Librerías de viejo y el tesoro escondido

Lectores sin remedio

Librerías de viejo y el tesoro escondido
Ramón Clavijo Provencio

Jerez, 12 de enero 2024 - 06:00

A mediados de los años setenta del pasado siglo comencé, como tantos universitarios sensibilizados con la realidad política del país, a frecuentar librerías como las gaditanas Petrarca o Mignon en busca de libros de autores y temáticas nada bien vistos por un Régimen que ya agonizaba.

También fue en aquella lejana época cuando buscando libros aún no comercializados en nuestro país, descubrí mi primera librería de viejo, aunque en realidad no era tal. Y es que en aquella vivienda señorial ubicada en la calle Rosario, su anciano propietario conservaba una bien nutrida biblioteca en parte heredada de generaciones anteriores, y para subsistir se iba desprendiendo de títulos imposibles de encontrar en el mercado librero oficial. En aquella biblioteca privada que de alguna manera funcionaba como librería a la fuerza, comencé a sentir interés por los viejos impresos a los que la imparable maquinaria editorial iba condenando al olvido salvo para bibliófilos o, como nosotros entonces, universitarios ansiosos por leer “libros prohibidos”, aún cuando aquello era una sensación más romántica que real pues la censura vivía ya una fase de evidente retroceso.

Hoy las librerías de lance o de viejo son una rareza y en muchas ciudades han desaparecido de su entramado urbano, pero en aquellas que aún tienen la fortuna de conservar alguna, la experiencia para el visitante puede ser inolvidable y de seguro propiciará nuevas visitas. En Jerez, como en la vecina Cádiz, proliferó este tipo de negocios como lo hicieron al unísono pequeños talleres de encuadernación o empresas de artes gráficas, a los que la industria bodeguera hizo vivir una breve edad de oro durante el primer tercio del siglo pasado.

En Jerez también proliferaron librerías de viejo como aquella de 'Martínez de Pisón' en la calle Caballeros, aunque hoy sus nombres son desconocidos para la mayoría. Sin embargo, en la actualidad aún podemos visitar dos singulares librerías de viejo en nuestra ciudad. Cercana a la plaza de Las Angustias, en un local situado en la calle Granados nos topamos con 'La Luna Vieja', donde su propietario, el librero pero también artista y escritor Evaristo Montaño, guía al visitante por los pasillos y calles de la misma. En las bien ordenadas colecciones de libros podemos descubrir ediciones que creímos para siempre desaparecidas, al mismo tiempo que nos envuelve esa atmósfera irreal que solo en estos últimos reductos de lo imposible podemos encontrar.

En la plaza de Vargas el lector curioso encontrará 'Planeta Zócar' donde Chencho, su apasionado e inquieto librero, parece saber la ubicación exacta de los miles de libros, muchos auténticas rarezas, que se aprietan en un ordenado desorden. En fin, pasión por los libros y algo de tiempo es de lo único que debemos ir provistos para vivir una experiencia inolvidable. Librerías de viejo, el tesoro escondido de algunas ciudades privilegiadas.

Mariposeo

“¡Cuántas veces me han confesado lectores sin remedio que recordaban como si fuera ayer el primer libro que leyeron o el que les deslumbró y lo convirtieron a esta religión, cada vez con menos vocaciones, que es la lectura!”, me comentaba el otro día una amiga, cuya profesión de fe quedaba fuera de toda duda.

“¡Y, por el contrario, cuántos otros lectores que se pasan mariposeando de autor en autor, de género en género, de libro en libro, y nada. Que no dan con el que le produce ese chasquido en el corazón o en la cabeza que eleva a estos libros a esa categoría solo para elegidos de “libro de cabecera”! ¡Y mira si hay libros!”, seguía reflexionando en voz alta mi amiga. “Como en la vida, querida -quise cortar su monólogo-. Ese mariposeo me recuerda a un amigo que desde que falló un penalti (no sé si contra un equipo canario) está dando tantos bandazos que aún no ha encontrado lo que él llama “el libro de su vida”. Con un gesto en el que adiviné un “¿a qué viene eso?”, prosiguió mi amiga sin prestarme mucha atención: “Nunca me ha gustado la literatura juvenil.

