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Zambombas este fin de semana en Jerez

"Los artistas de Jerez hacemos cosas muy buenas con muy poco"

manuela carpio. bailaora

Tras su último éxito en el Lope de Vega de Sevilla junto a La Macanita y Juana la del Pipa, la jerezana defiende la escuela clásica del baile en un momento en el que "se innova demasiado"

"Los artistas de Jerez hacemos cosas muy buenas con muy poco"
Fran Pereira Jerez / Fran Pereira

25 de mayo 2014 - 01:00

Rodeada de cuadros de artistas, de vivencias en distintos escenarios y de familiares a los que recuerda con cariño, Manuela Carpio nos atiende en su coqueta academia de San Telmo, un lugar en el que se respira flamencura y pasión por el baile.

-Esto es como un refugio, ¿no?

-La verdad es que sí, aquí es donde desconecto de todo y donde siento paz. Cuando estoy cansada de todo me vengo aquí y me relajo, algunas veces bailando y otras sentándome viendo mis recuerdos. No te creas que más de una vez he pensado hasta traerme mi cama (risas).

-Estos cuadros resumen un poco su vida...

-Sí, hay muchos recuerdos, mis recuerdos de pequeñita cuando iba con aquel grupo 'España, Jerez' de Manuel Morao, de mis clases con Cristóbal El Jerezano, de mis actuaciones en muchos sitios. Es una parte más de mí.

-Ya que habla de Cristóbal, él fue de los pocos profesores que tuvo...

-Es cierto, fue de los pocos que he tenido, porque yo he sido un poco primitiva en ese sentido, pero bueno siempre tuve claro que debía seguir formándome y por eso estuve también con Matilde Coral, con Rafael El Negro, su marido...He vivido experiencias que ya no hay, eso es como el tren, que pasa una vez y ya no pasa más y en mi vida pasó. Por ejemplo, con Matilde aprendí a manejar la bata de cola, con Teresa de la Peña aprendí mucha técnica porque yo había aprendido en el barrio, en las fiestas con mi gente y para ser bailaora había que dar un paso más. Porque para mí bailaora es una persona que haga más de un baile, es alguien con más experiencia que un simple baile por bulerías.

-¿Qué piensa cuando mira todos esos cuadros de esa Manuela joven que se comía el mundo?

-Me da pena, pero no de tristeza sino de haber vivido una niñez muy bonita, rodeada de gente que me ha querido, que me han apoyado y eso ya no vuelve más. Ten en cuenta que esa Manuela Carpio estaba rodeada de gente grande, Tía Juana del Pipa, Tía Anica la Piriñaca, Juan Morao, El Mono, Manuel Morao...Yo me he hecho con ellos y eso me ha dado una esencia que no la cambio por nada en el mundo.

-¿Eso es lo que la falta a la juventud de hoy día?

-Mira, la juventud es una nueva ola y es diferente, pero sí que es cierto que ya no hay ese ángel, esa gracia que tenían la Piriñaca, Luisa de Torrán...Eran gente de la que uno aprendía nada más que escuchándolas. Es una pena, que se hayan ido porque en mi caso puedo presumir de haber aprendido mucho de todos ellos.

-Antes ha mencionado al grupo 'España, Jerez' de Morao....

-Aquello lo hizo Manuel Morao, el único que lo podía hacer y al que yo tengo mucho que agradecer. A mí me dio el primer impulso y eso se lo debo. Sabía quién valía y quién no valía, sabía quién iba a tirar pa arriba y quién no. Fíjate lo que había ahí, Manolito Parrilla, La Macanita, Ramón Trujillo, Tomasito, yo...Hay una esencia que al final se cultivó que era lo que el Morao quería.

-¿Ya no hay niños así?

-No los hay. Mira, yo hago mi fin de curso y presento a una gama de niñas que bailan muy bien, pero no tienen la esencia que había en aquel cuadro. Aquello no era normal porque éramos puros, ahí no había academia ni nada, sino algo que llevábamos dentro. Nadie nos enseñó nada, era todo natural como los yogures.

-Usted rompió con la dinastía de cantaores de su familia, ¿fue extraño para ellos?

