La bulería que viene
Jerez, tiempos pasadosHistorias, curiosidades, recuerdos y anécdotas
Cartel que anuncia este año la Fiesta de la Bulería.Como padre de la criatura tengo más derecho que nadie a hablar de ello, porque la conozco desde que la parí, en el año de gracia de 1967, a mayor gloria de la exaltación del cante por antonomasia jerezano
El sábado que viene, día 13, se celebra la Fiesta de la Bulería. La Bulería que viene este año, puede ser mejor que las últimas celebradas, en años precedentes, si se exige más fiesta y menos cante serio, que eso queda para otros eventos. Aquí lo que debe imperar es la bulería, un cante que ya, de por sí, es una auténtica fiesta. Como padre de la criatura, tengo más derecho que nadie a opinar y a hablar de ella, porque la conozco desde que la parí en el año de gracia de 1967, dándola a luz a mayor gloria de la exaltación del cante por antonomasia jerezano; y repetida ya, años tras año, hasta tomar carta de naturaleza entre todos nosotros, al punto de que puede afirmarse que ha terminado por ser una fiesta más de nuestro pueblo, tan tradicional como pueda serlo la Feria del Caballo o estas Fiestas de la Vendimia, ahora en plural, que ya empiezan a parecerse a las antiguas, a las primitivas que idearon un grupo de poetas de esta bendita tierra, hace también muchos años, cuando todavía andaban por este Jerez de nuestras penas y amores seres tan enamorados de lo nuestro, como el Dr. Romero Palomo o don Alberto Durán Tejera -de los que nadie parece ya acordarse- pongamos por caso. O un extranjero tan jerezano, que mereció haber nacido en la calle Larga, y que se llamaba don Hugo Ungricht, al que mi entrañable Eduardo Pereiras, que tantas viñas se pateó para fotografiar la vendimia de verdad, en su lugar de origen, retratara con una copa en la mano, porque de vino dicen que don Hugo sabía más que la paloma azul.
La Bulería viene, un año más, fiel a su cita anual, para una noche de fiesta grande, en nuestra plaza de toros. Y ojalá resulte del gusto y satisfacción de todos cuantos aficionados asistan a la misma, con ánimo de pasárselo bien. Pero aquellas bulerías de antaño, las que escuchábamos en las primeras Fiestas de la Bulería, cuando prohibíamos en el contrato que se cantaran cuplés y otros sucedáneos de nuestro cante, más o menos nocivos, esas -como las golondrinas del poema de Bécquer- esas ya no volverán. Por desgracia, aquellas voces maestras de los cantaores jerezanos de hace cuarenta años, ya pasaron a la historia y se llevaron al otro mundo, para siempre, los compases y ecos de un cante eminentemente festero que, por mucho que queramos, ya no es el mismo de hoy. Aunque todavía queda gente que sabe hacerlo como los propios ángeles y, algunos de ellos están este año en el cartel de la fiesta. Un cartel muy original, pero algo raro. ¿No les parece? Sin color y tan solo con dos figuras de papel, sentadas en sendas sillas, también de papel, que ni su autor ha querido firmar. Entre otras cosas, tal vez, porque los puestos de ambos han sido invertidos, ya que el cantaor siempre debe quedar a la derecha del tocaor y nunca al revés; porque el guitarrista podría darle con el clavijero en la misma boca a la persona que canta. Véanse al respecto cuantas fotografías haya en las peñas de cantaores acompañados a la guitarra y comprobarán la verdad de lo que digo.
LAS GRANDES FIGURAS QUE DIERON VIDA A LA FIESTA DE LA BULERIA
Por eso quiero evocar hoy a los primeros maestros que dieron vida a nuestra Fiesta de la Bulería; aquella que durante sus primeros veinticinco años de existencia, caminó de la mano de la Cátedra de Flamencología, que ahora cumple su medio siglo - el día de la Patrona, para ser más exactos -, ya en la recta final de su Cincuentenario, que culminará con la entrega de sus Premios Nacionales y Copas Jerez, el próximo día 3 de octubre.