En el colegio me obligaron a leer unos libros que casi me convierten al ateísmo lector; por aquellos tiempos yo era más de tebeos. Y sin embargo, ahora, a mis años, no me atraen como lectora las novelas gráficas, aunque reconozco que están muy bien conseguidas, e incluso versiones de clásicos realizadas con mucho arte. Fue ya en el Bachillerato cuando me puse a leer a los grandes autores. Me acuerdo -seguía mi amiga en su monólogo- la lectura de ‘San Manuel Bueno, mártir’ o ‘La Colmena’, o incluso ‘Tiempo de Silencio’, y la antología de la poesía del Siglo de Oro o ‘La Celestina’, pero fueron los comentarios en clase los que me hicieron profundizar en las claves de estas obras y apreciarlas en su excelente calidad. Libros que me llevan cada vez que puedo a dar testimonio permanente de mi fe: la lectura. Son los clásicos y eran otros tiempos, lo sé; pero a la buena literatura siempre se termina por llegar por cualquier camino y en cualquier momento”. José López Romero.

Reseñas

Fiesta para una mujer sola

Ángel Vázquez. Rey Lear, 2009.

Aprovechamos esta reseña para reivindicar de nuevo la figura de este enorme escritor que fue Ángel Vázquez; sin duda uno de nuestros mejores novelistas del siglo XX y que sigue siendo uno de los grandes olvidados. Y ahí están novelas como ‘La vida perra de Juanita Narboni’, ‘Se enciende y se apaga una luz’ (premio Planeta de 1962) y esta ‘Fiesta para una mujer sola’, que castigó con saña la censura franquista hasta sepultarla en el olvido, como a su propio autor. En Tánger, otro de los protagonistas en los relatos de Vázquez, tenemos por un lado, a Paula, que siente la insatisfacción, el aburrimiento de una señora de cincuenta años en su espléndida madurez; y por otro lado, Damián, un joven de veinte años, con todas las ansias por entrar y no desentonar en los ambientes de la alta sociedad tangerina. Un relato excepcional en todos los aspectos. J.L.R.

Ladrilleros

Selva Almada. Lumen, 2014.

Selva Almada (Villa Elisa, Entre Ríos, 1973) está considerada una de las escritoras más importantes de Argentina, a pesar de su aún corta producción literaria (tres novelas y cuatro libros de cuentos). ‘Ladrilleros’ es la segunda narración y puede decirse que ya se observa en ella su potencia estilística y destreza narrativa. Con continuos cambios temporales, pero que el lector puede seguir sin dificultad, el narrador va desarrollando la enemistad entre Óscar Tamai y Elvio Miranda, dueños de dos ladrillerías contiguas; una hostilidad que se transmitirá a sus dos hijos mayores, el Pájaro Tamai y Marciano Miranda, a pesar de los esfuerzos de sus respectivas madres, Celina y Estela, para que los pecados de los padres no tengan que heredarlos los hijos. Una narración llena de fuerza con un final un tanto inesperado. Muy buena. J.L.R.

La sangre de los King.

Jim Thompson. RBA, 2021.

Es Thompson uno de los autores clásicos de novela negra, y pese a que su nombre no suene tanto en el mercado editorial en castellano, su obra está sin duda a la altura de la de Dashiell Hammett o Raymond Chandler, por mencionar solo a dos de los más reputados autores del género. Una de sus grandes novelas fue ‘Atraco Perfecto’, luego llevada al cine por Stanley Kubrick, pero hasta hace poco estas eran difíciles de conseguir y algunas corrían el riesgo de ser solo un recuerdo lejano editadas por editoriales desaparecidas. Nos felicitamos, por tanto, de esta revisión de su obra a cargo de RBA que permitirá a nuevos lectores disfrutar de la maestría de Thompson, un autor políticamente incorrecto solo para lectores deseosos de fuertes sensaciones que las encontrarán, para comenzar, en esta dura, intensa casi salvaje historia, ambientada en un mundo rural que nos recuerda los escenarios del western. R.C.P.

Maniac

Benjamín Labatut. Anagrama, 2023.

Es esta una novela singular en la que la aproximación que hace el autor a las controvertidas figuras de Paul Ehrenfest (el físico que polemizó con Einstein sobre la incertidumbre y la ciencia, y que acabó suicidándose tras matar a su hijo) y del matemático John von Neumann (que trabajó en el proyecto Manhattan para desarrollar la primera bomba atómica y creó una de las primeras computadoras, la Maniac que da título a la novela), es de una fuerza literaria a la que es difícil sustraerse. El final del libro, tras esos pasos iniciales, lleva al lector a 2017 donde Labatut proyecta su visión de la IA (en este caso Alpha Zero, un programa informático que aprende de sí mismo) sumergiéndonos en una apasionante historia donde lo inquietante es que en ella encontremos más realidad que ficción. Sin duda un excelente libro. R.C.P.

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