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Zambombas este fin de semana en Jerez

“No hay un sitio mejor en el mundo para montar que la Real Escuela”

Rafael Soto Andrade | Jinete y medallista olímpico

El jerezano se jubila el próximo viernes participando en un espectáculo en su honor

Repasamos con él su amplia trayectoria profesional, cargada de éxitos y reconocimientos en el mundo del caballo

Rafael Soto, junto a 'Adivino', en la Real Escuela / Manuel Aranda
Fran Pereira

09 de octubre 2022 - 03:00

–Se jubila usted el próximo viernes, ¿es consciente de ello?

–La verdad es que no, me ha llegado sin darme cuenta, pero claro, ya lo dice el refrán, todo llega en la vida. Es curioso porque es algo que todavía no me creo, simplemente porque me siento bien, monto a caballo....

–Parece que fue ayer cuando Álvaro Domecq convenció a su padre para ir a su Escuela...

–Sí que es verdad. Fue una vez que estuvo Don Álvaro en Mallorca para torear. Yo tenía 17 o 18 años y él iba mucho a torear por allí en la época de los Cuatro Jinetes de la Apoteosis. Nosotros nos habíamos ido a Mallorca, porque mi padre se marchó a trabajar con el ganadero Pedro Salas. Mi familia, tanto mi abuelo como mi padre, siempre tuvieron buena relación con los Domecq, y un día, Don Álvaro le dijo a mi padre, ‘Paula, a Rafaelito hay que mandarlo a mi escuela’.

–O sea que si vio virtudes Álvaro Domecq en usted es porque ya entonces se manejaba bien con los caballos...

–Ir a Mallorca para mí fue una cosa fundamental, porque allí la cultura es diferente. El hecho de estar en contacto con tanta gente extranjera, me dio a conocer un mundo diferente y adaptarme a eso, que significa una mayor preparación, sobre todo con los idiomas. Allí empecé a tener constancia de lo que era el mundo del caballo, porque llegué con 8 o 9 años, y la gente extranjera me hablaba de la doma, de las olimpiadas, un mundo que para mí era muy lejano, casi como un sueño.

Rafael Soto y Álvaro Domecq, en uno de los picaderos de la Real Escuela. / Manuel Aranda

–¿Y qué encontró en esa Escuela del Parque González Hontoria?

–Bueno, conocía algunos jinetes primeros, El Pelao, Javier García Romero, Diosdado, Francisco Cancela, Méndez, Manolín Cid, Manolo Cañero...Yo era alumno de la misma edad que Manolo Ruiz, de Pepito... Ni siquiera Ignacio (Rambla) estaba todavía, porque él es seis años más joven que yo. Veía allí un mundo maravilloso, y en cierta forma, como recordaba el otro día cuando me dieron el título de Embajador, fue ahí cuando se forjó la medalla olímpica que conseguí en Atenas. Todo empezó treinta años antes, con aquellos caballos, aquella manera de montar mucho más clásica y en la que se cuidaban los detalles. Todo empezó allí y gracias a Álvaro Domecq.

–Ha hablado antes de un sueño, supongo que los suyos se habrán cumplido....

–Por supuesto. A veces los sueños se hacen realidad, y los míos se han hecho. Siempre soñé que el caballo español, igual que Álvaro Domecq y mi padre, estuviera arriba, que el mundo del caballo lo conociera, y para obtener eso, el mejor camino es la competición. En cualquier ámbito del deporte, la élite, como puede ser la Champions en fútbol o un Grand Slam en tenis, es muy difícil de alcanzar, y en el caballo pasa lo mismo.

–¿Y cómo se consigue eso?

–Primero, trabajando mucho y luego está claro que, como todo en la vida, hay que tener un poco de suerte. Pero lo importante, y es algo que he llevado siempre a gala, trabajar, tener autodisciplina y así ir mejorando tus defectos. Eso es lo que a mí me gusta transmitir a mis alumnos. La suerte viene, pero como decía Picasso, la inspiración te tiene que coger trabajando. Si no tienes capacidad para trabajar ni respeto para el caballo, no hay nada que hacer. Se trata de un equilibrio entre liderar al caballo y convencerlo, crear un vínculo de amistad con él.

Rafael Soto, con el azulejo que recuerda a Invasor. / Manuel Aranda

–Ustedes consiguieron convencer al mundo de la importancia y cualidades del caballo español...

–Demostramos, con ese esfuerzo que hizo todo el mundo y Don Álvaro el primero, que el caballo español llegase a lo más alto. Hubo mucho trabajo, domarlos bien, elegirlos, cuidarlos...todo eso ha sido una historia de treinta años y que culmina en 2002 con el éxito de los Juegos Ecuestres Mundiales y en 2004 con esa medalla olímpica.

