con algún viajero-, pero le costó volver al brumoso Londres cuando llegó semanas después el momento del regreso. Ramón Clavijo Provencio.

 

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios