En la hora de la verdad ante el fisco

Lola de Hacienda

  • La jerezana fue la primera víctima entre la caras famosas para trasmitir pedagogía en contra de la evasión fiscal. Era 1989.

Que se aparten los peloteros Messi y los Neymares, los empalagosos Thyssen, los Bertines de turno y las Caballés, las cotillas Anas Rosas, que aquí llega con paso garboso María Dolores Flores Ruiz, la hija del tabernero, que para quien no lo se sepa es nuestra internacional Lola, que este mes cumple los veinte años desde que nos dejó. Mala efemérides para quien la propaga: Sabríamos que la Lola se fue con los 72 puestos. En principio, el número es feo. Tampoco es, lo que se dice, redondo. ¿Por qué no esperar al centenario? Y ahora, la Lola, nuestra Lola, se revolvería en su mausoleo. No sólo le hacen el feo de la edad, que para una mujer mayor ya es grotesco, sino que por causas del maldito destino le colocan al nivel del futboleroMessi o a los cursis de los Von Thyssen.

Sabemos que hay famosos con problemas con Hacienda. Así dicho, es normal. Cada equis años, el gobierno de turno trata de hacer pedagogía sobre el fraude fiscal y pone a un famoso en la picota. Lo que ocurre es que esta vez, no se sabe muy bien porqué extrañas maneras, se acordaron del maldecido aniversario de la más grande y se dijeron: ¡Mira por dónde! Cuando algo me dice que Leo Messi, el niño Neymar o Monserrat Caballé han jugado para el Gobierno del PP el mismo papel que le tocó a Lola Flores para Felipe González. La imagen viva del fraude. Y todo por un 'pequeño olvido'.

Bueno, habrá que ir por partes: el caso de los futboleros parece algo habitual entre los deportistas de elite. El esquema es simple: La estrella cede los derechos de imagen a una sociedad mercantil que vaya usted a saber dónde opera y donde acaban esos dineros y se ahorra pagar a la Hacienda española. Por eso los dos casos son muy distintos. Lo de la Caballé también es diferente. La soprano defraudó más de 500.000 euros al fisco simulando tener residencia andorrana. Y a la Faraona, por su parte, se le olvidó, así, tal cual, hacer la declaración de la renta entre los años 82 y 85 y se estimaba entonces que había defraudado unos 312.000 euros. Tres casos distintos y un sólo fin: evitar al fisco.

Era el 13 de marzo de 1989 cuando, entre los empellones de la canalla, apareció en el Palacio de Justicia Lola luciendo un traje negro de cuero, camisa blanca y un pañuelo anudado al cuello. Le acompañaba hasta el banquillo su marido Antonio González Batista, El Pescaílla, que vestía chaqueta a cuadros y pantalón oscuro. Durante una hora de declaración ante el juez, Lola comenzó a desenvolverse como mejor conoce: Con la palabra. Lola era una coleccionista de frases. Frases llenas de originalidad e ingenio que han enriquecido nuestro habla. El "Si me queréis, irse" es, sin dudarlo, una de las frases más gloriosas del amplio repertorio que Lola nos regaló a lo largo de su vida. "No sabía que esto podía tener tanto castigo para una persona que no tiene dinero" o aquella de "Si yo hubiese tenido dinero, lo hubiera dado para no tener que sentarme ahora aquí, donde se sientan los criminales. Hemos sido artistas y claro, hemos vivido un poco al día", son también perfectas y dignas para arrumbar en su arcón de dichos. Y cuando fue preguntada por el juez por los miembros de su unidad familiar, respondió con esta inocencia: "Juro por mi padre y por mis hijos que yo no me he enterao de ná. Yo voy a lo mío y de eso de leyes no sé ná. Lo que he ganao lo he repartido a mis hijos y mi familia, y ya está".

Pero, por encima de todas, los que peinamos canas nunca olvidaremos aquella frase que rompió moldes cuando dijo ante el juez: "Si una peseta me diera cada español, pero no a mí, a donde tiene que darla, quizás saldría de la deuda". Esa era la genialidad de Lola. Pero nada podría salvar a la jerezana. ¿Nada?

A Lola le salvó, finalmente, de un delito contra la Hacienda Pública una situación muy curiosa. En el momento en que fue juzgada no existía en España una ley del IRPF que fuese válida. La que existía en aquel momento estaba invalidada por el Tribunal Constitucional, porque un abogado español que trabajaba en Alemania había recurrido que fuese obligatorio para las unidades familiares presentar una declaración conjunta de ingresos, sin poder optar por la declaración separada, para romper con ello la progresividad del impuesto. Los jueces libraron a la Faraona de la cárcel porque era imposible establecer la cuantía del fraude, aunque se daba por hecho que intentó burlar a Hacienda.

Ahí quedó el mal rato, con Lola a las puertas de prisión. Ella, la que definió el New York Times con otra célebre frase: "No canta, no baila... no se la pierdan".

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