-Tanto como extraño no (risas), pero sí que era a ovejita negra. En mi familia todo el mundo canta: Manuel Moneo, El Torta que en gloria esté, el Barullo, mis primos Alfonso Carpio y José Carpio, mis tíos....Bailaores sólo estaba yo, la Loli Carpio, que me dicen.

-Y en aquel momento, ¿supuso una situación complicada?

-Para mí no porque yo desde pequeña sentía el baile como mío y eso mi familia lo sabía porque era la primera en bailar en los bautizos y en las fiestas. Y a los ocho o nueve años mi amigo Joaquín Grilo me ponía loca para que nos apuntásemos a las academias. Él siempre me animaba a más (recuerda entre sonrisas).

-Este año le hemos visto mucho por el Festival de Jerez, ¿qué le ha parecido?

-A mí me gusta ver todo, lo blanco, lo negro, lo al revés, el que no baila como tiene que bailar... Durante el Festival voy a verlo todo porque creo que eso es bueno para mí. Otra cosa es que a mí no me diga nada. Veo a gente con fuerza, con ganas, pero que no tiene ese pellizco que había antes que te levantaba de los asientos. Hoy día la gente es muy pasiva y en Villamarta cuando llega el Festival se aplaude todo. Me parece fantástico, pero el público debe saber diferenciar cada cosa, porque todo no es bueno en el flamenco.

-Y cuando mira todo lo que hay en el baile, ¿no se siente un bicho raro?

-No, porque tengo a la vera gente tan buena que me quiere que me dice 'no cambies nunca, Manuela'. Ahora hay una técnica pa echarse a temblar, y a veces me espanto del nivel que hay, pero a mí nunca me ha dado por hacer algo que yo no pudiera hacer, porque sí que siempre he tenido claro cuál es mi límite. Es como si dicen a Manuela Carpio que le van a enseñar el baile contemporáneo, y ahora Manuela se va a tirar por los suelos. Para hacerlo mal no lo hago y eso lo he tenido claro. Jerez es otra historia y la mayoría de bailaores no nos podemos meter en esa supertécnica que hay de Sevilla pa arriba. Eso es otro mundo distinto al de Jerez, porque lo bueno que tiene esta tierra es que somos distintos en el cante, en el toque y en el baile.

-Sin embargo, no se da el valor que merece...

-Eso es verdad. Tú sales por ahí y Jerez da respeto, pero aquí no nos lo creemos y es una lástima. Si lo valoráramos seríamos los mejores, porque toda la gente de Sevilla, Madrid y el extranjero apuesta por nosotros.

-¿Comprueba usted eso en el día a día de su academia?

-Claro que sí. Mira, ahora tengo a un chaval de Australia que ha venido aquí a aprender y es fantástico. Tiene un sentido del compás que te hace disfrutar. Ayer estuve dos horas dándole clases y yo disfruté igual que si estuviera bailando. Otra chica francesa que tengo, Miriam, igual, le ponen un interés y una ilusión increíbles. Yo aprendo con ellos y vienen a Jerez.

-¿Sus clases siguen siendo un pilar de su vida?

-Sí, creo que montar una academia ha sido una de las cosas más importantes que he hecho en mi vida. Al principio no me veía porque sabía que para dar clases tenía que tener una paciencia como un burro y yo no la tenía. Sin embargo, ha sido al contrario. A la larga el bailaor o bailaora acaba con una academia y yo llevo casi veinte años ya y eso no quiere decir que esté retirada (risas).

-¿Es por eso por lo que se le ve tan poco por los escenarios?

-Yo bailo cuando me da la gana, me lo puedo permitir. Es como cuando dices 'me voy a comprar un coche nuevo'. En noviembre me llamaron para ir a París y no quería ir porque hay que preparar muchas cosas y eso a mí me quema mucho. Al final me convencieron pero fui con toda la familia. Parecía Carmen Amaya (risas). Estuvimos dos días en un teatro, con lleno total y allí al final se escuchaban las palmas por bulerías y eso que dicen que los franceses son muy serios. Para mí fue fantástico, como un logro. Parecía que estaba en Villamarta. Hago lo que me apetece y eso es hoy día un privilegio, porque tengo mi academia de baile que es mi medio de vida.