–¿Por qué ese convencimiento?

–Porque creemos en su capacidad y está dentro de nuestra sangre. Don Álvaro creó la Escuela con el firme propósito de mejorar el caballo español y demostrar al mundo que aquel caballo con el que empieza la Escuela de Viena hace 450 años era español. Un caballo barroco, versátil, bello, con buen temperamento, buen carácter pero relegado en las grandes competiciones por los caballos europeos, que se han creado después de la Segunda Guerra Mundial. Date cuenta que menos el español y el lusitano, no existe otra raza que pueda competir contra los caballos de élite centroeuropeos. Eso para mí es un orgullo, hemos estado entre los mejores. Es como llegar con el Xerez CD a la Champions y meterte en semifinales, eso es lo mismo.

–¿Qué le ha dado y qué le ha quitado el caballo?

–El caballo me lo ha dado todo, no le puedo pedir más. Luego, si ha habido algo que me ha quitado, ha sido estar más tiempo con mi familia. Mi mujer y mi familia son un encanto y me acuerdo mucho de ellos cuando echo la vista atrás y recuerdo todos aquellos años que he perdido en diferentes países. A lo mejor me iba tres o cuatro meses y eso lo aguanta muy poca gente. Recuerdo que me decía, ‘tú tranquilo que yo me quedo aquí en el fuerte’. Al lado de un gran hombre siempre hay una gran mujer, y en mí se ha cumplido. Por eso agradezco siempre a Lola su comprensión, y también a mi hijo Rafa. Todo eso que me ha quitado, espero poder compensarlo ahora cuando me jubile y esté un poquito más tranquilo, entre comillas.

–¿Qué ha sido para usted Álvaro Domecq?

–Para mí es como un segundo padre, es la persona que me respaldó en la Escuela y un caballo de su hierro fue el que me llevó a la élite. Además, lo poquito que sé, me lo ha enseñado él.

–Evidentemente, si hay un caballo que ha marcado su carrera, ese es Invasor...

–Mi carrera me la marcan todos los caballos, sean mejores o peores, porque les pongo el mismo interés. Pero Flamenco, que era hermano de Invasor, ya me transmitió nada más verlo que podía aspirar a algo. Porque entonces mi sueño era ser Campeón de España, no iba más allá. Lo conseguí en 1994 y para mí y para la Real Escuela aquello fue un hito.

–(...)

–Flamenco hizo pues el primer tramo, y luego Invasor lo remató. Lo de Invasor es muy curioso y demuestra, porque es algo en lo que creo, que el destino existe. Te cuento un detalle. Un día estaba montando en Los Alburejos un caballo de un cliente y de pronto vi a una yeguada apartada de las demás. Dije ‘parece que va a parir’. Cuando volví, me acerqué con cuidado y vi un potro en el suelo con la cabeza muy gorda, las patas muy grandes y muy feo. Ese caballo era Invasor. Fíjate el destino. Precisamente por eso, por ser cabezón y demás, Invasor no era un caballo apreciado, es más decían que era vasto. Yo sabía que era un diamante, sólo había que pulirlo, hasta el punto de hacer tres Olimpiadas, cuatro Campeonatos de Europa y tres Campeonatos del Mundo, además de ser cinco veces Campeón de España. Imagínate lo que hizo, porque para un caballo hacer tres Olimpiadas, que son 12 años, es difícil. Para mí era un amigo, teníamos una complicidad tremenda, y sabía cómo se sentía. Además, lo cuidábamos y entrenábamos muy bien. Él confió también en mí e hicimos muchas buenas cosas juntos.

Rafael Soto, durante la entrevista. / Manuel Aranda

–Ahora que se han cumplido 20 años de los Juegos Ecuestres de Jerez, ¿qué piensa?

–Desde el mundo del caballo creo que se puso en valor a Jerez, a España y al caballo español. Seguramente, se podrían haber utilizado instalaciones y celebrar más competiciones cada año, pero para eso hay que tener patrocinadores y dinero, y eso Jerez, desgraciadamente, no lo ha podido tener. Pero servir, ha servido y la gente que vino y sigue ahí, lo sabe. El caballo español tiene que seguir ahí, por eso es una responsabilidad, para la Real Escuela y a los que amamos el caballo español y la doma, seguir apostando por ello. A mí personalmente, me hubiera gustado que cada año hubiese habido un par de concursos internacionales, que se hubieran utilizado las pistas y que por ejemplo, el concurso que se hizo en Garrapilos hubiera seguido. Pero eso necesita mucho dinero y Jerez hoy por hoy no puede con eso.

–¿Puede Jerez convertir al caballo en otro motor económico?