Empezando por el 'monstruo' más grande que ha dado el cante de Jerez, en el pasado siglo, que no fue otro que el gran Fernando Fernández Monje, Terremoto de Jerez para la gloria de la posteridad, que tantas veces encabezara, tan justamente, el cartel de la fiesta y cuyos cantes aún deben de retumbar por los tendidos del coso de la calle Circo. Aún me acuerdo como cada edición, iba yo a buscarle a su casa de La Asunción y cuando me preguntaba, siempre, en qué puesto iba a cantar, yo solía contestarle. "Cuando tú quieras Fernando. Cuando tú tengas ganas y te encuentres a gusto, me lo dices y la fiesta se para, para que tú salgas a cantar". Era la mejor manera de que el genio de la calle Nueva diera todo lo que llevaba dentro de sí, que era el mejor cante y el mejor compás del mundo.
Por la fiesta de la Bulería desfilaron las mejores voces de los años sesenta, setenta, ochenta y noventa; los mejores ecos, los que mejor conocían el compás, los que mejor sabían hacer palmas y los que mejor bailaron en aquellos tiempos. De éstos, valgan cuatro nombres gloriosos: Tía Juana la del Pipa, La Chicharrona, Tío Parrilla y Paco Laberinto. ¿Quiénes mejores que ellos, para bailar por bulerías? Sin olvidar que en la fiesta, también comenzó el gran bailaor Joaquín Grilo. Y de guitarras: las mejores, siempre las mejores; empezando por el bueno de Parrilla de Jerez - del que tampoco debemos nunca de olvidarnos, porque aún está ahí; aunque ahora no pueda ejercer su arte; con aquel enorme dominio que tenía sobre las seis cuerdas; que sonaban a impulsos de su corazón de gran artista -y gentes que empezaban a darse a conocer, como el Nano de Jerez, los Moneos, El Mono, Rubichi, Moraito, Diego Carrasco y tantos otros, cuya relación sería largo enumerar-.
Yo tengo este año mucha fe en quienes van a protagonizar la fiesta. Empezando por Antonio el Pipa y su gente; siguiendo por esa gran señora de nuestro cante que es la Elu de Jerez, como primera figura femenina del espectáculo; continuando con El Torta y El Capullo, dos pesos fuertes; y finalizando con ese gran cuadro flamenco que quiere representar al 'Jerez joven por bulerías', y que lo hará, seguro, seguro, pero que muy bien; recogiendo el testigo de la bulería que nos legaron nuestros mayores. Bulerías viejas, en gargantas jóvenes y frescas. Bulerías reposadas, bailadas con el braceo y la gracia de aquellas que tan requetebién bailaba Tía Juana, la gran madre de todas las bailaoras festeras de ayer y de ahora, cuya herencia no debe perderse. Bulerías, bulerías. Ya el aire huele a bulerías y a vino fino, a pescaíto frito… ¡A gloria bendita!
Que la XLI Fiesta de la Bulería -la 41, porque un año no hubo, sólo un año- sea, una vez más, fiel a la cita de aquella fiesta única e incomparable que yo creé, un día de inspiración, en que pensé que Jerez debía de tener no un festival flamenco cualquiera, como ya lo tenían entonces otros muchos pueblos andaluces; sino algo distinto y diferente, más nuestro. Algo que uniera a intérpretes y escuchantes; que los hiciera vibrar al unísono y pusiera en comunicación permanente al artista con el público; en una noche plena de emociones y sentimientos ancestrales; de música, cante y baile, nacidos de las propias raíces de este pueblo y de su gente.
Y así nació la Fiesta de la Bulería. Poniéndola en marcha y funcionando, gracias a los buenos mimbres de los muchos y muy grandes artistas que tenía, y aún tiene, esta tierra; para poder mantenerla y conservarla, año tras año. Una fiesta para los sentidos, como es nuestra incomparable bulería. Ese cante y ese baile que el próximo sábado, estamos seguros y así lo deseamos, llenará a rebosar la plaza de toros de Jerez.
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