Volar a pie de tierra
La Escuela de Pilotos de Jerez forma a operadores de dron, una actividad con infinidad de aplicaciones profesionales, desde la limpieza de tendidos eléctricos al control de carreteras
En la Escuela de Pilotos de Jerez se sueña con el cielo, con atravesar las nubes, con volar alto... sea como sea. Con sus plazas para la formación de pilotos prácticamente agotadas, en este centro educativo anexo al aeropuerto de Jerez no pasan por alto cualquier posibilidad que permita al ser humano ver la vida desde arriba. Es por ello que desde el pasado mes de enero ofrecen un curso que habilita al alumno, una vez concluida la formación, a dirigir drones, unos artefactos voladores tan interesantes como subyugadores. A simple vista parecen un juguete, un juguete muy caro, pero tras las explicaciones que ofrecen el jefe de estudios de Control Aéreo, Miguel Caparrós, y el piloto de drones Carlos Enseñat se llega a la conclusión de que son una herramienta maravillosa para el ser humano, un artilugio que le permite contemplarlo todo desde otra perspectiva.
Las aplicaciones de los drones son de lo más variadas. Por poner tan sólo algunos ejemplos: dotados del software adecuado pueden comprobar cuándo una cosecha de uva está en su mejor momento; pueden subir a lo más alto para detectar si una estructura está bien soldada o fraguada (en el nuevo puente de Cádiz se han utilizado); posibilitan por ejemplo que la Guardia Civil, en tiempo real, desvíe el tráfico de una carretera a partir de un punto; acometer la limpieza de los tendidos eléctricos de alta tensión, que en la actualidad se realizan con evidente riesgo a bordo de helicópteros. Otra de las grandes funciones de los drones, en lo que a la aeronáutica se refiere, es el trabajo que pueden realizar para informar a los pilotos de la visibilidad de los aeropuertos en los siempre duros meses de invierno. Sus imágenes podrían ir a cabina o al puesto de control aéreo. Pese a todo lo expuesto, las facetas para las que más utilizados son los drones tienen en el campo y la arquitectura a sus principales clientes: "Se usan mucho para medidas de campos y medidas volumétricas. Su gran ventaja es el menor gasto en combustibles, pues se puede alcanzar un serio ahorro. Otro uso que no se puede olvidar -y que ya es aplicado en algunas playas estadounidenses- es el de socorro rápido. El dron vuela rápidamente hasta el lugar donde alguien está en el trance de perecer ahogado y le lanza un salvavidas. O dos. Todo depende de la potencia del aparato. El que vemos en la Escuela de Pilotos apenas pesa 1,4 kilos y sería capaz de portar una carga de 300-400 gramos.
Los drones son caros. Es evidente, aunque los hay desde los que cuestan poco más de 1.000 euros hasta aquellos que valen más de 40.000. Todos ellos disponen de una cámara habilitada para mantener siempre la horizontalidad gracias a unos soportes basculantes. Pueden llegar a volar a unos 15 metros por segundo (lo que equivaldría a unos 54 kilómetros por hora), subir hasta los 120 metros y recibir las órdenes del mando remoto desde dos kilómetros de distancia. Todo ello fue así hasta el año pasado, cuando estos aparatos comenzaron a extenderse, a invadir espacios e incluso espectáculos públicos y se hizo necesaria una regulación que, visto lo visto, parece especialmente dura. Al menos de momento.
No se puede volar un dron por una ciudad, tampoco sobre lugares donde haya concentraciones humanas. Igualmente, y a pesar de su enorme alcance, la persona que controle un dron deberá tenerlo en todo momento en su alcance visual, lo que supone entre unos 400 o 500 metros de distancia. A este respecto cabe destacar de que en caso de que el dron se pierda de vista es posible que retorne al lugar de despegue por sí sólo siempre y cuando se haya tomado la precaución de indicarle la posición inicial en su GPS.
Otro aspecto a tener muy en cuenta es que en la actualidad cualquiera puede tener un dron y volarlo, siempre que cumpla las condiciones escritas con anterioridad. Eso sí, si va a utilizar el artefacto para una labor comercial, ya sea grabar una boda o comprobar unas estructuras, deberá tener una licencia de forma obligatoria.
La demanda a este respecto está creciendo y es por ello que la Escuela de Pilotos de Jerez ha dispuesto unos cursos para que quienes deseen sacarse la licencia puedan hacerlo. Para ajustarse a los horarios de los demandantes, se imparte los fines de semana (en unos casos) o en dos semanas con clases de lunes a viernes (en otros). En junio habrá una nueva oferta de cursos, para que lo sepan los interesados. Los alumnos, hasta el momento, suelen provenir de campos tales como la arquitectura, la ingeniería, la fotografía y la docencia universitaria, estos últimos para sondear las posibilidades de esta nueva técnica de observación.
En la actualidad, según apuntan Miguel Caparrós y Carlos Enseñat, el principal problema de los drones es que funcionan a baterías y éstas vienen a tener una autonomía de unos 20 minutos. "Es por ello que siempre vamos con dos", apuntan los expertos que, como dato positivo, señalan que dichas baterías, una buena noticia, cargan en apenas 45 minutos.
El paso siguiente, echando casi mano de la ciencia ficción, sería la implantación de aviones-drones en los cuales no hubiera una ocupación física de los mismos por pilotos sino que estos estuvieran a miles de kilómetros de distancia. Miguel Caparros es contundente a este respecto: "Realmente no lo creo aunque buenamente podría ser posible. Los usuarios saben que volar es el medio de transporte más seguro. Es más posible morir por el impacto de un rayo que en un accidente aéreo. Pese a ello, ese factor humano, esa 'cercanía' del piloto es imprescindible", apunta.
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