-La última vez fue el pasado martes en el Lope de Vega y las críticas hablan muy bien...

-Mira, eso fue porque me llamó Tomasa La Macanita, me dijo 'Manuela, que quiero que vengas conmigo de artista invitada al Lope de Vega'. Ensayamos aquí con Juan Diego, que es mi guitarrista, con Manuel Valencia, Tomasa, la Juana, el Chícharo, El Quini y el Macano. Total, hicimos un cuadro y salió de muerte, porque cada uno hizo lo suyo. Hubo guitarra solista de Juan Diego y Manuel, hubo cante y hubo baile. Los artistas de Jerez, con muy poco podemos hacer una cosa muy buena, no nos hace falta más nada. Cómo cantó Tomasa por soleá pa yo baila....Ahí está la crítica, que es buena, porque salió de caramelo y no era ni tantas luces,ni tanto fuego, ni tantas tonterías, ni tantos tambores. Guitarra, cante y tres mujeres. Con eso y con el cariño y el respeto que nos tenemos nos bastó.

-Ahora parece que no vende el baile ortodoxo o clásico...

-Es verdad, no sé quién lo habrá puesto de moda, porque es una moda igual que eso de llevar a muchos coreógrafos. Yo no sé lo que te hacen los coreógrafos, pero yo prefiero a la típica bailaora con su flor y su peineta. Ahora hacen cosas rarísimas, y ya ni los propios bailaores yo le echo la culpa a los coreógrafos porque quieren innovar algo que ya está innovado. El baile bueno se fue: Farruco, Carmen Amaya... Y no quita que hay gente maravillosa bailando. Por ejemplo a mí me encanta Pastora Galván, que tiene una cosa que hay que decirle ole.

-Usted sigue prefiriendo el de toda la vida...

-Sí, sí, a mí lo que me gusta es el baile gitano, el baile no tan raro, es decir, por soleá, por seguiriyas, que puede tener técnica pero sin saltarse los escalones. Lo que no se puede es hacer una piriñaca con la soleá y la seguiriya, o decir que se baila por soleá y nada más empezar ya te metes por bulerías. La soleá es soleá y ya está.

-Usted lleva bailando desde que era una niña, ¿eso le ha hecho madurar más rápido?

-Claro que sí, date cuenta que la primera vez que me fui de gira tenía 15 años. Estuve con la compañía de Manuel Morao en América. Diecisiete estados del norte de América en dos meses. Fue una etapa muy dura, porque por un lado disfrutas con lo que te gusta, el baile, pero por otro sufrías al ver que tu familia lo pasaba mal cuando me iba. Quizás por eso, y tengo 45 años, parece que tengo el siglo (risas).

-Además de bailar le ha gustado mucho el cante, ¿le queda esa espinita?

-A mí me encanta el cante, y aquí en la academia me harto de cantar (risas). Viene mi primo Cachorro con la guitarrita y me vengo arriba. Hay gente que me dice 'Manuela, no sé si cantas mejor que bailas o bailas mejor que cantas'. Y yo le digo, ¿yo cómo voy a cantar mejor que bailo? He sido una bailaora que siempre le ha bailado al cante, cosa que pasa mucho en Jerez, y quieras que no se te pega. Por ahí arriba es diferente. A María del Mar Moreno y Ana Parrilla, que en paz descanse, les gustaba el cante, eso es lo que diferencia a la gente de Jerez, que no parezcamos muñecas, todas iguales.

-Antes me ha dicho que no le llena demasiado lo que ve en el baile, ¿y en el cante?

-Pasa lo mismo. No se puede imitar a nadie, hay que buscarse la vida con algo propio, imitar a El Torta o a Camarón no sirve. Eso pasa en el cante y en el baile, que hay muchas bailaoras que bailan igual. Y no digo que bailen mal, sino que se ha perdido el alma. Ya no hay esas cosas que te salen de dentro, esas cosas improvisadas, todo va muy marcado. Es como contar un cuento, que siempre es igual, pues así está el baile, no hay intuición. Cuando Farruco le decía a Chocolate, 'cántame ahí', y bailaba, sin hacer ná', pero bailaba desde dentro.

Manuela Carpio posa en su coqueta academia.

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