–Yo sí lo creo, y aquí lo importante es no perder nunca la fe como ciudad. Tampoco creíamos que los caballos españoles iban a llegar a la élite, y llegaron. Antes del 2002, en los concursos de Doma en España, había un número muy reducido de jinetes, y ahora es tremendo. Vas a un Campeonato de España de caballos jóvenes y en cada categoría hay treinta o cuarenta caballos. Todo aquello hizo efecto, y se relanzó una disciplina que estaba olvidada.

–Aquella medalla de Atenas fue inolvidable....

–Eso fue algo muy grande, y el culmen de un duro trabajo, date cuenta que antes habíamos logrado la plata en los Campeonatos de Europa y había tenido el éxito de los Juegos Ecuestres. La dimensión de aquello la compruebas mirando que desde entonces no se han conseguido más medallas ni diplomas, aunque a mí lo que más me llenó fue cómo señoras mayores que no sabían nada de caballos, me felicitaban. La trascendencia de la Olimpiada es muy grande.

–Por lo que veo, el caballo le ha hecho muy feliz....

–Con el tiempo, uno se queda con las cosas más pequeñas, esas son las que te dan la felicidad. Hoy he visto a Don Álvaro montando a caballo después de muchos meses, pues eso me hace feliz, igual que cuando fui abuelo o cuando un caballo tuyo o un potro hace una cosita interesante, esa es la felicidad. Además, la persona que es feliz, transmite felicidad y calma y eso es fundamental en esta vida de hoy día. Como decía Don Álvaro Domecq Díez, en una frase que está en Los Alburejos, ‘al caballo y al hombre los doma el tiempo’. Saber lidiar los momentos difícil es fundamental.

–Usted ha llegado a decir que no le importaría morirse encima de un caballo, ¿lo sigue pensando?

–Sí, por supuesto. Es curioso porque esa frase siempre me la ha criticado mi amigo y compañero Manolo Ruiz porque me dice ‘¿pero Rafael cómo te vas a morir encima de un caballo?’ Pues sí, yo disfruto con un caballo y la muerte, que nos tiene que llegar a todos, prefiero que me llegue así, que no que te llegue en un hospital abandonado.

–Álvaro Domecq, hijo predilecto de Jerez....

–Todo lo que se reconozca a la figura de Don Álvaro Domecq será bienvenido, nunca tendremos bastante capacidad de agradecerle todo lo que su cabeza y su corazón nos ha dado con la Real Escuela y su afición al caballo.

–Y a partir del viernes, una vez que se jubile, ¿qué hará?

–Uno de mis sueños ahora cuando empiece esta nueva etapa, es ayudar a mi hijo a lograr sus sueños en el mundo del caballo. Él es muy aficionado, tiene mucho talento y ojalá tenga suerte y pueda seguir adelante. No será fácil, porque una de las cosas más complicadas y mira que tengo alumnos, es enseñar a tu propio hijo, pero bueno intento transmitirle que la calma, la autoexigencia y sobre todo la afición es lo que tiene que llevarle a los éxitos. La labor más importante que me toca hacer, es transmitir todo lo que me ha hecho a mí llegar donde he llegado.

–Su vínculo con la Real Escuela seguirá, ¿verdad?

–Claro, aunque me vaya ahora de la Real Escuela, no es un adiós y ya desaparezco, sino que voy a estar al lado de la Escuela y sobre todo al lado de Jerez. Porque Jerez es el mejor sitio del mundo, no hay ni un sitio mejor. Por fortuna he estado en muchos lugares, pero para vivir, no hay uno mejor que Jerez. Debemos estar orgullosos de él y de esta Escuela, que es de España, pero primero es de Jerez. No hay un sitio mejor en el mundo para montar a caballo que la Real Escuela.

–¿Y sus caballos? ¿Le dará pena despegarse de ellos?

–Estoy encantado porque compañeros míos se queden con mis caballos y disfruten de ellos. Son parte de mi vida y son muchos años trabajando con cada uno. Que Don Álvaro, por ejemplo, haya montado a ‘Adivino’, que es un caballo en el que confío mucho, es un orgullo.

–Para terminar, ¿qué opinión tiene del actual paso de caballos de la Feria?

–Los tiempos cambian y por supuesto, la calidad también. Recuerdo que la primera vez que mi padre me enseñó el paseo de caballos de la Feria, había una calidad enorme de caballos, de enganches y de gente bien vestida. Eso hay que conservarlo y tenerlo muy presente, porque Jerez tiene calidad en todo lo que hace, y no debe perder esa calidad en algo tan emblemático como es el paseo de su Feria. Habrá que hacer lo que haga falta para que los que lleguen, lo hagan bien vestidas, bien montadas, y guardar por el bienestar del caballo, es decir, que venga presentado y limpio, como tiene que ser.

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